Como presagio y confirmación de que  los hechos del domingo 11 de julio tendrán consecuencias epidemiológicas en Cuba y en Ciego de Ávila, los datos reportados al cierre de la jornada producen esa sensación de metal frío en el espinazo: 458 casos autóctonos, seis fallecidos, 383 controles de foco y 865 pacientes activos. Récords de los que nadie quisiera leer.

458 confirmados en un día son casi 200 casos más que el anterior máximo para 24 horas, 266 reportados apenas el viernes. 458 casos en un día son el vaticinio de que mañana podríamos amanecer con peores cifras. Pero el asunto es que no son cifras, son personas.

Gente que se muere, como los seis fallecidos incluidos en el parte del Ministerio de Salud Pública este lunes. Cuatro hombres y dos mujeres, todos mayores de 65 años, padres, abuelos, hermanos nuestros, reactivando una alerta que nunca ha dejado de estar encendida pues, aunque las nuevas variantes del SARS-CoV-2 han corrido los riesgos hacia edades más jóvenes, los adultos mayores siguen siendo muy vulnerables a una enfermedad que no solo ataca las vías respiratorias, sino también el sistema cardiovascular.

La transmisión, como se ha dicho, continúa en las comunidades, aun cuando se mantienen activos 18 controles de foco en instituciones (fundamentalmente en Morón y la cayería norte). Sin embargo, mientras las llamadas arañas epidemiológicas de los focos institucionales promedian seis casos positivos, los ocho eventos comunitarios promedian 30, aunque excepciones como el evento del poblado de Jicotea, con 81, el de la calle 8 en Vista Alegre (37) y La Costa, en Chambas, con 49, confirman el contagio extendido al interior de los barrios.

Ese contagio ha hecho de los primeros once días de julio no solo los más letales, con 15 fallecidos reportados, sino los de mayor transmisión en lo que va de enfrentamiento a la COVID-19, con 2 052 positivos. A este paso, el séptimo mes del año volverá a dejarnos indefensos frente a la sensación terrible del miedo.

Todos los municipios incrementan sus indicadores de casos confirmados y tasa de incidencia en los últimos 15 días con respecto a los 15 días anteriores. No hay lugar donde podamos sentirnos a salvo. Porque si 152 positivos en Ciego de Ávila o 119 en Morón resultan apabullantes para estos territorios y la infraestructura de que disponen, en la misma proporción lo son los 29 de Primero de Enero o los 41 en Baraguá.

Aquí lo importante no es el número en sí mismo, sino lo que representa en el contexto municipal. Digamos que, para Majagua, localidad de poco más de 25 400 habitantes, 131 enfermos en la última quincena elevan la tasa de incidencia, que es lo mismo que el riesgo de contagiarse, a 511.6 por cada 100 000 personas. O que, para Bolivia, con 99 casos en igual período y menos de 16 000 habitantes, la incidencia sea tan alta como la del municipio cabecera, que ha reportado la barbaridad de 1 032 confirmados.

Los problemas organizativos que han gravitado sobre la dispersión del virus, la alta movilidad, el incumplimiento de las medidas de contención indicadas y el escaso aislamiento en la provincia, quedaron expuestos el sábado pasado durante un , en Presidencia y Gobierno de Cuba">chequeo de la máxima dirección del país.

El análisis alertó del desmontaje aquí de sistemas de trabajo y control que permitieron, en rebrotes anteriores, controlar el contagio en menos tiempo del que nos está tomando el actual, entre ellos la pesquisa activa a la entrada y salida del pedraplén Turiguanó-Cayo Coco y en los hoteles.

Asimismo, se indicó continuar ampliando capacidades en los centros asistenciales, sobre todo las de vigilancia intensiva y para la atención al paciente grave y crítico en terapia intensiva. Evidentemente, en el afán de disminuir la mortalidad, esas capacidades junto al transporte especializado y los equipos de ventilación mecánica marcarán la diferencia en el tratamiento oportuno de los pacientes que evolucionan desfavorablemente.

No obstante, cifras de confirmados como las de este domingo, y en general las de los últimos días, generan pronósticos poco halagüeños, al tiempo que “consolidan” la opción de mantener en sus domicilios a personas contagiadas. Aun cuando es un protocolo utilizado internacionalmente, después de 15 meses de enfrentamiento es un cambio de paradigma que habrá que madurar con carburo.

Porque si quienes deban permanecer en sus casas y tratarse allí, con la supervisión de una Atención Primaria a la que hay que reforzar con recursos humanos, no cumplen las medidas higiénicas establecidas, la epidemia no se va a acabar.

La buena noticia de este lunes es que en Ciego de Ávila comenzó la vacunación anti-COVID-19 con Abdala; que Morón casi termina su primera dosis y que, a pesar de los pesares, no se deja de trabajar.