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    Inolvidable Melba, a cien años de su natalicio

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    Inolvidable Melba, a cien años de su natalicio

    A cien años de fecunda existencia física y espiritual arriba este miércoles 28 de julio Melba Hernández Rodríguez del Rey, heroína del Moncada, de la clandestinidad, de la lucha guerrillera en plena Sierra Maestra e incansable luchadora por todas las causas justas luego del triunfo revolucionario, el 1 de enero de 1959.

     

    De su proverbial modestia y de su trato amable y familiar, con todos, se ha escrito bastante, aun cuando a quienes la conocieron siempre les parezca insuficiente.

    Hasta yo, que apenas tuve el privilegio de verla un puñado de veces, conservo la insatisfecha sensación de que periodistas, comunicadores, conferencistas, estudiosos e investigadores no hemos transmitido, en justa medida, la dimensión, sobre todo humana, de Melba, a quien solemos asociar a Haydée Santamaría: confinadas ambas en el reclusorio para mujeres ubicado en Guanajay, por su participación en acciones vinculadas con el asalto al Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba.

    Aquel, sin embargo sería apenas el preludio o inicio de toda una vida consagrada a la Revolución cubana, hasta el momento en que fallece, con casi 93 años, el 9 de marzo de 2014. A menudo, hurgando en mi archivo fotográfico, encuentro fotos como las que acompañan a estos apuntes, que grafican la siempre esperada y grata presencia de Melba en  los festejos centrales por el Día de la Rebeldía Nacional (26 de Julio). Ver, saludar, besar a una de las dos únicas mujeres cubanas que participaron en la gesta, le aportaba siempre un matiz especial, de exclusividad, a la conmemoración,  no importa en qué provincia tuviese lugar.

    El Aeropuerto Internacional Frank País, de Holguín, por ejemplo, fue testigo de la misma ternura que también captarían lentes fotográficos y cámaras de video en la siempre rebelde, hospitalaria y heroica ciudad de Santiago de Cuba.

     

    Inolvidable Melba, a cien años de su natalicio

     

     

    Recuerdo que, condensando en sí todo el respeto, cuidado y precaución del mundo, para no alterar de ningún modo la apacible estancia de la heroína, periodistas de diversos medios solíamos rodearla para, convertidos en hijos, nietos y hasta bisnietos, escuchar sus vivencias, alertas y consejos.

    Entonces sobrevenían el beso y el abrazo de la pequeña que logra desprenderse de la mano de mamá, el privilegio de la niña cuyos dedos Melba no cesa de acariciar mientras conversan casi en un susurro, el inmenso cake sobre una mesa rodeada de niños que luego contarían en sus respectivas aulas y en el barrio cómo celebraron, en medio de las actividades por el 26 de Julio, también el cumpleaños de la destacada revolucionaria.

    Y sí. Claro que se hablaba acerca de ella. Alguien siempre se encargaba de evocar cómo así, tan delicada y cariñosa, participó en la impresión y distribución del manifiesto titulado A Cuba que sufre, en el que Fidel y sus compañeros de presidio dejan bien claro que no habrá tregua en la lucha contra la dictadura encabezada por Fulgencio Batista,  o  cómo en 1954 se entregó por completo a la recogida de fondos, impresión y distribución del alegato de autodefensa La historia me absolverá.

    Honrando a los agradecidos, teníamos delante a la cubana que, de regreso, torció directo hacia la Sierra para situarse incondicionalmente bajo las órdenes del Comandante Juan Almeida Bosque, en territorio del Tercer Frente Mario Muñoz Monroy.

    Y para que nadie lo ignore, esa apacible anciana, cuyas cenizas, por voluntad propia, ocupan espacio en el Mausoleo de los Mártires de la Revolución, cementerio de Santa Ifigenia,  Santiago de Cuba, es la misma que, tras la victoria, echó a un lado la posibilidad de descansar, reponer energías, acogerse al sosiego del ambiente hogareño, para asumir responsabilidades como Presidenta del Comité Cubano de Solidaridad con Vietnam Laos y Cambodia; miembro del Presídium del Consejo Mundial de la Paz; Secretaria General de la Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina (Ospaaal); embajadora de Cuba en la República Socialista de Viet Nam y en Kampuchea, así como directora del Centro de Estudios sobre Asia y Oceanía, entre otras sobresalientes funciones.

    Por los vietnamitas, hay que decirlo, llegó a sentir una pasión verdaderamente ilimitada, sin duda en total correspondencia con el sentimiento que hacia ella y hacia Fidel se ha transmitido de generación en generación en aquella porción de continente asiático.

    Han transcurrido más de 20 años y me parece estar mirándola mientras conversaba con el subdirector y un periodista del Nhan Dan, Órgano Oficial del Partido Comunista de Vietnam, quienes en virtud de relaciones realmente fraternales visitaban por esos días nuestro archipiélago. No podría precisar qué tiempo exacto duró aquel diálogo, para el cual nadie prefijó cotas sobre las agujas del reloj.  Yo solo sé que en la acogedora casita de Melba no cabía más amor de verdadera familia. 

    Por haber estudiado en Cuba, Phan Ba Linh, el más joven de los dos visitantes, no daba abasto traduciendo ideas, mensajes y reflexiones de su subdirector, así como impresiones propias. Por fin llega el no deseado momento de la despedida. De pie, ninguno de los tres quiere decir adiós. Por un instante, las palabras parecen perder todo sentido de ser y quedan abrazados por la mirada, con la cómplice confesión de las manos agarradas.

    Entonces Melba, bella e inmensa como siempre,  solo expresa en tono de tierno consejo: “Cuídense mucho”.Es curioso, en ese momento Viet Nam progresa aceleradamente en todos los sentidos. Cuba, en cambio, atraviesa las más crudas adversidades del llamado Período Especial,  con la sempiterna voluntad imperial de asfixiarnos.

    Quizás por ello,  “cubanizado” desde sus años de estudios universitarios en Villa Clara, Ba Linh se funde con Melba en un abrazo mientras, con una 

    humedad poco común en los rasgados ojos de quienes habitan aquel continente, suplica: “Cuídese más usted… cuídense todos, por favor”.

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