Erguido y vigoroso, el Gallo quiere volver a cantarle a un pueblo que también parece apagado y necesita recobrar las fuerzas para salvar a sus hijos. Entronizado en su colina, desea estremecer a Morón, en un llamado a integrar los factores de la comunidad como opción viable para cumplir las metas que permitirán vencer la pandemia.
Llega entonces un líder, carismático y emprendedor ―si acaso no es esto redundante―, palpa los sentimientos de la gente y con su actitud les devuelve la confianza y la inspiración durante la charla en un parque, la reunión en la fábrica, el diálogo franco y abierto en los sitios donde laten las preocupaciones. Su discurso se siente cercano, transmite seguridad y el auditorio se expresa con la avidez de quien necesita ser escuchado y la esperanza de encontrar soluciones a sus inquietudes. Se descubren angustias, pero también deseos de hacer y aportar para salir de una crisis que revela todas las carencias, incluso las espirituales.
En el cruce de palabras trasciende un llamado a evitar concentraciones en lugares públicos, pero también se proponen fórmulas para conseguirlo, como los servicios de mensajerías para bodegas y farmacias, la distribución de los horarios de los bancos (en las mañanas atenderán a la ciudadanía y en las tardes a las empresas). Las medidas, acompañadas de acciones que garantizan su cumplimiento, pudieran propiciar un cambio en la situación epidemiológica en los próximos 20 días.
La transformación del panorama requerirá, además, de un incremento en la percepción de riesgo de la población y responsabilidad familiar, término este último que se traduce en no ocultar los síntomas ni negarse a recibir asistencia médica en el hospital o los centros de aislamiento. El internamiento de los enfermos minimizará los riesgos de transmisión de la enfermedad en las comunidades.
La COVID-19 es otra pelea que se gana en la cuadra, mediante la activación de los sistemas de trabajo comunitario integrado, la búsqueda perenne de estrategias para sumar a los pobladores a las tareas que se ejecutan para beneficio colectivo. Se trata de comprometer a los albañiles del barrio con la reparación del consultorio médico de la familia (CMF) donde serán atendidos él, su familia y los vecinos.
“Hemos comprobado que existen muchas personas con capacidad y disposición para ayudar”, dijo el viceprimer ministro Jorge Luis Tapia Fonseca. Al hablar de los CMF el líder convocó a dignificarlos, mediante la organización de un programa de recuperación y el empleo eficiente del presupuesto local. Son diversas las maneras de enaltecer la imagen del sistema de salud cubano, desde el empleo adecuado de la vestimenta en médicos y enfermeras, hasta la sensibilidad en su desempeño.
Así, el dirigente, sabio y con cualidades de maestro en técnicas de dirección, intenta no dejar escapar ningún detalle sobre las dolencias de un pueblo. Critica con agudeza y, sin “paños tibios”, también responsabiliza a las autoridades locales por las dificultades existentes. En este contexto Tapia Fonseca indica desplegar programas sociales que, a la par del enfrentamiento a la COVID-19, permitan solucionar deficiencias relacionados con la higiene comunal y el mal estado de los viales.
“Esto se puede lograr con creatividad, liderazgo político, movilización e impulso de la colectividad. Aquí hay mucha gente buena. Morón puede, lo digo con cariño hacia este pueblo, con la convicción de que las grandes crisis pueden generar grandes soluciones”, enfatizó. Las palabras motivan y comprometen. No hay tiempo que perder. El Gallo de Morón tiene que volver a cantar.