Camilo Cienfuegos: Octubre de flores y memorias

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Camilo Cienfuegos: Octubre de flores y memorias

 

Camilo Cienfuegos lo tuvo todo para ser todavía el bonachón entrañable al que seguimos poniéndole flores más de medio siglo después. Para seguir rondándonos la memoria con las estampas del sombrero calado sobre la larga melena, la pasión de sus discursos, y el misterio de su adiós.

No fue solo carisma. Con él coreaba un millón y medio de cubanos en aquel discurso: “De rodillas nos pondremos una vez, y una vez, inclinaremos nuestras frentes… y será el día que lleguemos a la tierra cubana que guarda 20 000 cubanos, para decirles: ¡Hermanos, la Revolución está hecha, vuestra sangre no salió en vano!”.

Camilo conmocionaba al pueblo porque era de pueblo. Desde sus 16 entendió que ir a manifestarse era cuestión de conciencia. Y cada paso después, forjó poco a poco al Comandante. Entrar a San Alejandro para estudiar. Tener que dejar ese sueño porque su familia no podía permitírselo. Vivir en el exilio. Trabajar como sastre. Inspirarse en la Guerra Civil Española y querer para Cuba una República libre, conseguir incluirse en la expedición del Granma, tras una larga labor de convencimiento sobre su fervor.

El resto es historia sabida. Llegó de soldado raso a la Sierra Maestra y salió Comandante con casi 25 años. “Gracias por darme la oportunidad de servir más a esta dignísima causa por la cual estaré dispuesto a dar la vida y de ser más útil a nuestra sufrida Patria”, diría en ese momento. “Más fácil me será dejar de respirar que dejar de ser fiel a su confianza.”

Fue capaz de bromear, de ser humano y de compartir lo poco en medio de una guerra, de hacer amigos fieles y guardar el corazón limpio para los tiempos de paz.

Los niños que de un modo quizás diferente le pondrán flores este 28 de octubre, son ya los nietos de aquellos que se sumaron a la búsqueda por toda Cuba para encontrar al Señor de la Vanguardia, luego de aquel fatídico octubre. Pero su actitud es la misma. Un gracias, y un hasta siempre.