Futbolistas de mi barrio

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Futbolistas de mi barrio

 

Ajenos a todo, parecían flotar sobre una alfombra fantástica con el balón de fútbol en la puntera del zapato.

Desde el quinto piso del edificio donde vivo yo los miraba, sin poder evitar una mezcla de gozo con admiración.

Hacía muy poco tiempo que se habían conocido y, en cambio, daban la impresión de haber convivido juntos desde siempre.

Ciego de Ávila vivía aquellos días en que el distanciamiento todavía no remontaba el rigor de un tiempo después, cuando quedó terminantemente prohibido irse a emplear el tiempo libre en un área deportiva.

Pero ni siquiera ese era el caso de ellos. Les bastaba un poco de imaginación para ver el pequeño espacio que hay al fondo del edificio multifamiliar convertido en un terreno de fútbol “con todas las de la ley”.

“Qué bien se llevan —le comenté a mi esposa—, ni una discusión u ofensa y mucho menos alguna de esas malas palabras que, a veces, por irresponsabilidad de los padres, llevan los niños a punta de lengua.”

Pero lo que más me agradó siempre fue ver que no sólo César, Ernesto o Yamichel intentaban hacer maravillas con el balón. Allí estaban, en ambas porterías, nada más y nada menos que Yisel y Lía.

Recuerdo que días después, cuando me detuve a conversar durante unos segundos con Ernesto y César, este último me dijo: “Eso es para que nadie piense que nosotros somos machistas”. Y ambos irrumpieron en una pícara carcajada.

Ayer, cuando la tarde se desplomaba completamente entre dos luces, volví a verlos. Caminaban con paso lento por su imaginario campito de fútbol. Tuve la impresión de que calculaban algo… no sé si los inciertos días que todavía puedan faltar para el retorno a una normalidad que, sin llegar a ser la de antes, al menos deje margen para el pupitre en clase, y para darle con todo al balón, antes de subir a tomar el baño de cada día.

Quizás ignoren cuanta salud puede aportar ese modo, aparentemente simple, de entretenerse.

Y tal vez no sepan lo que sí está claro para técnicos, entrenadores y expertos del ámbito deportivo: dentro de ellos, incluidas esas dos preciosas niñas de blanca y mestiza piel, puede haber una de esas promesas nacionales y hasta internacionales que un buen día sorprenden a esa misma voz familiar que ahora, entre dos luces, o sin luz ninguna ya, grita desde el balcón: “¡Por favor, Cesarito, deja ese balón ya y acaba de subir a bañarte… oye, me tienes hasta la coronilla con el fútbol!