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    Fidel y su eterna juventud

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    Fidel y su eterna juventud

    Treinta y dos años y una Revolución salida del horno, hirviendo todavía, le hubieran cortado el aliento al más barbudo de los rebeldes, porque ni el llano era la sierra ni, un ejército, un país; pero los desafíos suelen convertirse en propósitos a esa edad en la que nada parece imposible… si empiezas a creértelo tú mismo.

    Y si, además, te llamas Fidel Castro y te hiciste abogado para defender a los humildes, causa aparentemente indefendible en aquella Cuba que lucraba hasta con su futuro. Si ya asaltaste un cuartel, casi con las mismas probabilidades de salir libre o mártir y te aferraste al Apóstol en el año de su centenario, vindicado como la estampita de un santo protector, que guía. Si te embarcaste en una expedición “suicida”, en la que 82 hombres a bordo debían hacer tambalear un país y aun con 12 reagrupados bajo cinco palmas seguiste creyendo que eran suficientes y nadie se rindió ni un carajo. Si ya atravesaste la Isla esquivando las ráfagas de las avionetas y tienes la fuerza moral para conducir la nación que luego, formalmente, te será encomendada…

    Pues entonces, y solo entonces, podrías coquetear con la estirpe de la eterna juventud, que es dada a la revolución constante de ideas, a la siempreviva del pensamiento y la acción. A esa edad en la que los fulgores veinteañeros fueron cosa de una década atrás y la madurez bebe de la experiencia que logras cultivar; parecería que tienes los años perfectos para embalsamar tu alma. Tan joven y tan viejo… like a Rolling Stone, como diría un poeta cantor.

    Tan eterno Comandante, lo avivaría un pueblo en pleno después, cuando al pasar de los años no menguaba su vitalidad y discursaba por horas de pie y leía sin tregua si debía ir de un lugar a otro porque padecía la extrañísima cualidad de estar en todas partes, del ciclón al cañaveral en un santiamén, de un proyecto científico a una escuelita, de un país amigo a la escalerilla del avión recibiendo a los amigos que terminarían siendo un país. Fidel omnipresente.

    Con visión de infrarrojos o de águila para ver donde nadie alcanzaba, con esa “gracia” de predecir sin ser cartomántico y de prever siendo estadista. Con esa “fuerza de la imaginación que lo arrastra a los imprevistos”, con una “pasión encarnizada. Y, en especial, si tiene que enfrentarse a la adversidad. Nunca como entonces parece de mejor talante, de mejor humor”, al amigo, quien luego remataría la imagen con la cita de alguien que, conociendo muy bien al Comandante, le dijo: “Las cosas deben andar muy mal, porque usted está rozagante”.

    Así se perpetuaba Fidel; otra vez, convirtiendo los reveses en victoria. Con el mito de lo infatigable, lo incansable, lo imposible…, con la actitud desafiante que tiende a imputárseles, sobre todo, a los jóvenes.

    Y él lo sería hasta en sus 90, aunque ahora recordemos su nacimiento, a Lina en 1926 dando a luz en metáfora perfecta: luz. Celebrando, de paso, a las juventudes que mucho tiempo después, en 1999, se agenciaron un día del calendario mundial, apropiándose del 12 de agosto; fecha premonitoria, sin dudas.

     

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