Rudy y Sandro: del hotel al mercado agropecuario

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Ruddy

«Acabamos de cerrar, pero dígame, qué usted desea. En qué podemos servirle», fueron las primeras palabras del administrador del Mercado Agropecuario Estatal (MAE) número Cinco, La Mandarina, en el poblado de Ciro Redondo, el municipio avileño que más cerca está de lograr el autoabastecimiento territorial, en una combinación bases productivas-acopio.

A primera vista y luego del intercambio inicial se me antojó pensar en que el administrador de marras no procedía de Acopio, ni del sector de la agricultura; tampoco el dependiente que lo secundaba.

De inmediato supe que Rudy Machado Quiñones y Sandro Javier Batista Silvera son dos de los tantos trabajadores del turismo que, a raíz del cierre de los hoteles del destino Jardines del Rey por motivos de la Covid 19, decidieron buscar otros horizontes, dar el paso para ayudar en lo que fuera posible, luego de acogerse a la reubicación laboral en tiempos de pandemia.

Fue así como se vieron enrolados en el MAE, una actividad muy difícil y diferente a la que siempre han realizado.

«Nos dijeron que había dos plazas disponibles en el mercado. Nos aceptaron y aquí estamos», asevera Rudy.

«Ya no se trata del cuello y la corbata, los zapatos bien lustrados. Ahora nos ponemos las botas de goma, la camisa de mangas largas, la gorra o el sombrero, como el más campechano de los guajiros», comenta Sandro.

Ambos coinciden en que a partir del 14 de mayo hubo numerosos cambios en las rutinas cotidianas que los han obligado a transformarse, a ser otros sin dejar de ser ellos mismos.

Afirman que reciben más enseñanzas que las que aportan. Y sustentan la aseveración en que, por ejemplo, no es lo mismo la animación, el servicio gastronómico, bailar para el cliente, que estar dentro del mercado, donde se habla otro idioma y se tiene otras responsabilidades, con gran control sobre los productos. «Si en algo se parecen los dos oficios, afirma Rudy, es que para nosotros el cliente de acá tienen los mismos derechos que los visitantes de otros países, aunque aquellos vengan a disfrutar y estos a llevar a casa la comida que necesitan».

Y para solo poner un ejemplo de cómo se controla, de inmediato salta al escenario el famoso M-3, un modelo que a Rudy le ha resultado más difícil de aprender que los cinco idiomas que domina.

«El M-3 es como la bitácora del mercado, donde uno está obligado a plasmar la entrada y salida de los productos, el cambio de calidad, el traslado de naves…Es más complicado que tratar con turistas».

Para Sandro y Rudy el hecho de aportar en un trabajo socialmente útil es muy gratificante, más en los tiempos de la Covid, en que la gran mayoría de los connacionales están ocupados y preocupados con la pandemia. «Desde esta trinchera, también hacemos país. Además, uno tiene la posibilidad de servir fuera de los cayos, de intercambiar con las personas de la Isla Grande y de aprender, porque esto nos deja una lección: «se puede ser útil en cualquier parte si el oficio lo desempeñas con amor», refiere.

Y es que la intención de ser útil es buena, como bueno sería también que un día cercano, los mercados estén abarrotados y con ofertas variadas. Que esa fuera la norma y no la excepción, como ha llamado la máxima dirección del país.

No quiere decir que el mercado la Mandarina haya estado malo antes de la llegada de los dos jóvenes, pero ellos han puesto el sello propio, el sello de la organización, el buen trato, la amabilidad, la cordialidad y hasta la búsqueda de alternativas.

Y si de eso último se trata, por vez primera veo que en un mercado empleen como estrategia de minimización de las pérdidas el aprovechamiento de las partes sanas de frutas dañadas para su venta troceada en bolsas. «Lleva un poco más de trabajo, pero se aprovecha el producto y tiene gran aceptación».

«La gente recibe nuestro servicio y sale contenta. Hasta Yunexi, la directora de Acopio, y Yailín, la jefa de Mercados Agropecuarios en el municipio —un binomio de armas tomar cuando de exigencia se trata— vienen a cada rato.  Lo escudriñan todo y aceptan que nuestro desempeño es bueno. Así que, sin proponérnoslo, hemos partido la mandarina al medio», comenta Rudy en tono jaranero.

El progreso, la limpieza, se cuelan por los intersticios, por las paredes del mercado, pulcras: «nosotros lo limpiamos todos los días, cuando terminamos la jornada de la mañana y al final de la tarde. Siempre dejamos la mercancía organizada para el otro día cumplir con el horario establecido. A veces llegamos a la casa pasada las 8:00 de la noche y, en ocasiones, más tarde», refiere Sandro.

La vox populi corrió como pólvora incendiada. En Ciro Redondo, y más allá, llego el rumor de «dos muchachos del turismo que prestan un servicio de excelencia en uno de los mercados agropecuarios del poblado». Quizás, para entonces, ya usted haya leído la historia contada por los propios protagonistas: un jefe de animación y un trabajador de servicios gastronómicos del destino turístico Jardines del Rey.