Especialistas cubanos detectaron el extrañísimo virus Sars-CoV-2, justo el mismo día en que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba pandemia la enfermedad, el 11 de marzo de 2020. De inmediato comenzó a expandirse por esta isla alargada y estrecha casi a la misma velocidad del viento, ayudada por las indocilidades de una gran parte de la población. Ahora mismo, este miércoles, acaba de reportarse en Ciego de Ávila seis nuevos casos.

El  23 de marzo, Ciego de Ávila confirmó el primer caso importado de la COVID-19, en la comunidad de Ceballos. Según el parte del momento, la paciente de 42 años de edad, llegó procedente de Loussiana, Estados Unidos, el 15 de marzo; a partir del 17 presentó síntomas y en los subsiguientes días se aisló en el hospital avileño Nguyen Van Troi, para luego ser trasladada al militar Octavio Concepción de la Pedraja, en Camagüey.

Fue el toque que encendió el bombillo rojo, con tenues e intensos parpadeos a lo largo de más de cinco meses, pero sin dejar de emitir señales.

En lo adelante, la lista creció en el territorio hasta los 96 contagios. Después hubo un impase de más de 90 días —93 para ser más exacto— sin reportes de la Covid-19 en la provincia, hechos que trajeron la ilusión, la esperanza. Esos tres meses de aparente calma, a todas luces, acrecentaron la indisciplina social: el no uso del nasobuco, las extensas colas sin guardar el espacio adecuado entre personas, la apertura de las discotecas y hasta cierta disipación de las autoridades frente a la situación de riesgo.

El 27 de agosto pasado Ciego de Ávila amaneció con la noticia de tener cuatro casos positivos a la COVID-19, todos residentes en el municipio de Venezuela, sin que se confirmara fuentes de transmisión en dos de ellos. Fue así como volvió el rebrote, casi siempre acompañado de la irresponsabilidad de los propios humanos.

Y el pasado lunes 31 la lista creció a 105 contagiados, con dos nuevos casos en el consejo popular Orlando González, en el municipio de Majagua; a ambos se le imputa más de medio centenar de contagios.

Es lógico, entonces, que el Consejo de Defensa en la provincia, encabezado por Carlos Luis Garrido, presidente, impusiera nuevas medidas restrictivas, entre las que se encuentran la suspensión de las actividades concebidas para el cierre del Verano por la vida, el uso obligatorio del nasobuco en áreas públicas y centros laborales, el reforzamiento del control en los enlaces fundamentales con las provincias de Camagüey y Sancti Spíritus y las limitaciones en el transporte de pasajeros, además de la prohibición de las fiestas familiares o institucionales e impedir la entrada de trabajadores con síntomas respiratorios a sus centros laborales, entre otras.

Si la población no permanece en los hogares el mayor tiempo posible, si no cumple con la limitación de movimientos en la ciudad y si no se sanciona con severidad a los infractores, quedará hecha trizas la estrategia avileña de lucha contra la COVID-19, porque como no se cansa de decir el doctor Durán, el riesgo está en cualquier lugar y las medidas hay que cumplirlas sin miramientos.

Cuando terminaba de escribir estas líneas, se reportaron en Ciego de Ávila seis nuevos casos.