Fidel, el pueblo y San Isidro

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Fidel, el pueblo y San IsidroAunque preparado para que su rostro no devele la más mínima expresión de asombro o de alteración ante determinada circunstancia, cuando la cámara se posa otra vez en Humberto López está indudable su expresión de asombro. Y no puede evitar decir lo mismo que pensamos millones de televidentes: pareciera que Fidel está mirando lo que ocurre en torno al llamado movimiento San Isidro.

El fragmento presentado en la Revista Buenos Días, de la Televisión Cubana -acerca de la posición que siempre distinguirá a Cuba frente a quienes, alentados y pagados por el imperialismo norteamericano, se prestan para provocar, subvertir el orden, dividir, denigrar a las autoridades y atentar contra la Revolución- nos deja la inequívoca sensación de que el Comandante en Jefe ha salido un instante de su serrana y rebelde piedra, allá en Santiago, para decirle a toda Cuba: he aquí lo que debemos hacer.

Y es que fue tan claro –como siempre. Nada de tolerancia ni de blandenguería con quienes traicionan al pueblo. Serenidad y justeza por nuestra parte. Concesión de principios, ninguna. Receta: sencillamente lo que establecen nuestras leyes, aprobadas y respaldadas, además, por la inmensa mayoría de la población.

Los nucleados en calle Damas No. 955, San Isidro, Habana Vieja, son tan brutos, torpes y anormales que, a la par de toda la inmundicia puesta en órbita desde su cavernícola gruta le han proporcionado al mundo la evidencia palpable e incuestionable de un show, dirigido por la varita del gobierno de los Estados Unidos, con clarísimos acordes de provocación y de injerencia en los asuntos internos de un Estado como el nuestro, al que por lo visto no acaban de conocer, desde que Martí le radiografió las entrañas al monstruo imperial y Maceo plantó lo que nunca le ha faltado a este archipiélago.

Hay que ser estúpido para declararse en huelga de hambre y poner a vista de todos los confines del globo terráqueo refrigeradores atestados de alimentos, en medio de bailables, groseros gestos y otros “contenidos” que no pudieron se contenidos por la desfachatez, la arrogancia y el irrespeto con que suelen actuar ese tipo de personas.

Todo un espectáculo, de esos que saben montar, los que a 90 millas, aúpan al desorden, pagan para que desacrediten y enloden a Cuba, aquellos que mercenarios al fin, por dinero, son capaces de vender a su propia madre.Y si de diálogo se tratara, tendría que ser a la medida del que tuvo Fidel con los intelectuales cubanos (16, 23 y 30 de junio de 1961) para explicar, razonar, aclarar mentes confusas o confundidas llegar a consenso, salir más fuertes y unidos, pero NUNCA con espacio para posiciones de fuerza, chantajes, presiones ni condicionamientos alentados por quienes nos odian y quieren destruir como nación.