La Revolución martiana al calor de las antorchas

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La Revolución martiana al calor de las antorchas

Las antorchas iluminaron la noche de aquel 28 de enero en una peregrinación desautorizada por los esbirros batistianos. Sin embargo, la iniciativa no se vio truncada. El fuego, sostenido por el pueblo, llegó desde la escalinata de la Universidad de La Habana hasta la Fragua Martiana. No fue preciso emplear los estandartes lumínicos, también convertidos en armas de defensa (con clavos), para repeler agresiones.

Fue indetenible el desfile por los 100 años del Maestro, en el que sobresalían, por su disciplina y formación, los bloques de la Generación del Centenario, con Fidel al frente. Estos jóvenes “ya habían encontrado un jefe e iban en busca de nuevos caminos de lucha”, como expresara el General de Ejército Raúl Castro Ruz.

En esa fecha el movimiento revolucionario agrupaba más de 1500 hombres, organizados en células. La lucha revolucionaria renacía y las iniciativas de Martí se retomaban para organizarla. La abnegación y el sacrificio permitieron la compra de 165 armas (fundamentalmente fusiles de poco calibre y escopetas de caza) y, en el más estricto secreto, se realizaba el entrenamiento militar de 1400 jóvenes.

Fidel hablaba, entonces, de la necesidad de “echar a andar un motor pequeño que ayude a arrancar el motor grande”. El primero aludía al Asalto al Cuartel Moncada y el segundo a la movilización popular revolucionaria con las armas arrancadas a la tiranía.

En 1953 existían en Cuba las premisas económicas y políticas para la Revolución. En esas condiciones la lucha armada iniciada por la Generación del Centenario, vanguardia del movimiento revolucionario, dirigido por Fidel; era el camino acertado. La acción armada y la lucha de masas estarían estrechamente vinculadas.