El insulto de mi ex vecina

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El insulto de mi ex vecina

La bloqueé. No porque sus criterios fueran diferentes, pues la Revolución también me educó en el respeto a la diversidad de opiniones; sino por la indignación que me produjo al injuriar su patria y renegar de su familia; porque nada puedo esperar de quien da la espalda a sus seres allegados por pensar distinto (si acaso son ellos quienes marcan la desigualdad.

La bloqueé porque una vez vistió con orgullo el uniforme militar que evoca a Camilo, sin embargo, hoy niega que ¡Venceremos! y se atrevió a desafiar una de mis publicaciones con la frase Patria y Vida, proclamándose defensora de un pueblo y destacando manchas en el “Sol”, el “astro” que dio a esa guajirita de Las Palmas, un apartado espacio de la geografía chambera, la oportunidad de crecer y convertirse en profesional capacitada para participar en la solución a los problemas.

La bloqueé porque me exasperó su falta de argumentos, su ridículo poder de persuasión, su incapacidad para reescribir la historia de Cuba…; porque tal vez ni siquiera exponía sus criterios, sino los que alguien le imponía para ganar algo a cambio. Solo lamenté haber perdido algunos megabytes y alrededor de 30 minutos de mi tiempo.

La bloqueé porque su Patria y Vida no es el mío; porque sus palabras (no tan suyas) ignoran la determinación de ¡Independencia o Muerte!, surgida con la Revolución de Carlos Manuel de Céspedes en 1868, y posteriormente devenida en grito de ¡Patria o Muerte!, en voz de Fidel, ante las constantes amenazas y el asedio de un poderoso enemigo.

La bloqueé porque los cubanos que no aman a su patria, no defienden su bandera, ni respetan a sus héroes, me hablan en un lenguaje desconocido y no puedo, ni quiero entenderlos; porque no tolero la hipocresía de quienes han entonado las notas de nuestro Himno Nacional sin sentirlo ni comprender que “morir por la Patria es vivir”.

La bloqueé, simplemente porque me considero digno e incapaz de olvidar mis raíces (de dónde vengo y cómo llegué a donde estoy); porque me numeró muchas carencias, pero lo hizo desde la acera de enfrente, con ánimo destructivo y sin proponer una solución. No me habló de las miserias humanas.

Ailén (que ahora te nombras Ayln y recortas tu primer apellido), para criticar mi país se requiere dignidad y vergüenza. No estoy cegado por la pasión como me sugieres, tampoco me censuran o autocensuro, ni mi discurso está condicionado por opiniones ajenas.

La libertad de expresión es un derecho que también puedo ejercer desde mi labor, porque aproveché las oportunidades que la Revolución me dio y, siendo un guajirito de tu misma tierra, puede hacerme periodista y luego politólogo, en una de las mejores universidades de América Latina, tal vez del mundo.

Tampoco habrás olvidado a mi madre que, desde sus 24 años (ya tiene 54), ha logrado sobrevivir a complicadas enfermedades, como resultado de tratamientos recibidos, de forma gratuita, en los mejores hospitales de Cuba. También, y puedo decirlo con el mayor orgullo, gracias a la solidaridad de los vecinos de Las Palmas, donde vive gente humilde y sacrificada, capaz de compartir lo que tiene para ayudar al prójimo, cualidades típicas de los cubanos y con valor superior a la abundancia de esos países que asumes como paradigmas, donde paradójicamente muchas personas sufren de hambre, desempleo y mueren de enfermedades curables.

Por eso y por muchas otras razones, siento orgullo de vivir en Cuba y me cuento entre los agradecidos. Yo también enjuicio ―es parte de mi ejercicio profesional― y lo hago con la mayor agudeza, pero desde una postura revolucionaria, proponiendo alternativas para mejorar y avanzar hacia el logro de un país mejor. Jamás arremetería contra mi patria y bandera al aplaudir y hacerme eco del discurso vulgar, vano y pagado de un video clip. Mucho menos tomaría como referente a elementos que han ganado el repudio de un pueblo, ese pueblo que sufre las mismas carencias que tú, sin embargo, no negocia ni prostituye su nación.