Anormalidades de la Nueva Normalidad

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Anormalidades de la Nueva Normalidad

 

De la Nueva Normalidad, me atrevo a asegurar, solo se ha interiorizado la última palabra, a juzgar por un ambiente de relajación que alude a fallos en la memoria para recordar la situación vivida en la provincia de Ciego de Ávila, convertida en epicentro de la pandemia de COVID-19 , hace solo tres meses.

¿Cómo es posible borrar el pasado inmediato, marcado por miles de enfermos, cientos de fallecidos, hospitales colapsados, carencias de medicamentos, sacrificios, incertidumbres y dolencias que siempre estarán latentes ante el recuerdo del familiar, amigo o vecino?

En la reciente rendición de cuenta de su gestión ante el Consejo Provincial, Tomás Alexis Martín Venegas, Gobernador del territorio avileño, contabilizó ―desde marzo del año 2020― un acumulado de 50 mil 771 casos confirmados y 742 fallecidos, lo que representa una letalidad de 1.5%.

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Subrayó la alta transmisión de la enfermedad durante los meses de julio y agosto, con 37 243 pacientes contagiados, lo que conllevó a la ampliación de las capacidades de ingreso en más de 5 500 camas, en un corto plazo, y a transformar nuevas instalaciones en centros de atención a pacientes, llegando a alcanzar la cifra de 50.

Otras afirmaciones también aludieron a la tristeza del momento: fue necesario ampliar la producción de sarcófagos y aumentar la construcción de nichos; además de invertir en un nuevo cementerio en la cabecera provincial, con más de 5 000 capacidades.

No se trata de vivir aferrados a recuerdos ni con miedo al presente, sino de asumir la responsabilidad que exige la actual coyuntura, sin renunciar el entusiasmo por retomar las rutinas, pero conscientes de la permanencia de un virus que se torna amenazante al mutar hacia formas más contagiosas y agresivas, contra las cuales se desconoce la efectividad de las vacunas.

En la actualidad el mundo enciende las alarmas ante la aparición de Ómicron (B.1.1.529), variante del virus del SARS-CoV-2 que se plantea como nuevo desafío para la humanidad tras ser declarada por la Organización Mundial de la Salud como preocupante, debido a su rápida dispersión.

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Ómicron surgió para implantar un nuevo cambio en las rutinas de vida y reposicionar a la pandemia, olvidada por algunos al calor de la inmunización y ante la proximidad de las festividades navideñas, el final de un año y el comienzo de otro. Estudios preliminares sugieren cambios en la estructura del virus que pudieran disminuir la eficacia de las vacunas.

En ese contexto preocupan la imprudencia y el desorden en espacios públicos, y se presentan desafiantes las fiestas privadas y populares, donde el nasobuco molesta para estallar en un grito de alegría, se baila pegado y circulan, de mano en mano, los vasos con bebidas alcohólicas, un ambiente fácil de predecir y complejo para enfrentar.

Son frecuentes las aglomeraciones de personas y el desacato a las regulaciones de distanciamiento físico, no siempre justificadas por las carencias y favorecidas por la falta de iniciativa e incapacidad para sostener prácticas implementadas a favor de la organización de las ventas y el cumplimiento de los protocolos higiénico-sanitarios.

El presente se muestra irreverente y burlesco cuando, en plena vía pública, el nasobuco se convierte en gargantilla o prenda para llevar en la mano y usar solo ante la emergencia impuesta por la presencia de la Policía, que no es la única autoridad facultada ante la Ley para corregir las contravenciones que ponen en riesgo la salud colectiva.

La Nueva Normalidad “crece torcida”, sin que haya una proyección mayoritaria para oponerse a las violaciones, ni siquiera un desempeño eficiente de quienes tienen el encargo estatal de hacer cumplir las normativas y sancionar con severidad cuando las circunstancias lo exijan.

Apelar a la responsabilidad y sensibilidad de las personas continúa siendo el recurso ideal, sin embargo, ante reiteradas desobediencias urge aplicar con rigor y justicia lo dispuesto en el Código Penal o en el Decreto Ley 31/2021 “De las infracciones de las medidas sanitarias para la prevención y enfrentamiento de la Covid-19”.

Las inspecciones sanitarias no deben limitarse a la revisión de la fecha de los envases con soluciones desinfectantes o el estado de los pasos podálicos ─sin desestimar la importancia de estas acciones─, considerando la coexistencia de conductas con mayores implicaciones en la salud y sugerentes de un ambiente de impunidad.

Al margen de las deficiencias de segundas o terceras personas, conviene detenerse en la responsabilidad individual como determinante de los comportamientos colectivos, de manera que se participe y las acciones sean consecuentes con la premisa de restablecer el funcionamiento de la sociedad.

Es justo mantener actitudes congruentes con los esfuerzos realizados para garantizar la salud pues, a pesar de las limitaciones económicas derivadas de la crisis económica internacional y el recrudecimiento del bloqueo estadounidense contra Cuba, se logró contener la pandemia, a un costo superior a los 300 millones de dólares.

La sumatoria de comportamientos conforman, además, la imagen de una sociedad que debe ser consecuente con las ayudas solidarias recibidas de varios países, y repercute sobre la confiabilidad de una nación que se muestra como destino seguro para viajeros internacionales.

Cuba adopta protocolos sanitarios ajustados a la situación sanitaria en el orbe ―a partir del próximo 4 de diciembre de 2021 se aplicarán medidas de reforzamiento en el control de los viajeros internacionales― y, en consecuencia, al interior de la nación no deben ser menores los esfuerzos para reducir las vulnerabilidades.

El control sanitario, en todos los escenarios, será garante de tranquilidad al preservar la salud del pueblo y facilitar la recuperación económica, de modo que sea posible incrementar la producción de bienes y servicios.

“Las complejidades de la COVID-19 fueron superadas en Cuba, pero no en el mundo, por tanto, se debe continuar perfeccionando el control en las fronteras y la vigilancia epidemiológica al interior de la nación para evitar otro rebrote; ese debe ser uno de los objetivos de trabajo fundamentales en el próximo período”, afirmó el vice primer ministro Jorge Luis Perdomo Di-Lella, durante su más reciente visita a la provincia avileña.

Razones suficientes para mantener la percepción de riesgo y una actitud responsable, también por respeto y en honor al esfuerzo de quienes han permanecido en las zonas rojas o en la creación de vacunas que permiten transitar más protegidos, inmunes y felices ―como dice la popular canción― hacia una Nueva Normalidad, que avanzará o retrocederá según decidan nuestros actos.