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    Camilo Cienfuegos, las claves de su cercanía

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    Camilo Cienfuegos, las claves de su cercanía

     

    El aniversario 90 del Comandante Camilo Cienfuegos (La Habana, 6 de febrero de 1932) llega en 2022, cuando evocarlo alienta de nuevo a sus compatriotas con los resortes de una cercanía que ni la muerte ni el tiempo han logrado difuminar.

    Y más en una hora en que brilla su talla de guerrero y el ejemplo del Señor de la Vanguardia inspira las convicciones revolucionarias de tantos jóvenes de hoy. A sus 90, el Héroe de Yaguajay acompaña, sencillo y redivivo a los connacionales que hoy defienden la soberanía, condenan el bloqueo y trabajan por el desarrollo del país.

    Pero todos saben que el joven sonriente del sombrero alón era más que un primer soldado del Ejército Rebelde. Desde niño y adolescente mostraba su apego a las raíces más genuinas de la idiosincrasia de su pueblo y su corazón amoroso y patriótico era también un pozo de cubanía. He ahí una de las claves de su presencia constante entre los coterráneos.

    Un ejemplo entre miles da fe: ¿Quién no lo recuerda vestido de pelotero, cuando participó en un placentero juego de béisbol junto a sus camaradas combatientes, entre ellos el propio líder de la Revolución? Y aquella broma con que anunciaba que pertenecía al mismo equipo del Comandante en Jefe, porque contra él no iría nunca, ni siquiera en el juego nacional.

    Sus allegados de entonces guardaron múltiples anécdotas que lo recordaban como persona jaranera y traviesa como un niño, aunque se comportara como un león en los combates de la tropa que comandaba en el Ejército Rebelde frente a los soldados de la tiranía.

    Hay quien rememoró que el Che, de talante mucho más serio, solo toleraba y consentía las bromas que Camilo le gastaba, siempre que podía, entre los combates o las operaciones militares. Como aquella de tomar parte de las pequeñas raciones de leche condensada que el argentino consumía más lentamente, pues era un verdadero lujo conseguir una latica del producto, destinado a matar el hambre y recuperar energía.

    Otro rasgo de su personalidad, caro a los cubanos, era su solidaridad, la cual ponía en práctica desde la niñez en defensa de los amiguitos más tímidos y que sufrían abusos a manos de grandotes. También se recuerda su conducta caballerosa con las niñas.

    Tal vez parezcan nimiedades, pero… ¿A qué compatriota no le gusta rememorar a Camilo Cienfuegos no solo como el sobresaliente estratega que fue junto al Che en la ofensiva rebelde de Oriente a Occidente?

    Muchos también aman sentirlo tan llano, tan criollo y tan buena gente como uno mismo. Es cierto que su trayectoria y desempeño guerrillero fueron decisivos. Fue una etapa muy influyente, pues creció mucho más a partir de la segunda mitad de 1958 y propinó un impulso notable para la consecución del triunfo revolucionario del Primero de Enero de 1959. Quién sabe si la alegría perenne de Camilo fuera un motor impulsor de su liderazgo.

    Otra cualidad de la personalidad criolla o cubana era su pasión y su ímpetu en las acciones de su vida. Desde adolescente participó en protestas contra la carestía de la vida y otros desmanes de la tiranía batistiana.

    Viajó luego a Estados Unidos y de ese país fue deportado. Vuelve a La Habana y se integra al movimiento revolucionario estudiantil. Al ser fichado por los órganos represivos del dictador, opta de nuevo por el exilio.

    Su tenacidad, otro rasgo del espíritu nacional, se puso de nuevo a prueba y salió airosa cuando decide viajar a México para tratar de encontrarse allí con el joven abogado Fidel Castro. Había tenido noticias confidenciales de que este prepararía una expedición a Cuba, con fines libertarios. Y por supuesto, él quería participar.

    Una digresión: Camilo Cienfuegos, patriota humilde, tenía a quien salir. Era hijo de dos emigrantes pobres españoles, radicados en la barriada de Lawton de la capital, quienes a pesar de no haber nacido en esta tierra les inculcaron a sus hijos el decoro, el patriotismo y muchos rasgos de su honradez propia y además inclinaron al niño hacia el amor a José Martí, un héroe que ellos admiraban.

    Al conseguir que lo aceptaran entre los expedicionarios, salió de la hermana nación en el yate Granma el 25 de noviembre de 1956 desde el Puerto de Tuxpan junto a otros 81 futuros combatientes dispuestos a vencer o morir por la independencia de la patria.

    El azaroso desembarco se produjo el dos de diciembre por la zona de Las Coloradas. Junto al duro bautizo de fuego de Alegría de Pío, estos hechos lo llevaron a tomar la decisión de ser fiel a la causa hasta el final. Obtuvo los grados de Comandante del Ejército Rebelde en abril de 1958.

    Brillaba en tácticas organizativas, ofensivas y de la estrategia. Más adelante, como jefe de la Columna dos Antonio Maceo, realizó exitosas misiones en los llanos del Cauto, fuera del territorio de la cadena Sierra Maestra.

    En el momento de desplegar la ofensiva final, el 18 de agosto de 1958 el Comandante en Jefe ordena la ejecución de la invasión de Oriente a Occidente, como hicieran las huestes mambisas en la última guerra de independencia.

    Camilo combatió al frente de su Columna dos Antonio Maceo, en tanto el Che Guevara encabezó la Columna ocho Ciro Redondo. Desde octubre y hasta diciembre de 1958, dirigió combates en zonas apartadas y desconocidas hasta entonces como Seibabo, Venegas, Zulueta —en dos ocasiones—, General Carrillo, Jarahueca, Iguará, Meneses, Mayajigua y Yaguajay.

    El sitio de Yaguajay culminó tras nueve días de fuego intenso con el triunfo rebelde. Victoria que coincidió con la toma de la ciudad de Santa Clara por las tropas del Che y con la fuga del tirano, el 31 de diciembre de ese año.

    Presintiendo su fin, el dictador huyó, no sin hacer intentos de nuevas artimañas que pretendían abortar el triunfo de la Revolución. Camilo recibió la orden de marchar con rapidez hacia La Habana. Allí tomó el Estado Mayor del ejército enemigo, el Cuartel de Columbia.

    Nada detuvo a la Caravana de la Libertad, iniciada en Santiago de Cuba y que el ocho de enero llegó a la capital, encabezada por Fidel. El Héroe de Yaguajay fue uno de los que lo esperaban, al igual que el Che y Almeida.

    Durante su discurso en horas de la noche, el líder de la Revolución demostró la confianza depositada en el joven Comandante con hermosas y sencillas palabras, grabadas por siempre en las mentes de los cubanos.

    Camilo murió trágicamente el 28 de octubre de 1959, pocos meses después del triunfo, cuando regresaba en un pequeño avión tras cumplir una importante misión que abortaba un acto de sedición en Camagüey.

    La partida física de aquel cubano grande, en la flor de la vida, significó un duro golpe que todavía duele. Sin embargo, ver a tantos Camilitos en la Cuba presente lo revive por siempre.

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