UJC: Joven a los 60

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SerUJC: Joven a los 60

 

Ser joven a los 60 años sería imposible, si no habláramos aquí de una organización política que no ha dejado que los años le pasen factura, por más que haya escalado pendientes, timoneado curvas y reinventado sobre la marcha.

Hay un trecho entre hoy y el momento en que la Asociación de Jóvenes Rebeldes cambió su nombre por el de Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), se eligió el primer Comité Nacional y se definieron las pautas de funcionamiento y, precisamente, ese camino recorrido es el que ha garantizado mayoría de edad y experiencia multiplicada.

“Ser joven” no es solo una marca distintiva en su nombre, sino compromiso expedito con la renovación de las formas de hacer y de comunicar. Lo saben quienes militan en sus filas y atestiguan otros escenarios y retos, que demandan más inventiva y sensibilidad, porque en el instante en que el espectro de acción de la UJC se reduzca a debates y reuniones estériles, estaríamos hipotecando su futuro.

Entonces avala la razón a los que reclaman participación más activa, trabajo en la base, compromiso político, cuadros capaces y abiertos al diálogo, y el uso de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones para contar nuestras verdades. Es necesario el liderazgo, desterrar los formalismos, ser menos conservadores y más inconformes; en fin, a los 60 años todavía se aceptan consejos y transformaciones, dialéctica imprescindible para seguir de frente, en la vanguardia.

Por suerte, a la crítica que busca las manchas le suceden, siempre, los ejemplos de luz. De hecho, nadie se atrevería a negarlo, sobre todo, después de enfrentar aquí la dura prueba que nos impuso la COVID-19. Están frescas en la memoria las imágenes de los muchachos que salieron de la comodidad y la seguridad de sus casas para ayudar, lo mismo a personas vulnerables en los barrios, que para limpiar y repartir alimentos en los centros de atención a pacientes COVID-19.

Pero la lista es más larga: jóvenes en puestos clave para la economía avileña, con maestrías y doctorados, en cargos de dirección, asumiendo tareas de impacto, participando en trabajos productivos y levantando su voz para seguir sumando.

Probablemente, no todos sean militantes comunistas con su carné rojo y azul, aunque, sin dudas, los guía la misma vocación y convicción. A la larga, se trata de que no exista ningún espacio ajeno a los jóvenes y, viceversa.

Crear, soñar y construir por y para Cuba no puede ser consigna vacía. Un país necesariamente mejor y más próspero tiene que tener savia joven que impulse, y está claro que seguir conjurando esa esencia es dicha y desafío tremendo en esta isla.

Por eso, en vísperas del 4 de Abril no faltarán ni la fiesta ni el debate oportuno para mirar con luz larga y pensar la organización que necesitamos y queremos. No es posible el futuro sin presente.