El arte de pintar la tierra

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 El arte de pintar la tierra

Con sus ojos de artista Javier Bravo Rojas observa su finca La Idalia ―al pie del tramo del macizo montañoso de Bamburanao que surca el territorio de Chambas, justo en el Rincón de Mabuya― e imagina formas y colores que luego moldean sus manos y las de su familia.

Una finca ―comenta― es como una pintura porque también transmite ideas; se organiza y mediante el trabajo se logran producciones que expresan el pensamiento y modo de vida de uno o varios individuos, quienes requieren de un arte especial para atender los cultivos.

Es la visión del joven de 29 años que decidió abandonar sus funciones como Instructor de Arte, en la especialidad de Artes Plásticas, para dedicarse por completo a labrar la tierra, de modo que se convierte en continuador de una tradición familiar de 200 años, iniciada por su bisabuelo al llegar a Cuba desde España.

El arte de pintar la tierra

Le apasionan su carrera, el trabajo con los niños y las instantáneas de paisajes ―estas últimas solo captadas con la profundidad de su mirada ante la carencia de una cámara fotográfica―, pero también revela interés por la agricultura y la ganadería, a partir de lecciones recibidas desde la infancia, cuando acompañaba a su padre.

La Idalia, adscrita a la Cooperativa de Créditos y Servicios Manuel Montaña, está dedicada a los cultivos varios (viandas, frutas y hortalizas) y la ganadería (cerdos y reses), los primeros destinados al consumo social, en tanto, la otra se limita al autoabastecimiento familiar.

No obstante, ―explica― prevé crear condiciones para fomentar la cría de animales e incorporarse con fuerza a las producciones porcina y ganadera, incluida la entrega de leche y carne, con la finalidad de contribuir de forma más integral al Programa de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional.

 El arte de pintar la tierra

Decidido a convertir ese espacio en la obra de su vida, hace cuatro años emprende transformaciones, estimuladas por su creatividad, las lecciones del padre y el abuelo, y los conocimientos adquiridos en la Finca Escuela con Enfoque de Paisaje Rincón Los Hondones, vinculada al proyecto internacional Conectando Paisajes.

Apuesta por el desarrollo sostenible al emplear técnicas agroecológicas, contemplado los abonos orgánicos (desechos de animales, restos de cosechas), el intercalamiento de cultivos, uso de barreras vivas para repeler las plagas y la utilización de bueyes para la preparación de las tierras.

Reconoce la influencia de Osveldo Gómez Reina y Ana Elsy Guerra, propietarios de la referida finca escuela y profesores de la carrera de Agronomía en el Centro Universitario Municipal (CUM) de Chambas, quienes le insistieron, también, en la importancia de emplear medios biológicos y cultivar frutas.

Aprende los beneficios de los microorganismos eficientes para la agricultura, técnica desarrollada por el científico japonés Teuro Higa, quien revelara la presencia en los bosques y los beneficios de alrededor de 80 especies, de unos 10 géneros, pertenecientes a cuatro grupos (bacterias fotosintéticas, actinomicetos, productoras de ácido láctico y levaduras).

Estos ―señala― descomponen la materia orgánica e incrementan la disponibilidad de los nutrientes de los suelos, inhiben el crecimiento y desarrollo de especies dañinas que habitan en el terreno, tienen efectos hormonales que promueven desarrollo de los cultivos, degradan sustancias tóxicas y mejoran la calidad de la tierra. 

El déficit de insumos para la agricultura no lo sorprendió pues hace años aplica productos biológicos y, por tanto, compraba en cantidades para almacenar y tener disponibles, a pesar de que algunos lo tildaron de “loco” por adquirir Nicosave y Turisave: “me preguntaban para qué compraba esa ‛agua de jeringa’”, recuerda.

Aunque en cultivos como los granos la carencia de paquetes tecnológicos tiene un impacto en los rendimientos, las prácticas agroecológicas demuestran su eficacia en el mejoramiento de la calidad de los suelos, el cuidado fitosanitario y el desarrollo de las plantaciones.

Los resultados en cosechas de hortalizas son increíbles, de manera que en el año 2021 entregó a la Empresa de Acopio unos 8 quintales de acelga  y dos de lechuga, además de cantidades considerables de rábano, pepino, ajíes pimiento y cachucha, y melón.

Asimismo, durante el periodo crítico de la pandemia de COVID-19 en el territorio avileño, se efectuaron donativos de estas producciones y de viandas, frutas, granos y pasta de tomate a instituciones de Salud Pública, incluidos los centros de aislamiento para pacientes sospechosos y positivos al virus del SARS-CoV-2.

El arte de pintar la tierra

Su futuro ―dice― está en la falda de aquel lomerío y el mayor desafío es “pintar” el campo con diversidad de cultivos y ganado, lo que exige grandes esfuerzos para lograr la sostenibilidad, con  nuevas oportunidades que aseguren el sustento familiar, la atención a los animales y el permanente progreso de la finca.

El “cuadro” de La Idalia parece bien esbozado al contemplar alimentos alternativos para cerdos, reses y gallinas, como los yogures de yuca y boniato, el pienso obtenido a partir de la deshidratación de viandas y el posterior molinado con semillas de girasol.

Con el atrevimiento que lo define, realiza cruzamientos entre diferentes razas de cerdo, en busca de una más resistente, que se desarrolle en un ambiente natural, menos sensible a las enfermedades y capaz de aprovechar los recursos naturales para la nutrición.

Javier pudo ser un gran pintor, pero decidió por el arte de la agricultura, con todo el compromiso y la inspiración, por eso eligió hacerse ingeniero agrónomo y se mostró feliz en las redes sociales tras su primer día de clases en el CUM.

Con orgullo muestra sus manos, curtidas por el trabajo forzado; no están manchadas por el óleo, solo tienen los matices de la tierra.