Delegado del Poder Popular no es cualquiera

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full asambleaDe mis años como delegada a la Asamblea Provincial del Poder Popular ─cuando todavía existía esa estructura y un 50 por ciento se nominaba desde organizaciones de masas y el otro 50 por ciento eran representantes en la base─ tengo una imagen imborrable: ver a los delegados de circunscripciones “batirse” por su pedacito.

Aunque la prensa no siempre le hiciera honores, porque no se puede aprehender en unas pocas letras el espíritu de mujeres como Haydée Coello León desde su Ceballos, pueblo querido, las sesiones de aquella asamblea no eran espacios para la complacencia o la autoindulgencia. Sobre todo, los delegados municipales hacían valer la autoridad en ellos concentrada para hablar en nombre de tanta gente que esperaba respuestas a decenas de kilómetros.

El estado de las vías, el acceso al agua potable, las bodegas en malas condiciones constructivas, el transporte que no llega a los lugares donde se acaban las calles y comienzan los caminos, las placitas vacías, los precios topados, la atención a las personas vulnerables, estaban siempre en el orden del día de comisiones y el plenario, y ningún protocolo o formalidad impidió, jamás, por ejemplo, que Mirtha Doyle dijera lo que tenía que decir.

Y si así ocurría en la asamblea provincial, los debates en las asambleas municipales eran todavía más a camisa quitada; también puedo atestiguarlo. Mientras en el ámbito de la provincia los temas debían abordarse de manera más general, en los municipios las cosas se llevaban hasta el detalle, porque, cómo si no, se pueden resolver los problemas de la gente.

Las asambleas del Poder Popular en los territorios son una suerte de ágoras modernas a las que van los representantes del pueblo, elegidos por mayoría, a dirimir los más diversos asuntos que importan a la ciudadanía. Tienen todo el poder del Estado allí en las demarcaciones donde vivimos y deberían estar integradas por los mejores.

elecciones municipalesDesde las áreas de nominación deberemos proponer a quienes reúnan cualidades indispensables: honestidad, capacidad de trabajo, empatía, responsabilidad, ganas de saltar obstáculos habidos y por haber (hijos no solo de condiciones materiales concretas, sino del camino fácil de la justificación y la apatía).

Los candidatos a delegados a las asambleas municipales ─que resultarán electos a finales de noviembre, con el 50 por ciento más uno de los votos válidos─ tendrán que cumplir sus funciones en medio de situaciones tan complejas que ni siquiera el término parece preciso. Pero deberán hacerlo con la seriedad que ese mismo contexto exige, sabiendo que en su accionar está la credibilidad del sistema político y social cubano, y las aspiraciones de la gente.

De ahí que proponer, primero, y elegir, después, sean dos partes del proceso tan definitorias, todavía más en las postrimerías de 2022. Si dejamos que prime el “cualquiera sirve”, el “que sea está bien, si total”, el “cualquiera menos yo”, podemos caer en la trampa de votar por quienes aceptan por compromiso, pero sin comprometerse, o de quienes aspiran a las cuotas de poder comprendidas en ese cargo, a saber por qué ambiciones personales (cuando no de otra índole).

La responsabilidad de los delegados de circunscripciones puede ser ingrata: lo he visto. A veces son un eslabón perdido entre el poder real y el pueblo, y ante los ojos de unos son pedigüeños y molestos, mientras que para los otros no resuelven lo que debe ser resuelto. La verdad está a medio camino y depende del respaldo popular de sus electores y del empoderamiento total de las asambleas, máximos órganos en sus territorios y ante los cuales se debe rendir cuenta.

Nadie nos va a regalar asambleas municipales que trabajen incansablemente por el bienestar colectivo; no van a caer del cielo. Hay que construirlas y los cimientos comienzan a fundarse esta noche. Miremos a cada lado y encontremos a la persona que pueda representarnos, que hable por nosotros, que sea el primero en coger el machete cuando haga falta chapear las áreas verdes, que tenga toda la moral para decidir a quién le toca primero el pollo o el aceite. A quien entienda que la circunscripción es la patria chica y no vacile en defenderla.