Donan a museo avileño arma del teniente del Ejército Rebelde Enrique Olivera

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Familiares del teniente Enrique Olivera donaron al Museo Provincial Coronel Simón Reyes Hernández, de Ciego de Ávila, la pistola usada por este combatiente del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra.

Donan a museo avileño arma del teniente del Ejército Rebelde Enrique Olivera

La donación la realizó Antonio Mendoza Olivera, nieto de este combatiente, quien es reconocido como una de las personalidades más queridas de la provincia avileña por su protagonismo en el desarrollo agrícola y su constante respeto y humanismo en su trato con la población.

Según refirió Mendoza Olivera, el donativo, una pistola automática Star calibre 45 con sus cinco cargadores y cartuchera, la obtuvo su abuelo en la Sierra Maestra mediante un cambio de armas con un compañero de la guerrilla de quien la familia no pudo guardar el nombre.

En ese tiempo, su abuelo, nacido el 24 de marzo de 1905 en el caserío de Viviana, ubicado en la zona de Media Luna, actual provincia de Granma, participó en los combates de Bueycito, Jiguaní y Contramaestre, y en la batalla de Guisa, donde Fidel en persona lo ascendió a primer teniente.

Posteriormente, Olivera la portó en los años iniciales de la Revolución, cuando fue designado en 1960 delegado del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) en la zona C-19, perteneciente a la actual provincia avileña.

A partir de ese momento comenzó un vínculo muy estrecho con la población de este territorio, al dirigir la entrega de tierras a los campesinos y la creación de cooperativas de producción agropecuaria, empresas y polos agropecuarios, como el de Mamonal, en el municipio de Majagua, en 1973.

Olivera también fue luchador antimachadista, fundador del Partido Comunista de Cuba y de los órganos locales del Poder Popular, en los cuales se mantuvo en la condición de delegado de Circunscripción no. 14, ubicada en el reparto Vista Hermosa, en la ciudad de Ciego de Ávila, hasta su fallecimiento el 27 de junio de 1998.

Pero junto a esa labor, dentro de los recuerdos que aún perduran, se encuentran los hechos relacionados con su conducta ante la población, surgida al calor de su educación familiar y el ejemplo mostrado por su jefe directo en la Sierra, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, como él siempre insistió.

Bajo esos principios, siempre recogía a las personas en su vehículo o era capaz de entregar su calzado a un trabajador que no tuviera zapatos, como hizo en 1963 en las proximidades de la barriada de Canaleta, según testimonio ofrecido por su chofer Mario Otero Paz al investigador Marcos Dobao Santillana, quien se ha dedicado al estudio de la vida de esta personalidad.

Otra anécdota que lo define la refirió el propio Dobao y la profesora Georgina Sánchez Tejeda en artículo publicado en el número 11 de los Cuadernos de Historia Avileña.

Se cuenta en ese texto que, en 1995, ya diagnosticado con la enfermedad que lo llevaría a la muerte, Olivera conoció que una electora suya, Marisabel Sansariq Quesada, había recibido la notificación de desocupar el pequeño inmueble de una cuartería porque el mismo se encontraba a nombre de su padre, recientemente fallecido.

Olivera se presentó de inmediato en la oficina de la Vivienda y explicó que la muchacha había nacido en esa casa y pretendían desalojarla. El funcionario que lo atendía preguntó con tono irónico:

─¿Usted quién es?

─Soy el teniente Olivera, combatiente de la Columna No. 1 José Martí y delegado de la circunscripción en la cual ella vive. Y ahora, ¿me puede decir usted quién es?

─Soy el ingeniero que atiende este departamento.

─Pues mire, joven, quiero aclarar que antes de la Revolución yo me alcé contra los desalojos; por lo tanto, no voy a permitir que en este país se vuelvan a cometer esos crímenes.

Gracias a la gestión del delegado del Poder Popular, Marisabel se convirtió en propietaria de su hogar.

Un año más tarde, el 7 de diciembre de 1996, Olivera recibió la condición que lo declaraba Hijo Adoptivo de la ciudad de Ciego de Ávila. Ya por esa fecha ostentaba otro calificativo dado por la población, quien lo llamaba el Teniente del Pueblo.