Ángel Cabrera en el corazón de la ciudad

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Ángel Cabreara en el corazón de la ciudad Corría el año 1993 cuando le propusieron asumir la nueva responsabilidad y no lo dudó, por más que el legado que lo antecedía le pareciera inmenso y fuera él demasiado joven y delgado para lo que venía.

Ahora, desde la comodidad de su silla y con el pelo totalmente blanco, sabe que acertó. Con la misma pasión de los primeros días sigue descubriéndole lados inexplorados a la Historia y queriendo ponerlo todo sobre el papel. Ser el Historiador de la Ciudad ha sido su cruz y su fortuna.

Ha estudiado hasta el cansancio cada palmo de la historiografía avileña y listar sus premios, distinciones, medallas y reconocimientos sería un ejercicio de malabarismo en el que no caben resúmenes. Desde la Distinción por la Cultura Nacional hasta la de Hijo Ilustre de la Ciudad de Ciego de Ávila, la Réplica del Machete del Coronel Simón Reyes Hernández, la distinción de Joya de la Cultura y de la Educación avileñas, y haber sido el decano fundador de nuestra Facultad de Humanidades, son apenas oraciones enumeradas en su hoja de vida, tan larga como intensa.

Podría decirse que la casa de Ángel Cabrera Sánchez es un gran repositorio de cosas y que hasta debajo de la cama han terminado los libros que ya no caben en su anaquel. Tres biblias como confirmación de que la “fe sin la práctica es letra muerta”, un libro autografiado por el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque —que lleva implícito la admiración mutua a la figura de Máximo Gómez Báez—, balas originales de la época de la tiranía batistiana y un cuadro de su amigo Segundo Leiva Casay son partes ineludibles de su espacio vital. Ha llegado a convencerse que, si dependiera solo de él, su casa nunca estaría organizada.

No podía ser de otra forma para quien ha dedicado 50 años a la investigación y la docencia, mérito refrendado con la entrega del Diploma por 50 años de docencia ininterrumpida en el Aula Magna de la Universidad de La Habana y con el cariño que le corta el paso, de repente, en cualquier esquina.

Cuando Ángel dice que la producción intelectual avileña en función de la historia ha sido amplia, debemos creerle; incluso, se necesitaría bastante tiempo para leer, por ejemplo, los Cuadernos de Historia Avileña que, número tras número, han devuelto artículos de alto rigor científico y con aportes incuestionables de un colectivo de autores fidelísimo, siempre “al pie del cañón”.

La ciudad ha sido la otra novia de sus amores, el lugar seguro al que siempre volver y la espina clavada en el alma cuando desluce el parque Martí o un portal inclina su puntal alto. Esa es su lucha diaria: conservar, divulgar y poner en valor la historia.

A estas alturas, su preocupación perenne es que el tiempo no le alcance para completar todas las metas o que su avidez de conocimientos, por momentos, le haga olvidar la edad. Quizás esto no sea un homenaje, pero se le parece.

¿Qué alegrías han marcado estos 30 años de labor?

—Han sido años de mucho esfuerzo y dedicación, porque el estudio y la investigación de la historia demandan disciplina. Si bien un historiador siempre es una parte del todo, un miembro en un equipo más grande, hay muchos logros de los que me enorgullezco y cuestiones que he impulsado y potenciado con fervor, entre ellas, la creación de un escudo para la ciudad que incluye mucho de los símbolos representativos como la Trocha de Júcaro a Morón y el árbol del jagüey.

“Logramos fundar el Grupo de Estudios Mayor General Máximo Gómez, y produjimos una enorme cantidad de contenidos de alto valor histórico; además, reivindicamos la importancia de esta figura en nuestra provincia, a partir de su participación en hechos y acontecimientos. De ahí el nombre de la universidad del terruño, de la plaza central y hasta del parque aledaño a la Alameda de la Locución.

“Me alegró mucho la aprobación de mi propuesta en el Gobierno del territorio de la entrega de la Réplica de la Pluma de Raúl Cervantes a jóvenes destacados, así como del sistema de distinciones del municipio. Además de la Obra Científica Historia de la Provincia y sus municipios, una labor ardua. Fui el presidente de un consejo científico que reunió a más de 200 personas hasta que la historia fue minuciosamente puesta en blanco y negro”.

—Su labor como docente le ha permitido vivir la Historia desde otra perspectiva, ¿qué elementos considera imprescindibles para calar en los alumnos?

—Se habla mucho del proceso de perfeccionamiento de la enseñanza de la Historia y del aparente desinterés de las nuevas generaciones, pero creo que la responsabilidad mayor descansa en los profesores. Es imprescindible un profundo conocimiento de la historia y analizarla ligada al arte, la literatura y la cultura. Por ejemplo, la literatura de campaña es exquisita, podemos contar un hecho a partir de la poesía o el teatro, y entender un determinado contexto leyendo Memorias de una cubanita que nació con el siglo, de Renée Méndez Capote.

“Hay que bajar del bronce y del mármol a los héroes y presentarlos de carne y hueso, debemos ser creíbles y, en extremo, sensibles. El maestro puede formar o deformar y eso no podemos perderlo de vista. Por estos días, junto a mi esposa Mayda, somos partidarios de la aplicación del método de la enseñanza desarrolladora de la historia, donde el alumno tiene una participación activa y el aula no es el único espacio posible para el aprendizaje”.

—Ciego de Ávila no cuenta con una Oficina del Historiador de la Ciudad, ¿ha sido esto un obstáculo para trabajar?

—Lograr una oficina de este tipo es un sueño al que no renuncio. En dos oportunidades presenté el proyecto y no fue aprobado, a pesar de que tomaba experiencias de las provincias de Camagüey y Santiago de Cuba. Creo que la ciudad es una joya que debemos conservar y poner en valor adecuadamente.

Nuestro centro histórico merece respeto y belleza para que pasear por sus alrededores sea una experiencia placentera. Contar con una oficina de este tipo sería una garantía para proteger con mayor eficacia y autonomía el patrimonio cultural e histórico. Hoy tenemos personas comprometidas y preparadas, pero trabajando desde posiciones distantes, falta unidad entre todos los factores y una mejor sinergia

“En aquel entonces proponía potenciar el centro histórico de Morón y Ciego de Ávila, a partir de ingresos provenientes del Turismo. Ahora, sigo pensando que con un esquema cerrado esta es la mejor opción”.

—¿Qué deudas le quedan con la ciudad?

—Hay mucho por hacer todavía, pero confío en que la voluntad política y la conciencia ciudadana sirvan para saltar escollos. Sueño con fortalecer a la provincia como Capital de la Locución Cubana, revitalizar la Alameda de la Locución y volver a colocar la tarja con el nombre de los ilustres profesionales de la palabra que una vez la engalanó y fue retirada por errores en su concepción. Banderas ondeando en las tumbas y panteones de los héroes de nuestras guerras por la independencia es un propósito que debemos enaltecer, así como mantener con adecuada magnitud patriótica y simbólica los panteones de los veteranos en ambos cementerios.

“Las tarjas, los monumentos y los museos deben ser sitios visitados por los niños y los jóvenes para un mejor conocimiento de la historia patria. Es importante transformar La Turbina en un espacio de esparcimiento pleno y sostenible, que no sea víctima del entusiasmo pasajero, para desde allí ofrecer opciones variadas a la población. Además, al estar rodeada por un barrio periférico impone el reto de lograr una transformación sociocultural del entorno.

“A la larga creo que es imprescindible más unidad entre todos los factores que tienen que ver con el desarrollo y conservación de la ciudad para que reine el orden, el buen gusto y la conservación de los valores que nos distinguen”.

Tres décadas como Historiador de la Ciudad le han labrado a Ángel Cabrera Sánchez un camino de alegrías y desafíos que, al filo de sus 69 años, disfruta a plenitud y enumera con lujo en los detalles. Puede que este no sea el mejor obsequio por una vida dedicada a escudriñar la memoria, pero de seguro no faltarán elogios para quien bien los ha sabido merecer.