Juan Antonio Márquez Fraga

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Síntesis biográfica

Nació el 11 de febrero de 1941 en Ciego de Ávila, en la calle 2 entre Joaquín de Agüero y Chicho Valdés, reparto Vista Alegre. Hijo de Evelio Márquez Veitía y Eloísa Fraga Lago, de procedencia social obrera.

Estudios

Los primeros estudios los realizó en el colegio Champagnat, de los Hermanos Maristas, hoy centro escolar “Álvarez Mola”. Cuando apenas había terminado el sexto grado le pediría a su padre que lo sacara de allí, pues su forma de ser chocaba con el sistema de privilegios imperante en dicha escuela, ya que solo las medallas y los reconocimientos se les conferían a quienes los pagaban. Por ello, antes de concluir la primaria, lo trasladaron a la escuela “Enrique José Varona”, cuyo director era el educador marxista Oscar Gómez Casteli. De dicha escuela pasó al Instituto de Segunda Enseñanza de Ciego de Ávila, con brillantes notas. Allí se vinculó a muchos jóvenes revolucionarios.

Personalidad

Juan Antonio desde niño dio muestras de un temperamento rebelde, no concebía ciertos prejuicios de la época, entre ellos la práctica racista. Su mejor amigo era un niño negro, no obstante al tabú que esto representaba en la vida provinciana. El medio familiar desempeñó un importante papel en la formación del carácter de Juan Antonio, la abuela, de origen norteamericano, renegaba con frecuencia de las injusticias del modo de vida estadounidense. El padre, pequeño comerciante miembro del Partido Auténtico, rompió con este al poco tiempo de la toma de posesión del presidente Ramón Grau y se unió al Partido Ortodoxo desde su fundación en Ciego de Ávila. Gustaba de la música y el deporte, en este último se destacó practicando pesas y béisbol. Llegó a integrar la Federación Atlética Nacional Amateur lnter-Institutos.

Trayectoria revolucionaria

El 10 de marzo de 1952, el dictador Fulgencio Batista y otros servidores del imperialismo consumaron el golpe militar que concitó la repulsa de todo el pueblo cubano. La familia Márquez-Fraga se opuso desde los primeros momentos al régimen anticonstitucional que impuso Batista y cuando se produjo el asalto al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, estuvo entre los que se solidarizaron con el joven abogado Fidel Castro y sus compañeros. A partir de 1955, su casa devino centro de reuniones clandestinas del M-26-7. En estas reuniones participaban, entre otros, Ñico López, Cándido González, Pedro Martínez Brito y otros. Adolescente aún, Juan Antonio conoció esas experiencias conspirativas.

En el instituto, se vinculaba con Jesús Suárez Gayol y otros estudiantes que coincidían en la idea de oponerse en forma violenta a la tiranía batistiana. El 6 de diciembre de 1955 figuró entre los jóvenes que exhortaron a la población avileña a través de Radio Cuba para que asistiera al acto de apoyo a los obreros azucareros, quienes iniciarían la huelga al día siguiente. El grupo lidereado por Suárez Gayol integrado por Martínez Brito, Ricardo Pérez Alemán, Roberto Rivas Fraja, Juan Antonio Márquez y otros, irrumpió en el parque “Martí” lanzando sillas y quemando neumáticos en las calles del pueblo. Los agentes de la dictadura arremetieron contra los jóvenes con sus palos, pero estos se reagruparon y frente al hotel Sevilla desplegaron una bandera cubana. Suárez Gayol lanzaba ardientes arengas desde un sillón de limpiabotas. Ya en retirada, Márquez y Roberto Rivas dieron muestras de valentía al reavivar, cara a cara con los policías, el fuego de unos neumáticos.

Clandestino

Tras el desembarco del yate Granma las fuerzas policiales del régimen de Batista, incrementaron la represión, tratando de contener la rebeldía generalizada. La casa de Juan Antonio fue allanada en más de una ocasión por las fuerzas represivas del régimen, quienes siempre trataron de apresar tanto a Juan Antonio como a su padre, ya que ambos militaban en el M-26-7 y participaban en numerosas acciones, sobre todo se destacarían durante la Huelga del 9 de abril de 1958, cuando se lanzaron a la calle para movilizar a los ciudadanos. A partir de este momento, padre e hijo tuvieron que pasar a la clandestinidad más absoluta, pues eran muy buscados por los esbirros, quienes tenían órdenes de asesinarlos.

Después del triunfo revolucionario

El triunfo de la Revolución sorprendió a Juan Antonio Márquez en la casa donde se hallaba oculto. De inmediato se puso a las órdenes de los jefes del Ejército Rebelde que entraron en la ciudad y participó en la organización de la huelga general. Luego fue a trabajar al Departamento de Cartera Dactilar Diplomática del Ministerio de Gobernación, pero su carácter dinámico no se adaptaba a las labores burocráticas y regresó a Ciego de Ávila. En el instituto de esa ciudad se integró a las Milicias Nacionales Revolucionarias (MNR) en las cuales permaneció hasta su ingreso, como auxiliar, en el Departamento de Investigaciones del Ejército Rebelde (DIER).

Al fusionarse las milicias estudiantiles con las obreras y campesinas, Juan Antonio pasó a un campo de entrenamiento, donde se destacó por su gran actividad. Figuraba entre los primeros en el escalamiento de sogas, en las prácticas de tiro o en las avanzadas a rastras bajo las alambradas. Concluida esta preparación, fue designado para cumplir misión como auxiliar del Departamento de Seguridad del Estado, en el que realizó guardias, patrullajes, registros y detenciones.

En 1960 fue nombrado miembro activo del Departamento de Seguridad del Estado. Por sus cualidades revolucionarias y personales, fue seleccionado para Integrar la guarnición. Ese mismo año fue enviado a la escuela “Osvaldo Sánchez Cabrera” en La Habana, para cursar estudios de la especialidad a la cual pertenecía. En esta escuela permaneció por espacio de 11 meses. Al terminar sus estudios comenzó a realizar actividades propias del Departamento de Seguridad del Estado, las que desempeñó cabalmente, no vacilando nunca en arriesgar la vida con tal de llevar a cabo una misión. Más de una vez fue recibido a balazos por los contrarrevolucionarios.

Delegado de la Seguridad del Estado

Por sus méritos, fue designado Delegado de la Seguridad del Estado en Guáimaro, función que realzaba cuando murió. Su abnegación y entrega al trabajo, hicieron de él un jefe querido y respetado. “Siempre que se discutía algo valoraba el contenido de cada una de sus palabras. Velaba por no herir la sensibilidad de los compañeros. “En lo personal, se mostraba atento y receptivo ante las indicaciones y sugerencias de los superiores. Antes de cada reunión semanal se preparaba con esmero para contestarlo todo bien. Todos éramos soldados. Ese era el grado que ostentaba cuando murió.”

Muerte

El bandido Roberto Castro fue ubicado en Guáimaro y a Márquez se le ordenó detenerlo. Ya en la región, ultimó todos los detalles. El día anterior, el joven miembro de la Seguridad había trabajado intensamente; incluso, en una carretera de Guáimaro, había sido víctima de un atentado del que salió ileso. A las 3:00am del 1 de diciembre de 1962, llegó el aviso de iniciar el operativo. Márquez dormía pesadamente. Sus compañeros salieron hacia el punto indicado sin llamarlo, pero algo se olvidó y regresaron. Entonces despertó. De inmediato, asumió el mando del grupo. La casa donde se encontraba el elemento contrarrevolucionario fue rodeada, Márquez decidió entrar. Al tocar a la puerta, la abuela del bandido lo recibió y negó la presencia de su nieto. Mas la información era fidedigna. Sin abandonar su actitud caballerosa y sin perder la serenidad, Márquez penetró en el inmueble.

Llevaba una pistola calibre 45, que no tuvo oportunidad de utilizar, pues Roberto Castro, aprovechando la oscuridad de la noche, disparó contra este. Su compañero de acción, el cabo Miguel Hernández Pérez, tratando de socorrerlo, entró en rápidamente a la casa y también es herido de muerte. No obstante la gravedad de las heridas, logra eliminar al asesino contrarrevolucionario. Mueren así dos aguerridos combatientes del Ministerio del Interior.