Lucía López Santoya (o Lucía, la de Colorado, como suelen decir en la zona), alcanzó renombre desde que, en febrero del 2004, en un encuentro nacional de tracción animal, celebrado en el municipio habanero de Quivicán, dejó atónitos a 78 hombres que no podían creer lo que sus ojos veían.
Allá llegó como lo que es hoy: La mejor boyera de la provincia de Ciego de Ávila, respetada por quienes desempeñan ese oficio, no solo en la UBPC 13 de octubre, perteneciente a la empresa agroindustrial azucarera Ecuador, donde ha laborado 30 de los 47 años de su vida.
—¿No sintió miedo “escénico” aquella vez en Quivicán ante tantos observadores?
—Qué miedo voy a sentir. Solamente expliqué cómo hacía el trabajo, mis métodos, mis mañas y… hombres al fin, enseguida me propusieron que hiciera una demostración. Yo andaba con zapatos blancos y así mismo me metí pa`l surco con una yunta que acababa de conocer. Me querían poner un narigonero y yo le dije que el verdadero bueyero, que es como yo digo, no necesitaba nada de eso.
“Solo pregunté el nombre de los animales, agarré el arado y cuando iba por la mitad del campo ya me entendía con la yunta como si lo hubiera conocido de toda la vida. Al regreso me aplaudieron, y yo contenta, pero con los zapatos blancos pintados de tierra colorá. Usted sabe que cuando los guajiros vamos a La Habana nos ponemos lo mejorcito que tenemos.
“Aquello fue bonito porque todos aprendimos y aportamos alguna experiencia. En el encuentro había varias comisiones, como las de los bueyeros, la de fabricación de implementos agrícolas, de útiles y accesorios, herrería y doma y atención a los animales. Es bueno que se repitan.”
—¿Usted doma los bueyes con que trabaja?
—¡Ufffffffff!. Claro.
“Para seguir con el hilo de la conversación. El encuentro fue muy bueno, pero pasado tantos años, siento que en muchos lugares la tracción animal no se emplea bien. Todavía la gente piensa mucho en los tractores. No ven la utilidad del buey, o no quieren verla.
“Lo que me preguntabas: el boyero que no sepa domar está frito, porque tiene que trabajar con lo que otro hizo. A mí me gusta que los animales se adapten a mi forma. A los 15 días los tengo trabajando, por bravos que sean. Coliblanco, uno que era muy rebelde, se quiso hacer el listo y a la semana lo metí en el surco. Por cierto, cuando único Antonio me ayuda a enyugar es en los dos o tres primeros días de formación de la yunta, porque sola es casi imposible hacerlo. ¡Y mire que lo he intentado!”
—¿Es autoritaria?
—Con los bueyes, no. En mi vida personal… (Antonio, su esposo, quien siempre la acompaña porque también es boyero en la misma unidad, abre los ojos).
“Salí a mi padre, Rigo López, un isleño sin horas de descanso y de armas tomar; muy exigente. Él siempre andaba con animales y yo lo ayudaba. Desde pequeñita iba en la grupa de su caballo. También le servía de narigonera. El bichito se me fue metiendo en la sangre hasta hoy.
¿Qué es lo más importante a la hora de formar una yunta?
—Hacer una correcta selección de los animales antes de iniciar el proceso de doma, que tenga buenas características: salud, cuernos fuertes, patas gordas, que estén bien alimentados y tengan más de dos años de edad. Eso casi nunca se cumple. También se debe capacitar al boyero, para que pueda darle la correcta atención y cuidado. A veces forman bien a los animales y quien los guía es más bruto que ellos. Los pinchan, les dan palazos y aguijonazos. Son más animales que los propios bueyes.
“Pero lo más importante es tratarlos con cariño. Yo siempre uso una vara o un gajo, pero les doy suave y ellos responden. Es como si me entendieran. El buey es conservacionista, porque no daña el medio ambiente, no compacta la tierra, no echa humo ni gases a la atmósfera. No acabamos de entender, bueno, yo si lo entiendo, las bondades que brindan.
“En ocasiones no utilizan correctamente la tracción animal. Conozco gente que tienen dos o tres implementos por yuntas. Yo tengo como 15. No los he contado bien, pero puedo mencionar el multicultor, la grada de púas, el multiarado, el llamado arado americano de distintos números, la araña. Hasta un limpiador para combatir las malezas inventamos Antonio y yo.
Con Lucía conversé durante más de dos horas y, terminada la entrevista, solo me sugirió que anotara el nombre de su yunta: “Azabache y Caoba. Son muy buenos, pero los mejores han sido Cartagena y Lucero, con los que estuve 11 años. Creamos algo así como… Todavía se me hace un nudo en la garganta de pensar que me los robaron del patio de la casa".