Pinar del Río al trono del fútbol cubano

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Fue 24 años atrás que en Invasor escribí: “Fiesta más que llanto, aunque cuando, a las 4:47 del sábado 16 de diciembre, el hombre vestido de negro dio por concluido el partido, no pocas lágrimas se mezclaron con el sudor del césped del estadio José Ramón Cepero. Pinar del Río —y no Ciego de Ávila— era el nuevo rey del fútbol cubano”.

La historia de este 21 del último mes de 2019 es la misma, aunque con otros protagonistas, en el Torneo de Apertura de la 105 Liga Cubana del más universal de los deportes.

El drama se repitió en el campo deportivo Sergio Alonso Grandal, solo que esta vez hubo empate a dos en los 90 minutos reglamentarios y en la tanda de penales los visitantes fueron mejores por 4-3.

En aquella crónica de la última década del anterior siglo, tomé a mano dos palabras que distinguieron el desenlace: fiesta y llanto. Lo primero porque en la principal instalación deportiva de la provincia se reunieron más de 20 000 aficionados y lo segundo porque todos esperaban el triunfo de la escuadra que entonces dirigió el técnico Jorge Jorrín.

Y bien que ahora puedo retomarlas, pues en predios moronenses hubo jolgorio futbolero con las gradas completamente abarrotadas, como para demostrar que el fútbol sigue siendo en este territorio un fenómeno de masas y que como tal hay que apoyarlo.

En lo competitivo, los de vueltabajo merecieron el éxito, no porque jugaran mejor durante el partido, sino porque no fallaron a la hora buena. Y bastaría solo un dato: en el primer tiempo solo tiraron dos veces a puerta pero ambos disparos fueron goles. Los perdedores triplicaron esas oportunidades, pero se fueron en blanco.

El dominio de Los Tiburones fue casi total en la etapa complementaria y entonces vinieron las dianas de Asmel Núñez y de Sander Keko Fernández en un magistral cobro de falta. Era el gol 99 de su carrera en clásicos cubanos.

Tras lograr el empate, hubo una avalancha de tiros a puerta de los dirigidos por Lorenzo Mambrini. La victoria estuvo varias veces a merced de los botines de los delanteros avileños. Y el grito de gol nunca sucedió.

En la tanda de penales —ironías de este juego tan lindo e impredecible—, fueron Keko y Núñez los que fallaron sus tiros para dar chance a que el pinareño Maikel Reyes anotara el que le dio el trono a su equipo.

Quien escribe, poco amante de las comparaciones, no puede callar lo que anotó en su agenda: en la historia del fútbol avileño ningún once ha logrado ejercer sobre la cancha tanto dominio manifiesto sobre sus rivales. Lo digo desde mi experiencia con diferentes generaciones de jugadores desde 1979.

Y desde luego que ha sido el técnico italiano Lorenzo Mambrini quien ha logrado tanta armonía en todas las líneas de juego. Téngase en cuenta que, con un grupo de jugadores, incluso de mayor calidad, Ciego de Ávila se ubicó el pasado año en los últimos puestos.

Por cierto, no estaría mal que los federativos del fútbol cubano lo tuvieran en cuenta para que dirigiera la escuadra nacional. Si lo anterior sucediera, no me atrevería a augurar que el equipo triunfaría en competiciones internacionales, pero de lo que sí estoy convencido es que no recibiría esas goleadas de escándalo y pena.

Una última observación del último partido de este Torneo de Apertura: es increíble que se aprobara el no realizar los dos tiempos extras para decidir el máximo trofeo y que no se agregara ni un solo minuto tras el cumplirse el tiempo reglamentario. Eso no es serio.