En Ciego de Ávila: Magisterio de generaciones

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full madre hijaMás allá de apellidos y genes compartidos, para la familia avileña Peña Beldarraín, el magisterio ha sido una pasión en común

Cuando a Adelfa Peña Beldarraín, su hija Alina le dijo que sería maestra, como ella, el orgullo la desbordó. Sin embargo, ambas pensaron que hasta ahí llegaría la tradición de una familia en la que ya eran 11 a los que el magisterio había logrado enamorar.

Años después, aquella semilla les demostró que tenía para seguir dando frutos, mientras Yeslem, el hijo menor de Alina, las sorprendía un buen día: “Quiero ser maestro de inglés”. La historia volvía a repetirse, solo que esta vez, aunque abuela y madre compartieron la misma felicidad, la última prefirió pedirle que lo pensara con detenimiento por temor a un embullo que terminara en fracaso.

Mas para él estaba claro, “el bichito” lo había contagiado y si bien aún no obtiene el título de Licenciado en Educación de Lenguas Extranjeras, estar frente a un aula es hoy una responsabilidad que lo conquista cada día más.

Si se mira el árbol genealógico cualquiera podría pensar que la vocación les viene en los genes. Más cuando se escucha a Adelfa decir que todo comenzó por la madrastra de su mamá, “que luego la secundó, al igual que sus hermanas, hasta llegar a las actuales generaciones y ojalá no termine ahí”. No por gusto, hace más de una década, la Asociación de Pedagogos de Cuba les confirió la condición de Familia Educadora.

Intactos en la memoria de la octogenaria educadora están los recuerdos de sus nueve años frente a las aulas de una pequeña escuela rural, pues después pasaría a la ciudad, hasta completar los 32 que dedicara por completo al magisterio. De esos tiempos todavía conserva algunas fotos en las que podría nombrar, uno por uno, a sus alumnos, “porque el buen maestro no olvida a sus estudiantes”, y detrás de sus palabras se advierte la ternura por la que, probablemente, ellos tampoco la olvidan.

Así le consta a la hija, a la que a ratos alguien asalta en plena calle para preguntarle por su mamá. La misma que siempre ha sido su modelo a seguir, desde que muy pequeña la acompañaba a la escuela y se soñaba siendo esa profesora elegante que brillaba en las clases por su dedicación.

Sin embargo, no faltó quien llamara “loca” a Adelfa por dejar que la hija siguiera sus pasos. “A veces las personas piensan que el rechazo a la opción del magisterio como carrera es cosa de estos tiempos, pero siempre ha existido quien quiere que el hijo tenga un buen maestro y, aun así, se niega a que estudie algo vinculado a la educación”, manifiesta la actual metodóloga de la Universidad de Ciego de Ávila Máximo Gómez Báez, a la que solo dos licencias de maternidad la han obligado a poner pausa en su afán de enseñar.

•Conozca aquí la historia de un maestro joven

Y no podía ser de otra manera si se mira en el espejo de su progenitora, a la que ni siquiera tres décadas alejada de los pizarrones la han podido apagar a sus 85 años. Todavía queda paciencia para guiar a los pequeños que, en ocasiones, de la mano de antiguos alumnos, llegan hasta su casa para aclarar dudas. Esa ha sido su mejor terapia para resistir el paso del tiempo.

Por eso no puedes asombrarte cuando, casi al unísono, ambas te dicen que no hay mayor satisfacción para un profesor que ver el progreso de sus educandos. “En eso mucho influye la consagración del docente y lo afectivo-motivacional”, confiesa Alina, como quien revela la fórmula mágica.

Saben las dos que, en un grupo, ningún niño se parece a otro, pero para la anciana resulta imperdonable “que digan que hay estudiantes brutos, lo que pasa es que unos aprenden más rápido que otros, por eso hay que tener paciencia y no darse por vencido”.

Tal vez esa fue de las primeras cosas que Yeslem aprendió cuando decantó por lo pedagógico. Pero antes, su madre ya le había dado otros consejos igual de importantes: “Hay que dejar los problemas en la casa. No se puede ir a un aula a maltratar a los alumnos”.

Distinciones como la Rafael María de Mendive y Por la Educación Cubana constan en la hoja de vida de esta familia, cuya historia no podría contarse desligada de borradores, tizas y pizarras; y aunque al llegar a casa de Adelfa nada te anuncie que en ese lugar vive una Joya de la Pedagogía avileña, tampoco es que sea menos, pues solo basta escuchar a madre e hija para saber que allí hay maestras para rato.

Tomado del Periódico Invasor:

http://www.invasor.cu/es/secciones/sociedad/en-ciego-de-avila-magisterio-de-generaciones