Alfonso Estéban Garnier Hernández

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    La infancia, una de las etapas más hermosa de vida de toda persona, al estar colmada de risas, juegos, fantasía e infinita ternura; transcurrió, para Alfonso y sus hermanos, en un entorno indescriptible, donde las majestuosas palmas arrulladas por la suave brisa daban la bien venida a los ardientes rayos del sol que, irrespetuosamente, irrumpían en la vivienda plena de limitaciones y esforzado sudor; dada la ubicación rural en que estaba, pero, fueron años felices colmados de comprensión y amor donde Alfonso y Adrián trocaban en yuntas de bueyes dos botellas vacías y una caja de cartón era la carreta con las cuales, daban riendas sueltas a su inventiva, transportando la caña hacia el central; mientras Antonia y Josefa utilizaban botellas como muñecas, del maíz que cultivaba el padre para la alimentación familiar y la de los animales, cogían las pelusas como cabelleras y con retacitos las vestían.

    Por ser el juego la actividad rectora en este mundo de ilusión y fantasía también se recreaban con los juegos infantiles tradicionales, el chucho escondido, los agarrados, el coro, la gallinita ciega, trompos, bolas, quimbumba, papalotes y otros, que hacían las delicias de estos niños campesinos. Otras de las distracciones de estos infantes era, desde el amanecer, perderse en las guardarrayas, en búsqueda de nidos y cuantos animalitos que encontraban al paso.

    Luego, se dirigían hacia la arboleda cercana y trepaban los árboles para alcanzar la fruta preferida. Al mediodía, se dirigían al arroyuelo próximo a la casa; para darse un chapuzón y refrescarse del cálido verano tropical. Por las noches, no cesaba la actividad, pues, entonces, disfrutaban, cazando cocuyos entre la espesa vegetación, los cuales colocaban en pomos como chismosas.

    En 1920, Alfonso había cumplido 7 años, era un niño alto y de fuerte constitución y es entonces, cuando ese mundo de constantes juegos se trueca en conocimientos escolares; aprendiendo las primeras letras y números, con el viejo pesador de la colonia, quien, en tiempo muerto, se dedicaba a enseñar con una cartilla, pero, Alfonso y Adrián, por ser los mayores, alternaban el estudio con el trabajo pues ayudaban al padre en las duras labores del campo. 6

    Eusebio, como español, al fin, era muy austero; pero, a la vez, fue un padre muy preocupado por el porvenir de sus hijos; es por eso, que en el año 1921, adquirió una modesta vivienda en el poblado de Cruces, para facilitarles su educación; donde el primogénito cursó los grados primero y segundo, en los cuales, sus maestros se sorprendieron por la inteligencia y aplicación, demostradas en las clases por este.

    Como Eusebio, tenia la gran ilusión que Alfonso fuera médico, en 1923, lo internó en el prestigioso colegio de los Hermanos Maristas, en Cienfuegos, donde permaneció por espacio de cuatro años, hasta concluir el primer año de bachillerato. En esta institución religiosa tuvo como condiscípulo a Osvaldo Dorticós Torrado. 6 y desde entonces, practicó deportes pues hizo suyo el lema: Cuerpo sano en mente sana, integrando los equipos de basket y football de dicho centro, con los cuales participó en diferentes competencias deportivas estudiantiles.

    En el año 1927, se trasladó al Instituto de Segunda Enseñanza de Santa Clara, donde continuó los estudios; mientras que su hermano Adrián, dada la situación económica familiar, desde los 13 años comenzó a trabajar en los chuchos del central San Francisco,(hoy Marta Abreus); Quien, diariamente, viajaba a lomo de mula hasta Cruces para llevarle leche y viandas a la familia. En el curso 1929-1930, Alfonso vio interrumpido sus estudios, producto de una huelga estudiantil indefinida, de carácter nacional contra la tristemente célebre dictadura machadista, la cual culminó con la caída del sangriento régimen.

    En esta institución educativa Alfonso, se destacó tanto como estudiante y como deportista, pues, sus notas eran de altas calificaciones y formó parte del equipo de baseball del plante, pero, su conciencia juvenil fue capaz de interiorizar las funestas consecuencias del sistema imperante, por lo que tuvo una participación muy activa contra el gobierno de Gerardo Machado. En un arduo bregar, pleno de luchas y esperaza, por un futuro más luminoso, transcurrieron la niñez y adolescencia de uno de los muchos campesinos cubanos de la republica neo-colonial.