La Atarraya: el fijador exclusivo

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Tan fuerte es el aroma del Restaurante La Atarraya, que ni el vendaval del huracán Irma, en septiembre de 2017, ni los desabastecimientos actuales, han podido arrancarle el fijador a una de las unidades más emblemáticas de la provincia avileña, entre las del sector del Comercio y la Gastronomía.

Desde que uno se acerca por la única vía que conduce a la Laguna de la Leche, percibe esa mezcla de olores a pescado y mariscos, que una vez cocidos se funden en la paella valenciana, la especialidad de este restaurante, decorado al estilo marinero, en el que uno se ve atrapado desde el primer momento.

Aunque las reservaciones las hacen por teléfono, dada la gran demanda, allí nadie queda al pairo en las aspiraciones de navegar por el buen gusto y excelente trato.

Foto1 Pese a la falta de algunas provisiones

Adriana Enríquez Florat, matancera de visita en casa del novio avileño, no lo dudó un instante y allá llegó, a disfrutar la brisa del mar y la exclusividad. «Fui sin reservación, un fin de semana, y aunque todo estaba lleno, me dijeron que esperara, que en cuanto hubiera posibilidad, me pasarían al salón, y no tardó mucho en que me sentaran. Me llamó la atención el restaurante construido sobre pilotes hincados al fondo de la laguna, algo que nunca había visto».

A lo «que nunca había visto», según refiere Adriana, se suman el deseo de hacer, el amor, el control, la responsabilidad y la exigencia para que, de ese coctel, salga el servicio de excelencia, perdido en muchas de las unidades del sector.

Foto3 Buen servicio a la carta

¿Y dónde está el secreto para mantener el fijador?

–En primer lugar, en buscar los productos, estén donde estén. No te niego que nos dan ciertas prioridades, pero uno se ve obligado a realizar gestiones propias. Mantener más de 50 tipos de platos en los momentos actuales se hace casi imposible, afirma Erick Morales Muñoz, administrador de la unidad.

No obstante, el déficit de productos y de los abastecimientos en sentido general, han sido el lastre esencial que prácticamente han intentado ahogar a La Atarraya, sin éxito porque las carencias se suplen con esfuerzos y deseos de hacer, argumenta Néstor Trancho Sánchez, jefe de Servicio.

Foto2 Más de 50 ofertas salen del ingenio de los chef y cocineros de La Atarraya

 

Para Yeiker Torres Mané, con 23 años de barman, La Atarraya es su segunda casa; es compromiso, aprendizaje y buen trato, el mejor de los cocteles, donde las iniciativas para ofertar un buen servicio se elevan a cuotas insospechadas, «más si tenemos en cuenta que en los últimos dos meses nos ha faltado el helado, los refrescos enlatados y algunos tipos de cervezas; sin embargo, el camarón, siempre se ha mantenido».

Sobre la mesa, la carta. Uno lee: paella valenciana (el plato insigne), bistec de res y de cerdo, masa de langosta y de jaiba, coctel de ostiones y de camarones, y otros platos elaborados con hígado o corazón, además de cremas, ensaladas de estación, guarniciones…

Todo un reto para Yainel Hernández Torres, jefe de cocina; para Junior, Carlos, y otros que en cada turno se ocupan de que los platos salgan bien elaborados, con presencia, una tradición heredada de renombrados especialistas como Jacobo Guedes y Águedo González, maestros de cocinas que siempre daban el mejor consejo: «con lo que haya hay que cocinar bien, porque el cliente no entiende de justificaciones y la calidad tiene que ser el plato fuerte», máxima irrefutable.

Tanto así es que, contrario a lo que pudiera pensarse, solo 12 trabajadores se ocupan del servicio en cada turno —sin contar al administrador—: seis dependientes, cuatro cocineros, un cantinero y un capitán de salón, mantienen el servicio, incluso, cuando el recinto está por reventar, como el día de la visita de Granma.

Llegar a la unidad a la una de la tarde de un sábado facilita al reportero tomarle el pulso al arribo de comensales, práctica que se extiende a seis días de la semana, menos el lunes, cuando se dedican a la limpieza y reparaciones menores, precisamente, para que el restaurante sea distinto al de madera, que abrió sus puertas hace ¡71 años!

Pero a la Atarraya le falta algo. En la agenda del Grupo Empresarial de Comercio y de las autoridades del municipio de Morón, en lo fundamental, permanecen algunos desafíos por darle solución y que perviven desde hace mucho tiempo: acabar de resolver la inestabilidad con los servicios de agua y de transporte, y asignarle un poco de más corriente para que los dos ranchones aledaños se sumen al buen servicio.

Es evidente que, a una parte no desestimable de la población, quizá, le resulten ajenos estos «detalles», pero la realidad indica que no ocuparse de ellos podría acrecentar el deterioro de uno de los lugares más emblemáticos de la gastronomía avileña.