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    Una playa que se convierte en pueblo

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    Vista parcial de la playa Brisas de Bolivia. Foto: Pastor Batista

    No es tan conocida en la geografía mundial como las del destino Jardines del Rey, pero la playa Brisas de Bolivia, en el litoral norte de la provincia de Ciego de Ávila, es bien codiciada y, en su categoría de arenas no tan blancas y fondos no tan cristalinos, algún «sexapil» tiene para codearse entre las preferidas.

    En los primeros meses del año –o cuando sus dueños puedan– comienzan las reparaciones de las casas de la playa, la mayoría sobre pilotes para que, a más tardar a finales de junio, estén listas para la temporada de verano y den cobija a cientos, miles de veraneantes que allí llegan desde toda la geografía nacional e internacional.

    Llega el verano y la playa bulle, se estremece, al compás de las reverberaciones de un agosto con más de 30 grados centígrados de calor, y la sensación en la piel de algunos grados más.

    Es cierto que un incendio –o varios en la historia de esta playa tozuda–, el huracán Irma y la covid-19 se ensañaron sobre la piel de un caserío-comunidad que se resiste a morir en el tiempo, sobre todo esas casas, medio erguidas, medio jorobadas y tambaleantes, que llegan a tener uno, dos y hasta ¡tres! niveles, pero siempre prestas a abrir las puertas al visitante.

    La experiencia de Irma lo demostró. Viviendas de bloques cedieron a los vientos; al lado, otras de palma de guano, una madera dura que abunda por aquellos lares, se mantuvieron erguidas, y después volvieron a elevarse uno, dos y tres niveles. Y volvieron a ofrecer cobija.

    Quien llegue por primera vez no observará algo deslumbrante, como no sea la costumbre de quienes año  tras año disfrutan de ese lugar como si fuera el paraíso. En ocasiones, personas de los más distantes parajes, cada verano se reencuentran en Bolivia y hasta reseñan la historia de parejas que se conocieron en la playa y formaron una familia, como la Pérez-López o la de los Batista-Arrieta, que no dejan de celebrar los aniversarios de boda en la playa, «con el agua al cuello, acariciándote la espalda», como dice Emergildo Pérez.

    Dagoberto Feris asegura que esa playa de aguas parduzcas tiene su mística, tanto que dice preferir una semana en ella que tres días en Varadero. Y expone razones, dignas de creer y de tener en cuenta en los momentos actuales.

    La vida demuestra, afirma Dagoberto, que nadie se llega hasta Playa Bolivia –así es como le agrada llamarla– a pasar uno o dos días. Como si fuera el mejor lugar del mundo, cuando la familia prepara los bártulos es para una semana, 15 días y hasta un mes, sobre todo quienes allí tienen viviendas que se transforman en un remanso de paz o quienes las prestan a otros, porque rara vez allí las alquilan.

    El mismo Dagoberto explica que, por razones de trabajo, él no siempre puede permanecer allí por varios días en la temporada de vacaciones. Entonces, como muchos otros bolivianos, llega a la playa uno o dos días, regresa al trabajo, vuelve, regresa… o invita a amigos a disfrutar de ella, como hacen otras familias, y les deja las puertas abiertas, de par en par.

    Allí no existe la modalidad de todo incluido. La familia carga con gusto con todo lo que tiene, con los productos que ha logrado acumular para la ocasión. Una vez dentro del límite de Brisas de Bolivia aparecen otras ofertas gastronómicas, dignas de mejorar antes de que concluya la actual etapa estival.

    Dentro de las opciones de hospedaje, existe el producto «casas de familia», con la peculiaridad de que allí los cuartos, las habitaciones se le brindan al visitante, porque «donde caben cuatro, caben ocho», frase nacida de la bondad de algún buen cubano.

    Un día en sus calles, necesitadas de alguna reparación; en el muelle; en solo un día, encuentras a Pedro, un amigo de la época de la Universidad de La Habana; a Basulto, el artillero del tanque de combate en el Servicio Militar Activo; a un niño en brazos de su padre; te topas con el Peregrino de la Carretera, un colega con raíces familiares en el sureño poblado; hallas a personas allegadas y desconocidas, la mejor muestra de que esta playa local también es un balneario universal.