Porque así lo aprendí de mis abuelos y mis padres, que desde el 1.o de enero de 1959 creyeron en la Revolución, con sus luces y sacrificios, sus verdades y desafíos.
Porque sin creernos el ombligo del mundo todos los reflectores apuntan a cuantos apoyamos este proceso de justicia social, que ha sido lo que pudo ser y no lo que quiso ser, parafraseando a Eduardo Galeano.
Porque marchar en Cuba dejó de ser sinónimo de demandas o reclamos ya que este Gobierno Revolucionario se ocupa todos los días de los problemas reales de los trabajadores.
Porque hay duras escaseces, ineficiencias empresariales y burocracia inexplicable, pero son más fuertes la soberanía de una vacuna que nos permite estar vivos hoy y la confianza que tenemos de emanciparnos por nosotros mismos, sin pedirle permiso a nadie.
Porque Fidel, Raúl y ahora Díaz-Canel no han sido líderes de oficina o lejanos a su pueblo, sino de barrios, de campos, de los que no le dan “ni tantico así al imperialismo”, por lo que merecen respaldo y apoyo en días como este.
Porque Cuba no es una sociedad perfecta ni idílica, está consciente de los grandes cambios económicos por hacer y solo ha exigido que se respete lo decidido por la mayoría de este pueblo, no por una minoría recalcitrante y servil a un gobierno que jamás ha perdonado ideas socialistas a 90 millas.
Porque decir que Cuba Vive y Trabaja lo asumo como el parto nacido en medio de un recrudecido bloqueo económico y la firme convicción de que nadie, por poderoso que sea, nos doblega las rodillas.
Porque nos acompañan los deseos, las ganas, el coraje y la cubanía para levantarnos temprano y decir: ¡Viva el Primero de Mayo!