Cuba, la cuna del teléfono

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    El telefono en Cuba

    Es muy difícil imaginarnos nuestras vidas cotidianas sin el teléfono. Tal invento, creado en el siglo XIX, permite transmitir las ondas acústicas a larga distancia mediante señales eléctricas.

    Tomado de Cubadebate

    Durante mucho tiempo, se consideró erróneamente a Alexander Graham Bell como su inventor, y se ignoró que a Cuba le cabe el honor de ser la primera nación donde repiqueteó el teléfono.

    Antonio Meucci y Cuba
    Desde la segunda mitad del siglo XX diversas investigaciones históricas han dado luz sobre la distorsión existente en torno al inventor del teléfono y el lugar.

    Tal mérito le corresponde al italiano Antonio Santi Giuseppe Meucci (1808-1889). Natural de Florencia, sus orígenes estarían marcados por la pobreza y las dificultades. Fue el mayor de nueve hermanos, de los cuales solo cuatro sobrevivieron a la infancia. A pesar de su origen humilde, tuvo la oportunidad de estudiar y destacó como un alumno brillante. En noviembre de 1821, con apenas 13 años, se convirtió en el estudiante más joven del departamento de Ingeniería Mecánica y Química de la Academia de Bellas Artes de Florencia.

    En 1830 trabajó como escenógrafo y técnico para varios teatros y tres años más tarde obtuvo un puesto en la famosa ópera, el Teatro della Pergola de Florencia, como técnico de escena. Ello fue una oportunidad importante para que Meucci durante su tiempo libre pusiera en práctica sus conocimientos de ingeniería. Ese propio año fue encarcelado durante tres meses por su vínculo con el Movimiento de Unificación Italiana.

    En 1834 realizó sus primeros experimentos e inspirado en la comunicación empleada en los barcos diseñó un teléfono de tubo acústico que permitía la comunicación entre el escenario y la sala de control del teatro. Pero sus investigaciones tuvieron que recesar momentáneamente. La encarcelación y la posterior persecución política fueron determinantes para que abandonara por siempre la península itálica.

    Decidido a iniciar una nueva vida, en 1835 Meucci y su esposa Ester Mochi, -a quien conoció en el della Pergola cuando ella laboraba como diseñadora de vestuario- viajaron a América y escogieron a Cuba como primer destino de residencia. Ya lejos de los trajines políticos, él reanudó sus investigaciones para tratar de lograr la comunicación a larga distancia mediante un medio más económico y eficaz que los tubos acústicos.

    En La Habana consiguió empleo como "mecánico" en el recién estrenado Teatro Tacón. Su trabajo consistía en instalar y dirigir el funcionamiento de la tramoya, preparar y cuidar los decorados, el atrezzo y la utilería. Su experiencia en el della Pergola fue vital, pues para ello se necesitaba una acumulación de conocimientos que comprendían pintura, física, química, historia y artes plásticas.

    La pasión por el estudio sobrepasó en Meucci la necesaria para el desempeño de su profesión y llegó a ser un verdadero sabio para su época en materia de electricidad. En este tiempo ideó un sistema de purificación que ayudó a los capitalinos a obtener agua potable. Pero el genio del italiano no se detuvo ahí, un infortunio fue el impulso definitivo para inventar el teléfono.

    Para finales de la década del 40 su esposa enfermó de reumatismo, esto lo acercó a investigar sobre la enfermedad y durante sus trabajos con los enfermos habaneros les aplicaba pequeñas descargas eléctricas para aliviarles el dolor.

    En 1849, al tratar a uno de los pacientes con fuertes dolores de cabeza, le orienta sujetar una placa de cobre conectada a unos hilos conductores. La batería y el mecanismo de descarga los tenía en la habitación contigua. Desde allí, Meucci le indicó que se introdujera la placa en la boca y al hacer la descarga se percató de que salía sonido desde el aparato. Repitió la operación y acercó el oído comprobando que podía escuchar la voz del paciente a través de él.

    Meucci comprendió inmediatamente la utilidad de lo que había descubierto, por lo que trabajó inmediatamente en su invención. Desarrolló el primer "teléfono" de la historia y lo probó entre su local de trabajo detrás del telón y la habitación donde se encontraba su esposa en reposo. Denominó a su invento "telégrafo parlante" o "teletrófono".

    Pero el destino se encargaría de poner a prueba una vez más la voluntad del inventor italiano. Para inicios de 1850 parte del teatro fue destruido por un incendio, por lo que Meucci perdió repentinamente su empleo y la posibilidad de seguir desarrollando su invención. Ello lo impulsó a probar suerte en los Estados Unidos y abandonó nuestro país el 13 de abril, día en que cumplía los 42 años.

    En Estados Unidos continuó trabajando en su invención; después de varias exhibiciones no logró el apoyo económico de las compañías de telégrafos, ni lo pudo patentar por falta de dinero. Para aumentar su desgracia, en 1876 el físico de origen escocés Alexander Graham Bell se apropió de la idea y patentó un aparato con el mismo principio de funcionamiento, al que denominó teléfono.

    Ello llevó al italiano a presentar una demanda judicial, proceso que se extendió varios años y fue cerrado a causa de la muerte de Meucci. De esta forma pasó al olvido durante casi un siglo, periodo en el que se le atribuyó erróneamente la invención del teléfono a Bell. Son las investigaciones históricas realizadas en las últimas décadas del pasado siglo las que sacan a la luz nuevamente el nombre de su verdadero creador.

    El gobierno de Italia lo reconoce como el Inventor Oficial del Teléfono. En tanto, la Cámara de Representantes de los Estados Unidos mediante la Resolución No. 269 del 11 de junio de 2002 rectifica el error y le atribuye la paternidad del teléfono a Antonio Meucci.

    Primer servicio telefónico en Cuba
    Aún vivía el padre de la telefonía cuando Cuba contó con el primer servicio en 1882.

    Los pasos iniciales se dieron el 30 de junio de 1881 cuando se efectuó la primera subasta pública para otorgar los derechos de instalación de la red telefónica interior de La Habana. A la misma asistieron varios representantes del Gobierno, entre ellos los señores Cornelio C. Cooppinger, jefe de la Sección de Fomento; Bernardo Arrondo, inspector general de Telégrafos; Juan León, auxiliar del Negociado de Servicios; y el escribano del Gobierno colonial en Cuba.

    La subasta fue ganada por Vesey F. Butler, residente en la capital. Se le otorgaron los derechos con el compromiso de poner en funcionamiento el servicio telefónico en un plazo menor a los seis meses posteriores a la adjudicación oficial -2 de julio- y dejar en poder del Estado el servicio, aparatos y material empleado a los siete años.

    Las investigaciones históricas han comprobado que Butler representaba los intereses en Cuba de la compañía norteamericana "Edison Telephone Exchange". No obstante, el 8 de noviembre de 1881, Butler informó por carta al Inspector General de Telégrafos que había convenido transferir la concesión del servicio telefónico al Sr. George M. Phelps, secretario, tesorero y representante en Cuba de la Compañía Eléctrica, subsidiaria de la poderosa Western Electric Company, de Nueva York. El 2 de diciembre, el propio Butler informaba que había sido nombrado administrador, "con poderes generales". Esta transferencia no fue legalmente autorizada, sin embargo, explotó el servicio hasta 1888.

    En comunicación al Inspector General de Telégrafos, el 21 de diciembre de 1881, Butler informaba: "La red cuenta hasta el día con una extensión de 33 kilómetros, siendo 78 el número de las estaciones ya instaladas", ello era superior al compromiso inicial de 50 para los primeros seis meses. Entre enero y febrero de 1882 funcionaron de forma regular y experimental algunas líneas del servicio telefónico de La Habana.

    El 6 de marzo de 1882 quedó definitivamente inaugurado el Centro Telefónico de la Ciudad de la Habana que ya contaba con más de 350 suscriptores. De esta manera Cuba se convertía en una de las primeras naciones del mundo en contar con una red telefónica.

    Primeros teléfonos
    El primer aparato que se colocó en Cuba fue en la casa Ginerés y Compañía, comerciantes establecidos a pocos metros de la propia central telefónica. Su teléfono era el número 2, ya que el 1 se reservó al propio centro telefónico. El número 3 lo adquirió Julián Álvarez, dueño de la Tabaquería Henry Clay; la botica de San José, el 4; los importadores de Aedo, Veiga y Compañía, el 5 y el Tren Funerario de Ramón Guillot, el 6. La Capitanía General, después de un lento proceso burocrático, adquirió el número 50.

    Los primeros equipos instalados eran aparatos de las marcas Bell, Edison y Blake y posteriormente, de acuerdo con el suministrador -la Bell System-, fueron sustituidos gradualmente por aparatos más modernos de la marca Blake. Estos primeros aparatos estaban provistos de un generador de manivela (magneto) para la señalización con la central telefónica. Para la planta exterior se emplearon alambres de acero galvanizado, mientras que para los circuitos interiores se utilizaron alambres de cobre.

    Los timbres y magnetos fueron suministrados por la propia Western Electric, famosa en esa época como fabricante de partes y piezas eléctricas. De manera que en 1883, cuando el servicio recibió la aprobación técnica luego de la inspección oficial, la red contaba con 450 aparatos y más de 600 km de líneas instaladas y su central de conmutación manual tramitaba 1 500 llamadas diarias.

    Para 1910, Cuba contaba con uno de los primeros sistemas automáticos en funcionamiento del mundo, las llamadas "centralitas", en las que trabajaban mayormente jóvenes habaneras que destacaban por su belleza.

    Desde esa fecha hasta nuestros días la telefonía no ha dejado de crecer y en el siglo XX se convirtió en una de las tecnologías más populares del planeta. En la actualidad, el tráfico telefónico a nivel mundial es inmensamente amplio y ello se debe a Antonio Meucci y a Cuba.

     

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