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    Ciego de Ávila-coronavirus : Francotiradores sanitarios

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    Ciego de Ávila-coronavirus :Francotiradores sanitarios

    Luego de saludar cortésmente, el joven pregunta cómo se sienten los inquilinos del hogar, si alguien ha presentado algún síntoma respiratorio y, ante la respuesta de la señora que ha abierto la puerta, da las gracias y continúa hacia la próxima vivienda.

      No menos efímero había sido el diálogo en mi propia casa, días atrás, cuando las interrogantes se limitaron al nombre de mi esposa y mío, edad y “si todo anda bien por aquí”.

       No digo, ni creo que sea ese el estilo que prevalezca entre los miles de cubanos que en estos momentos realizan labores de pesquisaje activo en diferentes zonas del país.

       Tampoco tengo el dominio especializado o la autoridad institucional para afirmar si  el procedimiento está bien hecho o no. Solo me invade la sensación de que, en medio de la compleja situación que nos ha impuesto el nuevo coronavirus, rebrotando y tratando de propagarse por cuanto lugar haya brecha, su búsqueda no puede ser tan epidérmica o superficial.

       Dar los buenos días y formular un par de preguntas, lo hace cualquiera. Y quien pesquisa, sobre todo hoy, no es una persona cualquiera. Quizás sea eso lo primero que se le debe explicar  y hacer entender a todo ciudadano: estudiante de medicina, de otra especialidad o trabajador de determinado organismo, cuando se le convoca para realizar la mencionada función.

       El pesquisador es una figura realmente estratégica, una especie de francotirador sanitario que debe tener y poner en práctica suficiente capacidad y sagacidad para situar el ojo “y la bala” sobre el menor indicio de sospecha.

      Pero ese indicio no va a emerger indagando únicamente si hay algún síntoma respiratorio en torno a una enfermedad que puede comenzar a manifestarse también mediante expresiones de fiebre, tos, dolor muscular, náuseas o vómitos e incluso diarreas.

       De esa manera lo han determinado investigadores de la Universidad del Sur de California (EE.UU), a partir de estudios con muestras de casos confirmados de la pandemia, aportados por la Organización Mundial de la Salud.

       Aun así, otras señales como el dolor de garganta o de cabeza, la tos seca, el agotamiento y hasta las erupciones cutáneas, tampoco deben ser subestimadas por la pupila del pesquisador. Solo que para ello se necesita tener, en primer lugar, el conocimiento. Y, además, ponerlo en práctica.

       Otra de las cosas que más necesita quien pesquisa en la coyuntura actual es no ser ingenuo. Sin irrespetar a nadie, sin desconfiar de la honestidad humana, viene muy bien preguntarnos si la persona que tenemos delante nos estará diciendo toda la verdad, una parte o nada de ella.

       Algo me dice que, dejadas llevar por ese  “falso instinto de conservación”, traducido en incertidumbre, miedo a ser aisladas, temor ante posibles “complicaciones”… algunas personas optan por no decir todo lo que sienten en el orden individual, e incluso no referir nada (para evitarse  “problemas”) acerca del vecino que, por ejemplo, tiene catarro, pasó toda la noche tosiendo o sencillamente vino “en botella” de otro territorio donde hay incidencia del peligroso virus. 

       Artífices, por tanto, y facilitadores de comunicación, los pesquisadores tienen notable peso en  la eficacia real de un mecanismo llamado a “trillar” bien la comunidad para salvarla oportunamente de complicaciones ulteriores que, si no se hacen bien las cosas,  pueden terminar poniendo en riesgo lo más importante para todo ser humano: la vida.

       Visitar una vivienda no debe ser, entonces, el acto formal de dar cumplimiento a una tarea que nos han indicado. Así no se resuelve el problema. Lo primero que debe preguntarse quien pesquisa es ¿para qué lo hago, con qué propósito?

       Demasiadas personas asintomáticas están emergiendo en diversas partes del país como casos positivos a la enfermedad, para, además, no hurgar correctamente en busca de síntomas visibles. Basta ubicar la mirada en una provincia como Sancti-Spíritus donde el 90 por ciento de los contagiados después del rebrote no presentaban señales de la enfermedad al ser diagnosticados con ella.

       Y demasiado amplia es también la dispersión en entornos como los de La Habana y Ciego de Ávila, donde con mayor intensidad se ha estado manifestando el repunte en las últimas semanas, como para que consciente o inconscientemente haya quienes realicen la pesquisa activa “matando y salando”.

           No digo, ni creo –repito- que prevalezca como estilo. Prefiero pensar que sea lo excepcional. Pero mucho ojo. En algunos casos puede estar sucediendo. Y ni en uno solo debe ocurrir. Cuando están en juego la salud y la vida de las personas (sin hablar ya de los enormes recursos que eroga la nación en este feroz enfrentamiento a la pandemia) no hay segundas alternativas: ¡Se hacen bien… sí o sí!

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