Ciego de Ávila, comenzó a padecer el rebrote de la Covid 19 el 25 de agosto, cuando se reportaron los primeros casos, luego de tres meses sin que en su población se diagnosticara algún paciente positivo al SARS-CoV-2. Entonces en los días sucesivos el panorama de la central provincia cambió, de la noche a la mañana.

Sucedió lo que nadie imaginó, porque el hecho de saberlos conocedores de las enfermedades, a veces nos conduce a creer que son invulnerables, pero lo cierto fue que también profesionales y técnicos de la Salud se convirtieron en víctimas del nuevo coronavirus.

Y así como la conmoción se apoderó de los rostros y el estado de ánimo de no pocos, la respuesta certera e inmediata, se abrió pasó, para en medio de la penumbra, dar luz: hasta aquí, de otras provincias y de diferentes especialidades, concurrieron hombres y mujeres, pertrechados de optimismo y fe, pensando como país.

Llegaron como verdaderos guerreros, armados de humanismo y devoción por lo que hacen, al punto de devolverle la vida y el color, a una ciudad atribulada por los efectos inesperados. Acudieron para acompañar, codo a codo, a los valientes que batallaban sin desfallecer en esta tierra de sueños y realidades, para juntos hacer el milagro.

Faena ininterrumpida en hospitales en cuarentena. Relevo y asistencia médica eficaz. Supervisión de procederes. Exactitud de protocolos, porque cada minuto ha contado, en este, que no es un cuento de hadas, aunque por momentos lo parezca. No faltó la orientación, la conducción, el consejo y hasta el regaño oportuno, cuando algo no se hizo de la forma correcta. Con esa misión arribaron también expertos y directivos de probada profesionalidad, convencidos de que su lugar era este y el tiempo era ahora.

Pero el empeño unido muestra mejores resultados. Y del mismo modo en que fueron recibidos, comienzan a ser despedidos los guerreros de nombres inolvidables. Desde las imágenes que llegan a través de las redes sociales, a la par del agradecimiento infinito, se transpira nostalgia. Tantas horas de desvelo compartido, hermana hombres. Por suerte, somos Cuba y es esa esencia la que nos permite estrechar lazos, que se quedan fundidos para siempre.

En las próximas jornadas, estoy segura, que cada quien en su puesto de trabajo, envuelto en el quehacer cotidiano, recordará con orgullo que formó parte de una tarea digna y que en el centro de la isla, late un pueblo que no olvidará esos aciagos días, cuando el amor se convirtió en escudo contra la pandemia y desterró la incertidumbre.