Cuba se mira al espejo y parece cansada, pero no se siente vencida, ni tiene tiempo para maquillajes. Se pone su mascarilla y comienza un nuevo día. Increíble como después de 11 meses continúa con el mismo ímpetu para luchar por la vida, en una batalla no menos riesgosa que las enfrentadas anteriormente.
El coronavirus no solo afecta su salud, sino una economía debilitada y bloqueada; supone carencias para sus hijos, acentuadas ahora con paralizaciones aquí y en buena parte del mundo.
La necesidad de proteger la vida y la imposibilidad de importar recursos, debido a los cierres de fronteras aplicados por sus más importantes socios comerciales; han puesto a prueba su capacidad organizativa. Como gran madre, protectora de más de 11 millones de hijos, piensa estratégicamente y logra la equidad en la distribución de sus limitados bienes, asegurando que ninguno quede desamparado.
Cuba es atrevida y reordena su economía porque ni en las circunstancias más difíciles puede permitirse un descanso para mejorar la calidad de vida de sus hijos. Va al hospital, pero también al surco, a la industria, al centro científico…Sorprende su capacidad de hacer a los 62 años.
En el afán por salir adelante y salvar la economía, adopta decisiones difíciles que crean diferencias, sin embargo, se traducen en beneficios colectivos. No le han faltado críticos (de los destructivos), sobre todo los que siempre han pretendido hacer leña de un “árbol” cuyo tronco no le permite caer, ni siquiera doblegarse con los fuertes “vientos”.
Cuba, en tiempos de Covid-19, también es paradigma para el mundo. Cuatro candidatos vacunales para la inmunización de sus descendientes contra la enfermedad, múltiples tratamientos alternativos, miles de hombres y mujeres impregnados de altruismo y dispuestos a arriesgar sus vidas para salvar la de otros, millones de pacientes asistidos de manera gratuita, una atención primaria de salud fortalecida y orientada a la detección oportuna de pacientes sospechosos, un sistema de salud capacitado para prever, controlar y aprender. Aprender, incluso, de los errores, porque no está exento de equivocaciones y las reconoce con el orgullo de quienes saben corregirlas.
Cuba sigue siendo la Madre que no se conforma con el bienestar de sus hijos y comparte su bienestar con los vecinos ―incluso con los que la han injuriado en varias oportunidades―, porque la solidaridad y el internacionalismo en el cual se forjó, no reconocen límites.
Despierta cada día, con la alegría de ver recuperarse a sus hijos, con el dolor de verlos morir y la fuerza para luchar por los que viven. No descansa ni renuncia a educarlos en la autorresponsabilidad, con las medidas más severas si así lo requieren las circunstancias. No desiste en el intento por corregir conductas inapropiadas, los reprende y castiga con rigor…, pero nunca, nunca se aparta de su lado, está siempre pendiente.