En hogares, escuelas y centros laborales, el agua puede significar salud, higiene, dignidad y productividad; en sitios culturales y religiosos evoca la conexión con la creación humana o comunidad; en espacios naturales representa la paz, armonía y conservación.

Al celebrarse este 22 de marzo el Día Mundial del Agua y en el contexto de una crisis sanitaria, la Organización de Naciones Unidas convida a la comunidad internacional a repensar sobre el valor de este líquido, lo que determinará la capacidad para presevarlo, gestionarlo y garantizar  su disponibilidad.

La pandemia mundial provocada por la Covid-19 confirma esta sustancia como un arma para combatir las enfermedades infecciosas y acentúa las desigualdades en el acceso. Según informes de la ONU, la escasez de agua potable afecta alrededor del 30% de la población mundial, cifra con tendencia al alza y representativa de casi tres millones de personas.

El incremento de la población mundial, la creciente demanda en la agricultura y la industria, y el empeoramiento de los impactos del cambio climático en el planeta, constituyen las causas fundamentales de la insuficiencia de este recurso, fundamental para los seres vivos.

En cumplimiento de los objetivos para el desarrollo sostenible de cara al 2030, se prevé lograr el acceso universal y equitativo, mejorar la calidad al reducir la contaminación, aumentar el uso eficiente en todos los sectores y asegurar la sostenibilidad en la extracción y abastecimiento.

La protección y el restablecimiento de los ecosistemas relacionados con el agua, incluidos los bosques, las montañas, los humedales, ríos, acuíferos y lagos, constituye otra de las prioridades globales para hacer frente a la insuficiencia.

En Cuba, donde el estado realiza ingentes esfuerzos para garantizar la disponibilidad del vital líquido, Valoremos el agua, más que el lema de la campaña para la celebración global, debe constituir una invitación a reflexionar sobre la responsabilidad individual y colectiva en el empleo racional de este recurso.

Proteger el agua es tarea de todos. El primer paso para minimizar su despilfarro es conocer el volumen que usamos, de manera directa, para las actividades cotidianas y la producción de los bienes y servicios que consumimos.