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    Una entrevista, por favor

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    Una entrevista, por favor

    Confieso que en 12 años de ejercicio periodístico nunca solicité tanto una entrevista ni realicé tantas coordinaciones con una fuente (si es válido emplear el término en este caso) para escribir sobre un asunto tan llevado y traído en estos tiempos, por su importancia, como lo es el desarrollo local.

    Casi dos meses de gestiones improductivas: llamadas a un móvil corporativo, desde teléfonos fijos y hasta de mi celular particular (sin anteponer el *99, aclaro), mensajes de texto, intentos de contacto directo...Ni siquiera he tenido la suerte de conocer a la persona facultada para abordar el tema en el municipio (no mencionaré cuál por cuestiones de ética).

    Inconcebible, se trata de información de competencia pública y compartirla resulta imprescindible pues no imagino la implementación de una estrategia de desarrollo local sin la participación popular. Difícilmente, alguien podrá integrarse de manera consciente a algo que desconoce.

    Consideremos, además, que los procesos de transformaciones económicos y sociales que se viven en el país, requieren la realización de acciones encaminadas a informar, informar para orientar, explicar, argumentar, pero también motivar y sumar, procesos todos esenciales en la construcción de la nación que soñamos.

    No es casual que la comunicación sea uno de los cimientos sobre los cuales se sustenta la gestión gubernamental, así se entiende y valora a nivel estratégico. El Primer Secretario del Partido y Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en su artículo Gestión de gobierno, educación superior, ciencia, innovación y desarrollo local, reconoce con absoluta claridad que “el gobierno cubano ha declarado que tres son los pilares de su gestión: ciencia e innovación, informatización y comunicación social, los tres, en unidad, se expresaron claramente en el enfrentamiento al nuevo coronavirus”.

     

    Una entrevista, por favor

    En reiteradas ocasiones nuestros máximos líderes han insistido en la necesidad apremiante de potenciar la comunicación social en sus más diversas vertientes, incluido, por supuesto, el empleo eficiente de la prensa, reconocida a escala global como el primero de los poderes por su capacidad para sobreponerse o equipararse a los restantes.

    Lamentable y paradójicamente, en este contexto, no son pocas las personas que permanecen ubicadas en puestos claves y evaden el compromiso social de comunicar, inherente a sus funciones como cuadros o funcionarios públicos.

    Y lo hacen con extrema decencia, con las excusas más increíbles y hasta el mayor irrespeto, porque a todas luces no comprenden que no informar es otra manera de desinformar, en tiempos tan convulsos, en que los canales oficiales de comunicación requieren llevar la delantera para enfrentar la avalancha de contenidos falsos, que intentan confundir y apuestan a la formación de una ideología incompatible con la Revolución. Visto así, es una forma de ceder el espacio a quienes pretenden robarlo con el propósito de frustrar nuestros proyectos.

    En tiempos en que el periodismo está llamado a acompañar la dinámica de un país con un discurso renovado, persisten limitaciones para desempeñarse como consecuencia de la escasa visión sobre la prensa y su contribución, la falta de compromiso o el temor a responsabilizarse, la incapacidad de directivos, cuadros y funcionarios públicos para reconocer la información como derecho público y la prevalencia de concepciones retrógradas sobre lo que se debe o no comunicar.

    ¿Cómo cumplir entonces, a cabalidad, con las funciones de informar, interpretar, opinar, contribuir a mantener vivas las tradiciones históricas de nuestro pueblo, y sostener la continuidad y el desarrollo de nuestra cultura, educación, ideología y valores? ¿Cómo ayudar a la movilización social orientada hacia los principales objetivos económicos, políticos y sociales del país? ¿Cómo investigar la realidad y aportar con los resultados a la vitalidad del sistema político?

    A juicio del intelectual y periodista cubano Julio García Luis, “reducir a la prensa a la condición de instrumento para objetivos de poco alcance, o a funciones más o menos aceptables de propaganda, significa privar a la sociedad y a su sistema político de los fines más altos a los que ella puede tributar”.

    La prensa cubana, merece y requiere el poder necesario para cumplir con honestidad y profesionalidad su misión social, “poder político, moral, legal y práctico para acceder por sí misma a la información pública dondequiera que esté. (…) poder para investigar, para penetrar activamente en todas aquellas áreas de la vida de la sociedad que lo requieran, para sostener en servicio del pueblo los criterios que se deriven de esas búsquedas, frente a eventuales intereses establecidos, y para anticipar y alertar con pronósticos fundados el rumbo que puedan seguir determinados procesos. (…) para actuar en nombre de la opinión pública, como sujetos directos del diálogo con el Partido, el Estado, el Gobierno y las organizaciones sociales”, tal como se expresa en el texto Revolución, Socialismo y Periodismo.

    Somos servidores públicos, con la misión de contribuir al sustento de los demás derechos y libertades ciudadanas, de afirmar valores humanos fundamentales como la dignidad, la justicia, la solidaridad y el apego a la verdad. Somos expresión de democracia y participación en los asuntos de la comunidad, formadores de consenso social y de una conciencia cívica. Somos la palabra ardiente de un país.

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