Tras reanudarse el curso escolar, en noviembre pasado, padres, familiares y maestros de los alumnos de la Enseñanza Primaria sabían que no iba a ser un proceso fácil después de tanto tiempo en casa.
Máxime cuando todos los niños y niñas avanzan a ritmos diferentes y no han contado, como en los cursos normales, con la misma cantidad de atención.
Por eso si se le pregunta a Sorania Dobao Alderete, directora general de la Educación Básica en la provincia, por su valoración de este año, tiene que mencionar los diagnósticos, evaluaciones sistemáticas y la atención a alumnos con dificultades como las claves para poder avanzar en las escasas 16 semanas en que debe terminar el curso.
De las 243 escuelas que integran la red escolar del nivel educativo primario, 65 urbanas, 178 rurales y 10 mixtas, todas están abiertas. Acogen una matrícula total de 32 409 seminternos, 15 488 externos y 28 internos, además de 3 536 pequeños del grado preescolar.
Una especial atención se presta al grado primero, por el “salto” cognitivo que supone para estudiantes de tan corta edad. Estas semanas se han dedicado a “la ejercitación de los fonemas más complejos para la formación de sílabas, palabras y oraciones”, según explica Sorania. Junto a primero, se enfatiza en segundo y sexto, este último con una semana más de recorrido.
Los 2 713 docentes a cargo del proceso (faltan por cubrir 65 plazas) han debido ajustar los contenidos de acuerdo a los diagnósticos individuales y grupales. De ello dependerá no solo poder iniciar el curso venidero en buen tiempo, amén de la pandemia, sino también que nuestros niños y niñas puedan vivir un proceso acelerado y de emergencia, pero con respeto a sus necesidades.