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    Bioléctrica del central Ciro Redondo: Sueños de matrimonio divorciado

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    Bioléctrica del central Ciro Redondo: Sueños de matrimonio divorciado

     

    Vista desde abajo, donde comienza a nacer, uno imagina que la primera bioeléctrica (BE) construida en Cuba tiene pretensiones de eternidad, y hasta parece ser dueña de cierto misticismo: montículos almacenados de biomasa de marabú que asoman y se ocultan, unos aleros muy altos donde alguna vez trabajaron como hormigas hombres atados a cintas de seguridad; unas tuberías conductoras de vapor, insuladas y gruesas, un generador que vibró cuando las primeras pruebas; dos calderas encerradas en un edificio metálico de 42 metros de alto por 14 de ancho… un zumbido persistente.

    ¡Gr, grr, grrr, grrrrrrrrrr! El sonido del turbogenerador te agujerea los oídos mientras te acercas. Ojalá sea crónico y solo deje de escucharse a causa de algún mantenimiento programado en la BE o el central Ciro Redondo, un matrimonio obligado a llevarse bien, sin otra alternativa, aunque hasta ahora hayan sobrado disquisiciones.

    Entre profecías, augurios y conjeturas, cuatro años atrás comenzó a nacer el proyecto; a veces, a marcha forzada; otras, con lentitud de espasmo.

    Es el fiel reflejo en la mente de quien ha seguido a pie juntillas el viacrucis entre la planta y el central, que los ha visto empinarse sobre obstáculos internos y externos (bloqueo de los Estados Unidos incluido); que vio con ojos de progreso cuando en abril de 2017 los embajadores del Reino Unido y la República Popular China asistieron a la colocación simbólica de la roca que marcó la era del inicio en Cuba del empleo de la energía renovable, a base de biomasa cañera y el marabú, algo inédito en el mundo, según los especialistas.

    Entre espinas y…

    Desde lo alto del domo de la caldera, entre los sitios más elevados del municipio, el verdor de los campos de cañas y de otros cultivos se muestra con algo de esplendor; el visitante observa hasta las vías de acceso y las calles del poblado, no así las áreas de marabú que un día asfixiaron la zona por los cuatro costados.

    Las reservas del espinoso están más lejos del enclave generador, incluso, los equipos cosechadores llegaron a cortarlo a más de 20 kilómetros de distancia, en el segundo de los cinco anillos de 10 kilómetros cada uno.

    Cuando el recorrido exceda los 50 kilómetros, es decir, más allá del quinto anillo, el traslado de la biomasa no será conveniente, ni podrán hacerlo los tractores. Para entonces, habrá que buscar alternativas, otros medios de transporte y otra manera de acopiarla; habrá que hacer nuevas inversiones.

    No han sido pocas las espinas. En la medida en que se retrasó la arrancada del central fue necesario moler marabú, más y más, tanto que han liberado de la malévola una cifra superior a las 6 000 hectáreas, de donde salieron 200 000 toneladas de biomasa; tierras que la agricultura y el propio Azcuba no les han dado valor de uso en su totalidad.

    “Esa debilidad nos conviene, porque la aprovecha la espinosa para volver a crecer”, afirma Orlando Suárez Pino, gerente de operaciones y explotación del transporte de la empresa mixta Biopower S.A., cuyos accionistas son la británica Havana Energy y Zerus, esta última subordinada al Grupo Azucarero Azcuba.

    En el campo una roedora, la única sobreviviente al paso del tiempo y al rigor del trabajo, lo tritura, lo desmenuza para que pueda ser engullido, quemado y convertido en electricidad.

    En el rostro de Orlando se dibuja preocupación por el bajo coeficiente de aprovechamiento. Del parque de 11, solo cuatro permanecen activas, aunque hubo días de solo tener una en acción.

    Contrario a la vox pópuli y al estado técnico que ahora exhiben, las cosechadoras son de excelente calidad y la entrada al país la certificó el Instituto de Investigaciones de la Maquinaria Agrícola. Lo que sucedió fue que el dinero de la inversión no fue suficiente para la compra de piezas, de nuevas cosechadoras, o para activar el taller de maquinaria, que nunca existió, razón por la que operadores y mecánicos deben reparar las averías en un medio tan hostil como el campo de marabú, a merced del sol, el sereno, el agua y hasta de raíles de punta, si cayeran.

    “Cuando ellas entran en acción pueden tropezar con cualquier objeto porque lo mismo aparece un hidrante que una llanta de tractor, una pieza de cortadoras de caña, un block de motor… Nos hemos encontrado hasta muros de cemento sumergidos en el marabú y, si es de noche, cuando se dificulta la visibilidad, ya usted sabe. Las máquinas sufren tanto que hasta el color les cambió por los contantes “aruñazos” del marabú”, comenta el ingeniero Armando Urquiola Martín, gerente de logística de la empresa Biopower S.A.

    Afirma que desde hace tres años no entran piezas, neumáticos, ni agregados —solo algunas correas llegaron hace tiempo— que aseguren la óptima disponibilidad técnica. “Antes que concluya el primer trimestre del 2022 se espera por alguna logística para reactivarlas. Han llegado algunos agregados, pero pocos. Mientras, buscamos alternativas propias que no siempre solucionan los problemas, porque son muy sofisticadas”, argumenta.

    Entre los inconvenientes también se presenta el hecho de que están diseñadas para el trabajo en campos acondicionados para la cosecha de árboles, no para los nacidos en cualquier terreno, con irregularidades, huecos, elevaciones, objetos extraños y cuanto aparezca en el camino.

    La ausencia de las cosechadoras ha paralizado la BE y el central en reiteradas ocasiones; la última, el pasado 19 de febrero; 13 días después de haber iniciado la zafra 2021-2022, el ingenio se vio obligado a salir del sistema por falta de la biomasa de marabú, en un momento en que molía al 60% de su capacidad y mostraba estabilidad en el funcionamiento.

    A causa del nuevo tropiezo, le será imposible cumplir con las 62 041 toneladas de azúcar, si es que logra echar a andar su andamiaje hasta abril venidero, pondrá en riesgo la meta de la provincia y volverá a desatar la polémica nacional entre quienes aseguraban que “ahora, sí”.

    “Entrará al ruedo cuando haya suficiente materia prima. Por lo pronto, se activó a principios de febrero pasado el Primero de Enero, que no estaba previsto incorporarlo a la contienda”, explica Eduardo Larrosa Vázquez, director de coordinación y supervisión técnica del Grupo Azucarero Azcuba en Ciego de Ávila.

    Ante tantos traspiés, no admite más demora la búsqueda de alternativas para, en primera instancia, poner de alta las cosechadoras, máximas responsables, ahora, de que el Ciro Redondo haya detenido la molida. De igual manera, hay que agilizar la creación de centros de acopio de marabú en otros lugares de la provincia y buscar mecanismos para que terceros puedan vender la biomasa forestal en la propia BE, para lo que se requerirá de nuevas inversiones, entre ellas, una astilladora que convierta los árboles cortados en materia prima asequible a las calderas, como hacen en otras partes del mundo.

    Y es que una zafra, en el caso del Ciro Redondo, también significa 106 días de vida para un municipio que depende casi en su totalidad de su central que, afortunadamente, no fue víctima del otrora redimensionamiento de la industria azucarera cubana; una zafra que no puede quedar patas arriba porque no haya biomasa forestal o por cualesquiera de las razones que sean, más si no se previeron.

    Aunque la idea inicial fue sembrar en las áreas liberadas bosques, caña y otros cultivos, sería preferible dejar que vuelva a proliferar el marabú para continuar con el ciclo de cortarlo y hacerlo electricidad, necesidad de país.

    Las palabras de la ingeniera en control automático Carmen Taboada Hernández, vicepresidenta de Biopower S.A., refuerzan esa tesis: “desde que iniciamos la generación, a principios del 2020, con resbalones incluidos, hemos ahorrados varios millones de dólares por la generación de electricidad con biomasa, sin el empleo de otro combustible”.

    Según datos aportados por el Despacho de Carga de la Empresa Eléctrica de Ciego de Ávila, desde el 17 de enero de 2020 hasta el 19 de enero del presente año, los más de 138 000 megawatts/horas entregados por la BE al Sistema Electroenergético Nacional equivalen al consumo de aproximadamente 827 800 viviendas o al de los sectores estatal y residencial de la provincia de Ciego de Ávila durante dos meses, sin el empleo de unas 30 500 toneladas de combustibles en las termoeléctricas del país.

    No sería una idea fantasmagórica, entonces, lograr armonía en la cadena, incluso, el fomento del marabú, si en la geografía avileña quedan unas 102 000 hectáreas ociosas y, según el último balance de uso y tenencia de la tierra, más de 22 300 permanecen libres de esa planta y pueden emplearse en los cultivos varios, la ganadería y la siembra de caña, sin tener que “tocar” las tierras donde existe la espinosa.

    Bagazo, tropiezos y ¿bosques energéticos?

    Esta vez, el reportero concurrió con una parte de los cuestionamientos del reportaje “El tiempo de la bioeléctrica y la energía que necesitamos”, publicado en el diario Granma en abril de 2019, para casi los mismos protagonistas, con la diferencia de que esperaba respuestas más halagüeñas acerca del incremento de la producción y los rendimientos cañeros, muy deteriorados en los últimos años, mal que no es exclusivo del central avileño Ciro Redondo, ahora convertido en empresa agroindustrial.

    ¿Estarán los rendimientos agrícolas en condiciones de garantizar molidas altas y estables en el ingenio? ¿Habrá suficiente materia prima (marabú, bagazo) para la generación de energía una vez concluida la zafra? ¿Existirá un sistema de transporte que mantendrá estable el flujo de la biomasa? ¿Ayudarán los restantes dos ingenios del territorio y uno de Camagüey si su hermano, el Ciro Redondo, no es capaz de ponerle el bagazo que demanda la planta generadora? ¿Dispondrá la provincia de los bosques energéticos?

    A esta sarta de preguntas, podría agregar otras: ¿Qué pasará cuando se acabe el marabú en el radio de los 50 kilómetros establecidos para la transportación con los equipos actuales? ¿Estará la agricultura cañera en condiciones de garantizar la materia prima para que el Ciro Redondo entregue la cantidad de bagazo pactada y con la calidad requerida durante los 180 días negociados en el contrato inicial?

    A Raudel de la Torre Rodríguez, director de caña de la empresa agroindustrial azucarera Ciro Redondo; Yudiasqui Espinosa Era, jefe del grupo de caña, se les sumó el experto Víctor Diéguez Ogando, director de riego de la entidad, quienes no esquivaron preguntas, ni pusieron tapujos a la realidad, al sentido común.

    Matices más, matices menos, concuerdan en que “aunque se quiera y lo intentemos, a corto plazo no habrá mejoría en la producción cañera de la empresa”. Fueron tan sinceros como francos, sin medias tintas ni respuestas complacientes.

    A más de dos años del primer encuentro, las circunstancias debían ser otras, aunque se sabe, es imposible hacer caña por decretos y levantar la colonia en tan poco tiempo, con la falta de fertilizantes, herbicidas e insumos, a lo que se agregan los eventos meteorológicos y las chapucerías cotidianas en la siembra, resiembra, y la mala atención cultural a las plantaciones, el otro fenómeno que no acaba de desaparecer.

    “Cuando uno suma elementos, afirma Víctor, el área bajo riego no llega ni al 50% de lo que debíamos tener para ponerle freno al deterioro de la producción cañera, que viene aparejado a muchas otras causas: los casi tres años de sequía, la tormenta subtropical Alberto, el ciclón Irma, la paralización del central durante dos años, la falta de nutrientes, el desfase de la época de corte, y la pérdida de las cepas”.

    Si en un escenario ideal estuvieran los recursos disponibles, en unos dos o tres años las plantaciones podrían exhibir otra cara, pero asegurarlos en su totalidad sería más difícil que lograr el matrimonio perfecto entre la bioeléctrica y el central.

    Para que haya bagazo, primero tiene que haber caña. La gran respuesta es que el Ciro Redondo, sin la ayuda de los coequiperos Enrique Varona, Primero de Enero y el camagüeyano Brasil, no podrá solventar la capacidad de su colindante. La caña no está “a tres trozos”, como dicen los guajiros, y no da para satisfacerla.

    La nueva vecina es una troglodita que engulle, según el diseño original, 2 100 toneladas de bagazo en 24 horas en tiempo de zafra y de 1 200 a 1 500 de marabú en el período de inactividad del ingenio, aunque ahora lo mezclan a razón de un 40% del primero con un 60% del segundo, porque la relación fibra-meollo que envía el central no es la adecuada.

    “Llega muy heterogénea, con diferentes tamaños y no como pide el proyecto. En ello también pudieran influir las variedades de caña, el estado que esté la materia prima cuando llega al central, si es vieja, si es nueva. Cualquier cambio genera un bagazo diferente”, especifica Taboada Hernández.

    No obstante, el pacto es que el Ciro Redondo entregue bagazo y agua condensada, y ella, que generará 60 megawatt —incluidos los cinco de insumo y los ocho del central—, le concederá electricidad y energía térmica (vapor) para que pueda seguir el proceso, malogrado por uno y otro en más de una ocasión.

    El divorcio se firmó desde el comienzo, porque mientras el financiamiento para construir la bioeléctrica y modernizar el central ascendía a más de 300 millones de dólares en su conjunto, la parte agrícola quedaba casi huérfana de dinero para las inversiones. No hubo una mirada integradora en el proyecto. Y si la hubo, no la materializaron.

    Obviaron el requerimiento de que las obras inducidas de cualquier inversión deben adelantarse, incluso, algunos años, más si se sabe que no se trata de soplar y “hacer caña”, en un escenario agrícola deteriorado en extremo.

    “De las 14 000 hectáreas del plan inicial para abastecer a la bioeléctrica, andamos por las 5 000, pero el agua sola y las buenas intenciones no dan caña; se necesita, además, el paquete tecnológico y el país no ha podido garantizarlo. Aun así, somos la empresa en Cuba que más áreas bajo riego tiene”, reconoce Raudel.

    Cuanto se dejó de hacer, tiene su repercusión. El central y la bioeléctrica necesitan 1 184 000 toneladas de caña para los 180 días de actividad de la planta y realmente va a moler 671 000 toneladas, con el aporte de los tres ingenios antes mencionados.

    Los cálculos, en papeles, revelan que la empresa tardaría cinco años en alcanzar las 800 000 toneladas, si la parte agrícola es sometida a un intenso proceso inversionista, con todos los insumos necesarios; si no ocurriera, el período podría extenderse. Imposible olvidar que el decrecimiento cañero se extiende por varios años y, al parecer, no se detendrá a corto plazo.

    Víctor ejemplifica con otros datos: “Faltan poco más de 40 sistemas de riego por goteo, más de 10 máquinas de pivote central y unos 50 enrolladores. También es justo decir que no todos los productores cumplen con la actividad del riego como debieran hacerlo. Los tenemos buenos y malos. Las inversiones las dirigimos a los mejores, aunque los otros también se han beneficiado y sobre ellos redoblamos el chequeo para que todos estén al mismo nivel”.

    Los desencuentros bioeléctrica-central azucarero han tocado a terceros. La UBPC Ilusión —una de las mejores del municipio en la producción cañera—, en las dos últimas zafras perdió 35 000 toneladas de caña, con una afectación económica de casi 2 000 000 de pesos, por­que retiraron el agua antes de la cosecha, como está establecido, pero no fueron corta­das. “Las cañas se secaron y las cepas murieron”, ejemplifica Alfredo Oropeza Díaz, presidente de esa organización, que no ha sido la única presa del deterioro.

    Un recorrido confirmó que en el campo predominan las plantaciones debiluchas, enyerbadas, asfixiadas por bejucos y malezas que frenan el desarrollo. También las vio con otros rostros en las CPA Ignacio Agramonte, en un goteo de la CPA Triunfo de la Revolución y en la base productiva Ilusión, donde incluso, está vigente el récord en rendimiento cañero para Cuba y la América Latina, con 276 toneladas de caña por hectárea en un sistema de goteo, hace varios años. Unas pocas golondrinas no hacen verano.

    Para que las exigencias vinculadas al aumento de la producción cañera no queden en meras pretensiones, se torna forzoso la creación de una infraestructura adecuada a los tiempos que corren: brigada de mantenimiento y atención al riego, con grúas, personal calificado, ingenieros, como parte de una logística que hoy no existe, a la que se suman los fertilizantes y nuevas formas de hacer para el fomento de campos vigorosos para que la materia prima llegue al basculador.

    Yudiaski afirma que disponen de un programa agrotécnico bien concebido, de trabajo en composición de bloques, sin picotillos y tratan de hacerle todo lo que demandan, desde la preparación de tierra hasta el corte. “Tenemos que empinarnos por encima de las dificultades y hacer la caña que necesitamos”.

    Si todo ese entramado se resuelve, habrá caña. Solo así el Ciro Redondo podrá igualar la pulseada con su vecina, por demás, si la naturaleza ayuda: sin el azote de ciclones tropicales, ni sequías, ni la aparición del niño o la niña o cualquier otro fenómeno que pudiera andar en el ambiente.

    “La bioeléctrica, afirma Víctor, vino a complejizarnos la vida a los agrícolas, pero si ella no estuviera, hoy no tendríamos tanta preocupación por revivir la colonia y eso nos conviene. Algún día habrá caña. Sentimos presión, mucha presión, más, en los momentos actuales cuando no hay nada que echarle al plantón. La industria es un monstruo bueno y la agricultura no”.

    Otros de los atajos obligado es el fomento de los bosques energéticos, no previstos en el inicio de la inversión y tan necesarios como la biomasa de bagazo y marabú.

    En apenas dos párrafos, Yodelvis Rivera Pelegrín, director general de la empresa agroforestal de Ciego de Ávila, sintetiza la magnitud de un problema hecho astillas y sin solución hasta ahora.

    “¿Imaginas que de las poco más de 3 000 hectáreas previstas en el programa vinculado con la bioeléctrica hasta finales del presente 2022 tengamos plantadas hasta ahora solo 307, y con esfuerzo propio? ¿Imaginas que para este 2022 no tenemos nada planificado para la siembra y si lo tuviéramos no podíamos acometerla porque no disponemos de los recursos?

    “¿Imaginas que no existe en la empresa el aseguramiento necesario para enfrentar la preparación de tierra, el mantenimiento, la producción de posturas en cinco viveros tecnificados que aún no tenemos? ¿Imaginas que los bosques energéticos tardan de seis a ocho años en aportar la biomasa? ¿Imaginas? ¿Imaginas?”.

    Más que de velocidad, la carrera es de resistencia y con obstáculos. Simples operaciones matemáticas revelan que en el tiempo en que no haya zafra, la bioeléctrica necesitará unas 250 000 toneladas de biomasa y ¡dos millones de toneladas! si hubiera que esperar a que los bosques energéticos entren en producción, mientras eso no suceda, habrá que seguir moliendo marabú, esté donde esté y a expensas de que las reservas se agoten.

    Enseñanzas contra naufragios

    Podrá haber otros secretos por revelar, impagos incluidos entre las partes involucradas en el megaproyecto, pero no fue necesario profundizar tanto en el asunto, que podría ser tema para otro trabajo periodístico.

    El proceso inversionista de ambas obras, más que megawatts de corriente, ha generado no pocas incongruencias, dudas e insatisfacciones, acrecentadas por la tensa situación por la que ha atravesado el país en la producción de corriente, mientras se dilataba en el tiempo la construcción de la planta y la reparación del central.

    También deja enseñanzas para evitar naufragios en futuros negocios similares, que no deben dar márgenes a equívocos por lo que significa para el país y para merecer la confianza de la inversión extranjera.

    No es descabellada la idea, por ejemplo, que las nuevas bioeléctricas nazcan y convivan bajo contrato de administración, pero el financiamiento debe ser centralizado y empleado en todas las áreas: en la propia bioeléctrica, la agricultura, la industria, el central azucarero, el fomento de bosques, la infraestructura de almacenes, el taller para la maquinaria agrícola, la siembra de caña energética; que sea un proyecto integral, con unidad entre todas las partes, a diferencia de este, que se concibió a retazos, incluidos momentos de “tú por allá y yo por acá”. Eso atentó contra la armonía y el buen desarrollo de ambas inversiones.

    Varios de los requisitos establecidos en el contrato de Ingeniería, Procura y Construcción por parte del contratista no pudieron cumplirse en tiempo a causa de la covid-19; entre los más perentorios, la capacitación del personal para cuando llegue el “Día Cero”, fecha en que la BE será operada netamente por el personal cubano.

    Carmen, una ingeniera que ha estado vinculada con el proyecto desde antes de 2017, cuando pusieron la primera piedra, a cada rato sueña; sueña que algo pasa en las calderas, en el rotor, en las máquinas cosechadoras, en los transportadores del central, en la falta de biomasa; sueña en que la bioeléctrica y el central dejaron de funcionar. Ojalá toda incertidumbre y tropiezo sea solo eso: un sueño y no una pesadilla.

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