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    Yo votaré Sí

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    Referendo del Código de las Familias 06No hay misterio. Nadie me lo va a preguntar, pero me adelanto a revelar mi voto del próximo 25 de septiembre. Me levantaré temprano, aunque sea domingo, y caminaré hasta el colegio electoral que, por suerte, queda en la esquina de mi casa. Me tomará menos de un minuto hacer la cruz en la casilla del Sí. Regresaré con la sensación irrevocable de haber hecho lo correcto.

    Será un “trámite” sencillo, que apenas ocupará una parte de mi día. La verdadera historia, sin embargo, está detrás de ese voto positivo, el cómo llegamos hasta aquí y, sobre todo, cómo seremos un poco mejores después.

    Para llegar al día del referendo del Código de las Familias este país ha transitado por garantías incompletas y vacíos que hacían muy obsoleta la norma anterior. No solo el mundo cambió desde 1975, también nosotros, y todos esos cambios tenían que reflejarse en un documento que funja como guía moral de ese espacio afectivo, formal, socioeconómico y consanguíneo que es la familia.

    Yo votaré sí por los ancianos, ese grupo etario a veces desoído, violentado por sus propios parientes, desatendido por la sangre que no siempre llama. El proyecto de Código tiene un capítulo entero dedicado a describir escenarios de violencia y falta de derechos que, al menos a nivel de la legalidad, quedarán resueltos con las nuevas garantías.

    Nadie dice que esos cientos de artículos borrarán de un plumazo las escenas dolorosas presenciadas hasta hoy, pero sobre la base de un texto amplio y humanista se puede construir otro tipo de relaciones con nuestros mayores. A fin de cuentas, y en última instancia, voto por los derechos de la abuela que seré en unos años.

    Votaré sí por las personas que no “cumplen” estereotipos heteronormativos en cuanto a su género, identidad y preferencias sexuales, por la sencilla razón de que tienen las mismas razones, pasiones, obligaciones y derechos que yo sobre este pedazo de tierra que llamamos país. Tienen la necesidad de amarse, juntarse, tener familias, de ser visibles e importantes para los demás, como nosotros los “normales”.

    ¡Qué inútil “normalidad” esa de ir por ahí negando la posibilidad de una existencia plena al semejante! Pues yo no quiero ser “normal”, esa “normalidad” no me representa. Como mismo no me quita nada la posibilidad ahora propuesta de que ese colectivo batallador se case si cree en el matrimonio, se junte en el respeto y el amor, tenga hijos propios o adoptivos, y disponga del reconocimiento legal y las garantías que de ese acto emanen. La operación siempre ha sido sumar.

    Pondré una cruz sobre la esperanza de que mujeres y niñas no sufran los oprobios de una sociedad que las ha asumido en no pocas ocasiones como empleadas domésticas u objetos sexuales. Una dicotomía que, también a veces, se vuelve un solo dolor, y se traduce otras tantas en una violencia física de moretones y muerte. Deberíamos desterrar todo tipo de abusos sí, mas se debe empezar por aquellos que hacen diana en las féminas, solo por considerarlas débiles, prescindibles. El Código de las Familias pone el acento en proscribir la violencia y yo digo ciegamente “así sea”.

    Mi voto irá a refrendar la responsabilidad de los padres con sus hijos en una relación de afecto y protección que no limite la personalidad de los menores. No quiero certificados de potestad ni permisos de corrección alguna porque mi hijo no es una propiedad o un bien. Mi hijo es mi vida y como tal asumo su cuidado y guía, pero no aspiro a que siga mis pasos por obligación. Me veo a sus casi 14 años queriendo ser más independiente, experimentar cosas por mí misma, reconociéndome. De él no necesito obediencia, aspiro a la complicidad del amor.

    Estas son mis razones. No pretendo que usted las comparta al 100 por ciento. Lo conmino, no obstante, a ejercer su derecho y decidir sobre la base de un criterio informado. Nos veremos ese domingo. Me reconocerá fácilmente, iré vestida con una sonrisa de oreja a oreja y con un lapicero en la mano, con el que quiero escribir un mejor país. Para todos.

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