Renunciar a la entrevista nunca fue opción, como tampoco interrumpir por completo las rutinas de trabajo de Isabel Romero Pérez (La China), en ese momento al tanto de solicitudes de clientes ubicados en las dos barras del Acuabar del Hotel Colonial Cayo Coco, en el destino turístico Jardines del Rey.
En esas circunstancias se pactó el diálogo, distante de la teoría preestablecida en los manuales de Periodismo. El reportero interrogaba y se desplazaba con su grabadora al compás de los habituales movimientos de la dependiente gastronómica más popular de la emblemática instalación.
Mientras sirve cervezas, cocteles, vinos y rones, sonríe con bromas multilingües de los turistas ante la presencia de la prensa, sin embargo, logra retraerse en el tiempo para describir el momento en que el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz inauguró el Hotel Guitart Cayo Coco (hoy Colonial).
Con apenas 23 años, vivió en ese centro de alojamiento su primera experiencia laboral y, en la jornada inaugural del 12 de noviembre de 1993, atendió personalmente a Climent Guitart (director de la firma extranjera que administraba el hotel) y al Comandante en Jefe, durante una cena que se ofreció en el restaurante Fontanella.
Fue un día inolvidable pues marcó el inicio de su desempeño como dependiente gastronómica y tuvo la posibilidad de dialogar con el Líder Histórico de la Revolución Cubana, algo que siempre le pareció inalcanzable y momento para corroborar cuánto significaba para ella y el compromiso que asumía con él.
Romero Pérez evocó los momentos en que intercambiaron, dentro y fuera del restaurante, cuando les hizo entender la importancia del desarrollo del sector turístico. Aquellos instantes quedaron perpetuados en fotografías que ella y sus compañeros guardan con recelo.
Durante el acto fundacional del primer hotel construido en la cayería norte avileña, Fidel se mostró impresionado por la dirección del hotel y sus trabajadores, a quienes atribuyó cualidades como la eficiencia, el buen trato, la organización y disciplina, recordó.
Le asombró la jovialidad del equipo de trabajo, cuya edad promedio era de 23 años y habían egresado de institutos tecnológicos y preuniversitarios, en tanto, provenían de lugares relativamente cercanos como Ciego de Ávila, Morón, Yaguajay y la Isla de Turiguanó, rememoró.
También resaltó que el 72 por ciento de los trabajadores de la instalación turística conocía algún idioma extranjero, la totalidad ostentaba títulos de duodécimo grado, y más de 20 eran egresados de universidades, por tanto, consideró que existía una elevada preparación y calidad humana para garantizar el éxito de la tarea.
La China sintió que se refería a jóvenes como ella cuando dijo que había observado el desempeño del personal en cocinas, restaurantes, bares y otras áreas de servicio, donde apreció un potencial humano y una dirección que enseñaba la ciencia y el arte de atender bien a los clientes.
Entre tantas, algunas palabras quedaron grabadas para siempre en su mente: “Si un trabajador tiene que esmerarse es el trabajador del turismo, que está tratando con las personas. Las personas constituyen la materia prima de su trabajo; no está cortando caña, no está talando bosques, no está sacando piedras de una cantera, está trabajando con seres humanos, con visitantes”.
Su trayectoria laboral ha sido consecuente con la palabra empeñada en aquella jornada inaugural, lo que ha exigido sacrificio y dedicación para ofrecer un servicio que supere las expectativas de los visitantes y garantice una estancia agradable.
Parte de su tiempo libre lo ha dedicado a aprender idiomas para tener una mejor comunicación con los clientes, de manera que hoy, además de la lengua materna, domina el inglés, francés y ruso, y posee nociones elementales para entablar diálogos en portugués e italiano.
Cada logro es atribuible, también, a su familia. Agradece a sus suegros por apoyarla en el cuidado de sus dos hijos ―ya adultos― pues la mayor parte de su tiempo ha transcurrido del otro lado del pedraplén, sin que eso signifique el abandono a sus responsabilidades en el hogar y como madre.
El Hotel Colonial es su segunda casa; le profesa amor y fidelidad. No pudiera irse pues lo siente suyo y ahora lo acoge con nuevas motivaciones y expectativas, tras un intenso proceso de remodelación que permitió abrir en mejores condiciones para la temporada de alta turística.
Transcurridos 29 años, La China sigue aferrada a la instalación insignia de Jardines del Rey, en particular, al Acuabar, un espacio que ha hecho suyo y acomodado para el bienestar propio y de los clientes, quienes no perdieron oportunidad para resaltar, en distintos idiomas, que “ella es la mejor” y le regalaron un aplauso.