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    • Diana Gómez Guerra estudiante de Ingeniería Civil en la Universidad Máximo Gómez Báez de Ciego de Ávila UNICA 2En el contexto del centenario de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y la celebración del X Congreso de esa organización, Portal Avileño propone el testimonio de una joven que prestó servicios como voluntaria en la Zona Roja, durante la pandemia de COVID-19

    Sin poder despojarse de sus miedos, Diana Gómez Guerra, estudiante de Ingeniería Civil en la Universidad Máximo Gómez Báez, de Ciego de Ávila (UNICA) se alistó para integrar el segundo grupo de estudiantes voluntarios que prestó ayuda en ese plantel, convertido en centro de aislamiento para sospechosos del virus del SARS-CoV-2.

    El 30 de marzo de 2021 se incorporó a la Zona Roja, con más valor que temores, tal como le enseñaron sus padres, quienes la apoyaron y se mostraron fuertes ante la decisión, aunque parecían cercenados por la incertidumbre ante una misión más riesgosa que la de mensajera de personas vulnerables.

    Impuesta de las medidas que debía cumplir para evitar el contagio, cumplió honrosamente labores de higienización en pasillos, cuartos y baños de pacientes que se encontraban confinados por ser contactos directos de casos positivos, lo que acrecentó el temor durante los primeros días, pero logró vencerlo.

    Aprendió que los protocolos higiénico-sanitarios eran garantía de salvación y los convirtió en hábito: no descuidaba el uso de los atuendos imprescindibles (pijamas, cubrebatas, botas de goma, nasobucos y careta) para acceder al área de riesgo, y al terminar la faena se trasladaba directo hacia las duchas para la desinfección.

    valientes por la vida universitarios de Ciego de avila trabajando durante la covid 19 7

    El equipo al cual se integró quedó dividido en dos subgrupos, de manera que pudieron turnarse, pero los días de descanso solo se liberaban del ajetreo en la Zona Roja pues otras actividades demandaban sus esfuerzos, como la producción de alimentos.

    Así transcurrió el primer mes y, luego de cumplir el periodo de aislamiento, devolvió el aliento a la familia y los vecinos con su retorno al barrio, que fue solo temporal pues sintió el deber y compromiso de regresar para acompañar a sus compañeros.

    Al pasar un mes, se reincorporó a aquel ambiente, donde logró sentirse feliz junto a su equipo de trabajo, a pesar de las crecientes tensiones con el aumento de los casos positivos y sospechosos. Cuba, y la provincia de Ciego de Ávila en particular, se adentraba en el denominado pico pandémico.

    Entre los aislados aumentaba el número de confirmados. Pudieron sentir la tristeza ante el desvanecimiento de las esperanzas con la llegada de los resultados del PCR-RT, entonces también aprendieron a sanar el alma, cultivar la fe y la esperanza en los enfermos.

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    Cada día era más intenso que el anterior. Durante las madrugadas avistaban desde sus habitaciones la entrada de guaguas cargadas de sospechosos. No pocas veces realizaron limpiezas y desinfecciones en las noches para crearles capacidades a los nuevos ingresos y otros enfermos que aguardaban en sus casas.

    El esfuerzo aumentó en la medida que las circunstancias lo exigieron; fue un momento para crecerse.

    Otro mes del almanaque quedó atrás y Diana retorno junto a su familia, preocupada por los constantes dolores en las rodillas que la afectan desde su niñez. Se vio obligada a permanecer en reposo a finales de julio y principios de agosto, pero no halló impedimento para regresar a la Zona Roja.

    Con limitaciones para desarrollar algunas actividades, pero estuvo allí otra vez, mientras el pecho se le oprimía al saber que el equipo relevo había enfermado y la seguridad de que debía extremar los cuidados, para bien de ella y sus compañeros.

    Ya corría por su torrente sanguíneo una dosis de la primera vacuna cubana contra la COVID-19 y las restantes dos le fueron inoculadas en la Universidad, convertida en centro de atención para pacientes positivos pues los hospitales estaban a plena capacidad.

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    La repartición de los alimentos fue la nueva tarea asignada a los denominados Gallitos Uniqueños, de manera que aumentaron los riesgos al entrar en contacto con pacientes confirmados con la enfermedad, pero no era momento para concentrarse en eso, solo lo necesario para adoptar las medidas de bioseguridad.

    Dispensar los nutrientes en los horarios oportunos para satisfacer las necesidades de pacientes diabéticos, hipertensos y con otros padecimientos de base ―en muchos casos adultos mayores―, constituyó la principal preocupación.

    Le reconfortaba el rostro de satisfacción de los enfermos ante sus cuidados, incluso algunos refirieron el talento derrochado al no ejercer la Medicina.

    Los tiempos de distribución de los alimentos distinguían siempre por la alegría del reencuentro y fueron oportunidades para sacar sonrisas con las ocurrencias de los jóvenes. Reparar el espíritu contribuiría a sanar y hacer más agradable la estancia.

    Sufrió al ver los pacientes graves y, a sabiendas del peligro que corría, en más de una ocasión quebró las distancias para alentarlos o ayudarlos a comer, de manera que pudieran fortalecer sus organismos para combatir el virus.

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    Los protocolos sugerían protegerse, pero en esos instantes la sensibilidad humana superó las indicaciones; actuar diferente le parecía egoísta.

    Fechas importantes para las familias transcurrieron mientras estuvieron allí y resultó hasta difícil hacer el tiempo para efectuar una llamada para felicitar o confirmar que estaban bien, pero del otro lado comprendían que era necesario luchar por la vida para celebraciones futuras.

    En un descuido, Diana y algunos de sus colegas también enfermaron, entonces estuvieron del otro lado y su actitud fue compensada. Transcurrían días menos complejos, con los efectos de la campaña de vacunación el pico pandémico descendía en la provincia y el país.

    Pronto la Universidad retomó sus funciones habituales y volvieron a las aulas para compartir las historias de los denominados Gallitos Uniqueños, con la certeza de que se transformaron en mejores seres humanos y se constituyeron en héroes y heroínas de un momento trascendental para Cuba y el mundo.

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    Diana Gómez Guerra estudiante de Ingeniería Civil en la Universidad Máximo Gómez Báez de Ciego de Ávila UNICA 1

     

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