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    Para más señales: maestro

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    Wilfredo Osuna 2Si Wilfredo Osuna no hablara con los manos, igual fuera un hombre ataviado de gestos; el más elocuente de ellos, haberse consagrado a la Educación por 46 años de los 64 que ya tiene. Y aunque en los otros 18 también hubo señales anticipando este futuro, él prefiere pensar que el lenguaje de señas con que imitaba a su vecinito sordo era solo empatía adolescente y no presagio de un maestro especial.

    Entonces, y ahora, todo lo delataba; ni siquiera esa voz cadenciosa y suavecita le hace carecer de ciertas aptitudes de maestros barítonos, que dejan sentados a niños revoltosos con un solo mando de voz grave. La de él es fina, pero, sobre todo, tiene la agudeza en sus manos. Hace un abanico de dedos que cierra en la punta de su nariz y nos dice “bonito”. Luego pone dos alineados en el cuello, los enrola hacia alante y dice “futuro”. Va hablando como si no pudiéramos escucharlo y fuéramos aprendices de una cátedra cultivada con paciencia y naturalidad.

    Primero en casa, con su hijo Norwing, el Doctor en Ciencias que desarrollara una metodología para la enseñanza de la lengua de señas y que él tutoreara en licenciatura y maestría. Después con su hija Norky, también máster en Educación Especial y maestra queridísima de sus niños sordos. Antes, con su esposa, máster en sicopedagogía y parte del claustro que él integrara en la Águedo Morales Reina durante 36 años ya; casi la mitad, al frente de la escuela.

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    Han sido, literalmente, su familia y su escuela, y en el paralelismo de su vida no sé el orden de sus clases, mas no le obligo a discriminar amores. De alguna manera han sido lo mismo, parte de una pasión que le sale por los labios, por las manos y hasta por los codos si hablaran.

    Su cuartel en el reparto Ortiz: una escuela demasiado engalanada, a veces, entre carteles, banderas, arecas y patios tan lisos que uno podría llegar a pensar que los árboles tienen las hojas remachadas con ateje y nunca caen ni en ventoleras de tarde. Y esa es, apenas, la imagen de la entrada. Dentro está él, dirigiendo una orquesta armoniosa, constante. Dibujando el sonido con las manos. Mostrando al tacto los seis puntos de un alfabeto que el punzón, la regleta y las clavijas terminan por revelarle a niños ciegos.

    En su pequeña cámara, compuesta por alrededor de 30 educadores, está Ana María, de 36 años; Greiry, con 22; Susy y su hija Norky, con 20; Inés, Esther y Daimy, con 14, las últimas en sumarse…La edad que les pregunto es la que, hasta cierto punto, importa en un aula: es el tiempo gastado allí, más que el vivido en otra parte.

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    Osuna, que es como le dicen los adultos, ha logrado eso, educar en la permanencia. Su evangelio vivo, nacido a los 16 años cuando, estando de prácticas, se paró frente a un aula y les dijo a aquellos grandulones que su nombre era Maestro y su apellido, Usted.

    Fue su método para ganarse el respeto ―cuenta hoy― consciente de que su misión en Nicaragua se lo agenciaría a raudales y de que su quisquilla le ha valido mejores epítetos dentro y fuera del aula, porque siempre sucede algo en la escuela. Las vacunas, las reuniones del Consejo Popular, cuanta votación se haga, las preparaciones metodológicas del municipio, la socialización de algo… Casi todo le viene por “designación” y mérito a la Águedo Morales Reina. Muy bien ganado tiene su título de escuela de la comunidad y su reina-do en las escuelas especiales de la provincia y de las que, por norma, dicen, lo son menos.

    El maestro director, no cansado todavía ―y en los umbrales de su jubilación, pues lo hará en febrero del 2023 para hacerle unos arreglitos a la casa y en siete u ocho meses volverá a su escuela, aparentemente retirado― le ha seguido las pistas a los ambliopes y estrábicos que un día pasaron por ahí, a los ciegos que dejó de ver, a los sordos que podría reconocer con un gesto a lo lejos…Llega a preocuparse por sus inserciones en la enseñanza normal y quizás por eso le duela que su tesis de maestría, encaminada a esa preparación integral de otros profesores, no sea regla para sus exalumnos.

    Habrá quienes nunca podrán verlo o escucharlo, pero hay cosas en esta vida que basta con saberlas, sentirlas. Para más señas: Wilfredo Osuna Rodríguez. Maestro.

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