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    Con ojos nuevos a los 40

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    periodista trabajo laptopDespués de los 40, científicamente demostrado, aparece la presbicia, una pérdida gradual de la visión vinculada al envejecimiento de la capacidad de los ojos de enfocarse en los objetos cercanos. Si hasta ayer, con 39 y unos meses, usted veía clarito, clarito, mañana, con 41, 42 y más, ya será un/una temba con espejuelos en la punta de la nariz. O sea, en la corta distancia no “pillará” nada.

    Después de los 40, científicamente demostrado, aparece la presbicia, una pérdida gradual de la visión vinculada al envejecimiento de la capacidad de los ojos de enfocarse en los objetos cercanos. Si hasta ayer, con 39 y unos meses, usted veía clarito, clarito, mañana, con 41, 42 y más, ya será un/una temba con espejuelos en la punta de la nariz. O sea, en la corta distancia no “pillará” nada.

    Para quien siempre ha vivido con problemas en la vista, los segundos “ta” no traen novedad alguna y pasan esa barrera sin sobresaltos, acostumbrados a que la graduación crezca y el cristal de los anteojos se engrose. Otros, sin embargo, se muestran temerosos de que, con la edad, no sea solo la visión lo disminuido.

    Cada cual con sus miedos, qué le vamos a hacer.

    Pero, ¿cómo se mide la presbicia en un periódico?, ¿existe tal cosa? ¿Pasadas las cuatro décadas un diario empieza a ver menos lo que, por definición, debe ser escrutado con claridad siempre? Se podría preguntar a los rotativos que en Cuba dejaron atrás el kilómetro 40 hace tiempo ya, mas y eso sí es seguro, nadie ve con ojos ajenos.

    Lo sabe bien Invasor que, este 26 de julio, comienza a vivir su año 40 y, como si no hubiera oído hablar nunca de la dichosa presbicia, se ha empecinado en mirar la realidad con cristalinos nuevos, sin cambiar el color de su iris. Este trabalenguas oftalmológico no es otra cosa que la intención, refrendada en fecha tan simbólica y todos los días, de seguir mostrando la vida de la provincia en colores y sin miopías.

    Con casi cuatro décadas sobre sus páginas, Invasor pareciera burlarse de cualquier vaticinio de ceguera programada por cansancio o reiteración de una agenda que no en todas las ocasiones, es preciso reconocerlo, ha logrado ser el palpitar de la gente en los barrios donde el agua se escapa por los salideros antes de humedecer las gargantas o donde los terraplenes añoran todavía un poco de asfalto para combatir el polvo y el fango. Si no ha cedido agotado es porque sabía de antemano que esta sería una carrera de fondo para la cual, desde el principio, limpió la mirada y aguzó el resto de los sentidos.

    No lo demuestran, como podría creer cualquiera medianamente informado, los premios y reconocimientos merecidos en este tiempo —que no son pocos, dicho sea, con toda intención—, sino esa suerte de obsesión de conectar con el más diverso de sus lectores, ya sea en las escasas páginas impresas o en las infinitas esquinas de su edición en la web. El empeño de publicar contenidos que combinen cualidades como la urgencia, la necesidad, la crítica, la investigación y el análisis, sin faltarle a la belleza, tal y como hacen cada una de las minúsculas partes del ojo humano, esa “máquina” perfecta para ver, mirar, observar, comprender…

    Contra los malos agüeros y agoreros ha ido el periódico y sus periodistas en quijotesca cruzada, sabiendo que no son gigantes, sino molinos, y poniendo tildes y puntos, según fuera el caso, sobre las íes; llamando por su nombre en tiempos de eufemismos y juegos verbales; apostando a la opinión y el largo aliento del periodismo interpretativo y de investigación donde algunos dieron paso a un enfoque instrumental y propagandístico de la prensa; abriendo los ojos cuando algunos prefirieron cerrarlos para no saber.

    Invasor, por tanto, no cree en presbicia cuarentona ni en el desgaste de la palabra oportuna. A sus 40 es apenas un “temba” que, tal y como se avizora el futuro cercano, se pondrá cada vez más interesante, que es el término popular para describir ese período de la vida en el que no se pierde la lozanía de la juventud, pero ya se goza de la experiencia de la adultez.

    Nadie dude que, a partir de ahora, viva sus mejores días.

    Publicado originalmente el 26 de julio de 2018 en www.invasor.cu