Los niños no son cosas

    Inicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivado
     
    Valoración:
    ( 0 Rating )
    Pin It

    Padres y niño

     

    Es vital una educación donde se dialogue con el niño como sujeto activo, protagónico, que no asuma las cosas porque se las digan sino porque las piense

    Más de una vez la escena nos sorprende en plena calle, en el barrio, o hasta en nuestras propias casas. Más de una vez la secuencia varía desde gritos y ofensas, nalgadas, o el argumento, ¿incuestionable?, de «eres un niño o niña», «los niños no entienden eso», «los niños callan mientras los adultos hablan».

    El fenómeno del maltrato infantil, invisibilizado históricamente, pero presente también en nuestra cotidianidad, merece no solo reflexiones por tratarse de situaciones que pueden producir numerosos daños en el desarrollo físico y sicológico de los menores.

    Sucede que las formas en las que puede presentarse varían, y muchas de ellas son asumidas naturalmente como parte de la «educación», crianza o disciplina hacia nuestros hijos. Sobre este tema Granma dialogó con las Doctoras en Ciencias Sicológicas y profesoras de la Facultad de Sicología de la Universidad de La Habana, Aurora García Morey y Roxanne Castellanos, quienes justamente coinciden en el hecho de que con frecuencia se vulneran muchas necesidades de los menores y se cae en situaciones de maltrato, a partir del desconocimiento de lo que son sus disímiles formas.

    «El primer maltrato es creer que los niños y niñas son cosas y no considerar que son personas y sujetos de derecho a las que hay que respetar y tener en cuenta», insistió García Morey. ¿Cuántas veces se detienen los padres o madres a observar qué hace su hijo o hija un día cualquiera, sus vivencias, los sentimientos que más tiene a lo largo del día, con quien jugó y habló?, reflexionó la entrevistada.

    Estar en la vida de nuestros hijos –enfatizó la especialista– es hablar a diario, conversar, reírnos, compartir la vida, más allá de las funciones regulativas que nos tocan a los padres: la tarea, el baño, el orden, las normas y límites.

    No menos importante, dijo, es la mirada hacia la escuela y el cuestionarnos si está cumpliendo el rol de erigirse como espacio donde se estimulen las diferentes aristas del desarrollo de nuestros hijos. Pero una interrogante obligada para los padres es si hemos allanado el camino para que nuestros hijos e hijas lleguen preparados al primer grado. ¿Conocemos sus debilidades para no exigirles lo que no pueden ni hacerles sentir que nos decepcionan por ello? ¿Realzamos sus fortalezas y de este modo estimulamos los procesos de autovaloración y autoestima? ¿Estamos «cerca» de la maestra, discrepamos respetuosamente cuando hace falta, pero también tomamos en cuenta sus señalamientos objetivos?, explicó la doctora Castellanos.

    Para la profesora García Morey insistir en espacios y límites con los menores implica que los adultos no violemos e irrespetemos el espacio de ellos y viceversa; romper la cadena de las familias que naturalizan actitudes de maltrato porque «a mí me criaron así, a gritos y golpes, y estoy aquí», es fundamental.

    SUJETOS DE DERECHO CON MUCHO QUE DECIR

    La literatura especializada define el síndrome de maltrato como toda acción o conducta de un adulto con repercusión desfavorable en el desarrollo físico, sicológico y sexual de una persona menor.

    El maltrato o vejación de menores abarca todas las formas de malos tratos físicos y emocionales, abuso sexual, descuido o negligencia, explotación comercial o de otro tipo, que originen un daño real o potencial para la salud del niño, su supervivencia, desarrollo o dignidad en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder.

    «Con frecuencia, cuando se les pide a las personas enumerar los derechos de los niños, la educación y la salud aparecen como derechos primarios. Sin embargo, no es hasta que se les pone a correlacionar elementos que te hablan del derecho a no sufrir maltrato físico y sicológico», expuso la profesora Castellanos. Prácticas como las nalgadas y gritos no se incluyen dentro de la idea de maltrato de muchas personas, en tanto están naturalizadas, dijo.

    Los niños y niñas tienen derecho a ser escuchados, amados y sentirse seguros, y construir su propia identidad, insistió la sicóloga García Morey. «Pocas veces se les celebra o elogia. A veces preguntamos en consulta para qué es bueno, qué hace bien, y el silencio es terrible. Son ellos los que salen a defender y elogiar a sus padres, lo cual denota falta de comunicación», ejemplificó la entrevistada.

    «Por ahí pasa el tan de moda “agendamiento” de los niños, basado en el modelo de niño perfecto que debe tener una agenda después de clases; un fenómeno que está hoy en incremento.

    «La mayoría están sobrecargados, cansados y muchos –los que más dificultades emocionales tienen– están haciendo cosas que no son de su interés. Si se constriñen sus necesidades de juego, esparcimiento y socialización y encima no les gusta la actividad, se les está dañando», alertó.

    El sobreconsumo de tecnologías es otra de las alertas que levantan las profesoras de cara al fenómeno del maltrato infantil. «Un niño que pasa diez horas frente a una pantalla o que apenas adquirió la capacidad de estar boca abajo en la cuna y sostenerse le colocaron una laptop, está siendo maltratado», refirió la profesora Castellanos.

    Ello, dijo la especialista, va de la mano del exceso de estimulación, que trae aparejado también numerosos riesgos. Si bien en los primeros años de vida es muy grande la capacidad del cerebro humano de asimilar la estimulación cognoscitiva, el desarrollo emocional no logra llevar el mismo ritmo de aceleración.

    «Por ello, cuando un niño comienza a procesar más información de la necesaria y apropiada para su edad, no logra del mismo modo lidiar emocionalmente con lo que está procesando. Pueden surgir preocupaciones, tensiones, temores, entre otros tantos resultados negativos como consecuencia de esta brecha entre procesos cognitivos y emocionales», señaló Castellanos.

    Aparejado a la sobreestimulación, muchos padres desarrollan estilos de comunicación, donde niños pequeños son tratados como si tuvieran más edad. De ahí que muy temprano comienzan a sobreexigirse: aprender con rigor todo lo que le enseñan y mostrar con devoción todo lo aprendido. Es así que se empieza a gestar el estilo perfeccionista que puede llegar hasta la aparición de rasgos obsesivos, la baja tolerancia a la frustración, inseguridad y el daño a la autoestima.

    Además aparece la ansiedad que se expresa de diversas maneras: miedos, comerse las uñas, alteraciones del sueño y de la alimentación, entre otras, abundó la sicóloga. Todas, dijo, son manifestaciones de afectación de la salud mental de los niños, que resulta muy lamentable si ha sido el resultado del modo de educación que han escogido los padres.

    Hoy se ha demostrado que las competencias intelectuales no garantizan la felicidad, como sí lo hace la inteligencia emocional. Por eso desde su nacimiento lo que más necesita un niño es el vínculo de apego, contar con padres afectuosos y siempre disponibles, puntualizó.

    Además, expuso la profesora García Morey, corren el riesgo de ser deficitarios sociales, pues en el tiempo que están haciendo esas actividades deberían estar creando competencias y habilidades. «Es vital una educación donde se dialogue con el niño como sujeto activo, protagónico, que no asuma las cosas porque se las digan sino porque las piense». No menos cuidado requiere atender otros fenómenos como la sexualización de la infancia y el acoso escolar, concluyeron las especialistas.

    Indicadores globales de daño emocional

    Tendencia a un pensamiento desorganizado, con bloqueos o saltos.
    Dificultades con la atención, el control muscular, la coordinación viso-motriz.
    Impulsividad.
    Respuestas emocionales inadecuadas    o inapropiadas.

    Signos que pueden observarse en niños maltratados
    Problemas de dependencia.
    Inmoderada necesidad de controlar.
    Poca autoestima.
    Agresión, enojo.
    Aislamiento social y emocional.
    Sentimientos de desconfianza.
    Ansiedad, miedo y desamparo.

    Tomado del Periódico Granma: http://www.granma.cu/cuba/2019-05-05/los-ninos-no-son-cosas-05-05-2019-20-05-03

    Escribir un comentario