Emilia de la Caridad González Echemendía

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    Emilia Gonzalez EchemendiaEmilia de la Caridad González Echemendía le corresponde un lugar destacado en la historia de Cuba. Como campesina humilde se creció ante las adversidades durante las guerras por la independencia y las miserias y penurias en la paz. Se ganó la admiración desde el simple soldado hasta el más alto oficial, como el General en Jefe Máximo Gómez Báez, por sus servicios prestados a la patria.

    Nació el 5 de abril de 1850 en la finca Ojo de Agua, situada actualmente entre Majagua y Guayacanes. Con sus padres Juan González Gómez e Inés Echemendía Pérez y sus cuatro hermanos vivió en la pobreza, la esclavitud y la incultura. Jamás asistió a una escuela, ni aprendió a leer o escribir.

    Se casó con Abelardo Egües Bonachea en 1872, en plena Guerra de los Diez Años. Con su esposo tuvo que refugiarse en el monte por la represión de las tropas españolas. Allí procrearon sus tres primeros hijos, quienes fallecieron por las enfermedades y la desnutrición. Entonces, emigraron para Morón donde murió el cuarto descendiente.

    A finales de 1875 se asentaron en la finca “La “Vega, del antiguo hato de Río Grande. En La Reforma, a tres kilómetros de Emilia, asentó su bohío el mayor general Máximo Gómez, quien dirigía la campaña de Las Villas. Pronto Emilia y Abelardo trabaron relación con Gómez, su esposa Bernarda Toro y su hija Clemencia. Conocieron del nacimiento de Panchito, el 11 de marzo de 1876, y ayudaron a la familia Gómez-Toro: comenzó de esta manera una fecunda amistad.]

    Emilia y Abelardo auxiliaron a las tropas mambisas, por el conocimiento que poseían sobre las plantas medicinales y se convirtieron en colaboradores de los insurrectos, hasta el término de la contienda bélica por el Pacto del Zanjón.

    Se dedicaron a las labores de campo y a levantarse de las ruinas de la guerra. Les nacieron cinco hijos con los cuales pasaron miserias y enfermedades. El hambre era tal que hacia 1890, Emilia envió a su pequeña Juana Rita a la casa de su hermana Serafina, esposo del coronel del Ejército Libertador Justo Sánchez, y sólo pudieron brindarle palmito de corojo para alimentarla. 

    Doña Emilia, como la llamaban por respeto, se alzó con su familia, después del estallido de la Guerra del 95, porque una tropa española venía a capturarla junto a los suyos. En lo intrincado del monte de Paso Viejo, cerca de Majagua, asentó el campamento y en el lugar construyeron la ranchería y crearon las condiciones para la supervivencia.

    El General en Jefe Máximo Gómez cruzó la Trocha de Júcaro a Morón el 30 de octubre de 1895 y desarrolló operaciones militares para propiciar el paso de Antonio Maceo con el contingente invasor oriental y conformar definitivamente el Ejército Invasor en Lázaro López, el 30 de noviembre de 1895, fecha en la que partió hacia Occidente.  Doña Emilia recibió por esos días, enviados por Gómez, unos heridos, víctimas de los enfrentamientos contra las tropas españolas durante esa etapa.

    Ella y su familia participaron activamente durante la campaña de La Reforma en 1897, dirigida por el Generalísimo. Su casa se convirtió en un verdadero hospital permanente. Allí donde habitaban en Paso Viejo se organizó una subprefectura y se levantó una ranchería habitada por varios vecinos.

    Muy dedicada era Doña Emilia, con la ayuda de sus hijas Petronila y Luisa, en el cuidado de los heridos y enfermos a quienes brindaban toda la atención y el cariño, conocedora del uso de las plantas medicinales, las que aplicaba eficazmente en sustitución de los productos farmacéuticos. Muchos fueron los mambises que lograron salvar la vida y curarse de sus heridas o enfermedades.

    Su hospital de sangre al ser atacado por las tropas españolas pasó provisionalmente para Ojo de Agua, cerca de Los Hoyos, donde continuó brindando sus servicios. De nuevo regresó a Paso Viejo con su familia y los de la subprefectura. Volvieron a levantar la ranchería y otra vez funcionó su hospital.

    Máximo Gómez iba a ver con frecuencia los enfermos y heridos de Paso Viejo y siempre conversaba con su fiel colaboradora y amiga. Sobre estos hechos escribió en su diario el corneta de su Estado Mayor, comandante José Cruz Pérez:

        […] nuestro gran VIEJO tomó la disposición de escoger aquel santo lugar para que se instalara nuestro Hospital de Sangre, bajo la dirección de aquella matrona cubana nombrada Doña Emilia González de Egües, alma grande y noble para la que a diario tenían rememoraciones los de nuestra escolta, el expedicionario (regimiento) y demás de las fuerzas que escoltaban al cuartel general, los que sabían […] de caer heridos o enfermos, ingresaban en el referido Hospital donde […] tenían la suerte de encontrar las buenas cualidades de Doña Emilia a la que siempre daban el honroso nombre de “LA MADRE DE LOS CUBANOS”. El Generalísimo al hacer sus comparaciones solo la igualaba a la gran Rosa la Bayamesa, como mujer excelente y de grandes virtudes. 

     

    El 13 de abril de 1898, Doña Emilia se entrevistó en Los Hoyos con su viejo amigo, los de su escolta y el Estado Mayor. Honda huella de cariño, respeto y amor dejó esta extraordinaria mujer en el corazón de cada mambí. Triste resultó la despedida con el Generalísimo, quien partía definitivamente del territorio el 17 de agosto para recibir la expedición que por Punta Alegre había traído Bernabé Boza.

    Al concluir la guerra, ella y su familia volvieron a la finca La Vega y comenzaron a rehacerlo todo. Vendría una dura etapa de trabajo y lucha por la vida. Hasta las últimas horas de su existencia estuvo batallando esta heroica mambisa. En la manigua lo dio todo por la causa y en la paz forjó su honorable familia.  Allá en los predios donde la vieron luchar, dejó de existir a los 79 años Doña Emilia González Echemendía, el 20 de julio de 1929. Su sepelio se efectuó en el cementerio de Majagua y hoy sus restos descansan en el Panteón de los Caídos por la Defensa.

    Por su vida virtuosa y consagración a la causa noble de la independencia, su humanismo y dedicación a la familia, la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana la denominó Patriota Insigne del municipio de Majagua.