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    Diana, guardiana de la vida

    Desde pequeña soñaba con ser doctora. Quería parecerse a su mamá, salvar vidas, curar enfermedades, aliviar el dolor de todo el que lo necesitara. Quería saberse útil… Diana Isabella Rancaño Peña, cursa el 4to año de la carrera de Medicina y está a punto de lograr convertir en realidad ese sueño.

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    María Félix, cada día más necesaria

    Cuando la miras, sientes de inmediato que estás frente a una mujer que no miente, ni adorna las verdades. Si me preguntan ahora mismo qué es lo que más admiro de ella, sin dudarlo diría: “Su plena seguridad”. Pudiera pasar por introvertida si no fuera por esa capacidad de diálogo diáfano, cargado de sabiduría, modestia y sinceridad, que puede resultar interminable, porque María Félix Arocha Hernández, siempre tiene algo que decir, y cuando comienza a hablar, no tiene para cuando parar, según sus propias palabras.

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    ruddy

    «Acabamos de cerrar, pero dígame, qué usted desea. En qué podemos servirle», fueron las primeras palabras del administrador del Mercado Agropecuario Estatal (MAE) número Cinco, La Mandarina, en el poblado de Ciro Redondo, el municipio avileño que más cerca está de lograr el autoabastecimiento territorial, en una combinación bases productivas-acopio.

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    raunel

    El prólogo de la historia del doctor Antonio Raunel Hernández Rodríguez hay que hojearlo en Guadalupe, el pueblito florenciano acurrucado entre lomas, a la vera de la presa.

    Jamás ha podido desprenderse de aquel lugar, de su gente. Siempre que puede, da una vuelta. De allí salió a los 35 años, obligado por el amor de Raysa, una camagüeyana con quien hoy degusta la vida y el placer de dos hijos.

    Dice en tono jocoso que, si volvieran los años juveniles, al grupito Rechi y sus muchachos le cambiaría el nombre. Por ser el único que amenizaba —más con atrevimiento que con vocación— las noches de Luna en Guadalupe. Le pondría un nombre menos musical: "Grupo Cartucho", no tocábamos bien, pero tocábamos mucho."

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    va

    Belice  es un pequeño país situado en América Central, con costas en el Mar Caribe. Tiene fronteras con México y Guatemala. Su capital es Belmopán. Su población es en la mayoría de habla inglesa. Obtuvo su independencia política en 1981.

    Fue a principios de los años 90 cuando llegaron a Belice, aun sin establecer relaciones diplomáticas,  los primeros colaboradores cubanos de la salud, y desde esa fecha no ha cesado el intercambio. El paso del terrible huracán “Mitch” por Centroamérica en 1998 y su devastador daño motivó que esa cooperación de incrementara.

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    capoteEs bien difícil traspasar el reino hermético de la humildad de Capote, el Héroe del Trabajo de la República de Cuba, el hombre que le dijo a Fidel que estaba dispuesto a construir caminos sobre el mar y para ello alistó el contingente Roberto Rodríguez —El Vaquerito—.

    Al parecer, el otro día andaba nostálgico. Y como la nostalgia abre las puertas a los recuerdos, esa tarde decidió hilvanar las palabras que conforman el historial de una vida llena de amor y realidades.

    Si de algo se jacta es que a pesar de haber cumplido el pasado abril 84 años de edad conserva la misma voluntad de cuando era joven y laboraba en la finca de José Morera en la siembra, limpia y el corte de caña, cuando decidió integrarse al Movimiento 26 de Julio o cuando, más acá en el tiempo, Fidel le habló de unir por la parte norte a las provincias de Ciego de Ávila, Camaguey y Villa Clara.

    Verdades, leyendas y habladurías se han entretejido a lo largo de su vida, sobre todo, a partir del día que decidió tirarle piedras al mar.

    “El 12 y 13 de marzo de 1987 Fidel recorrió la cayería norte avileña, y el 23, a las 3 y 10 de la tarde, el camión Kraz volteó las primeras piedras, muy cerca de donde el Comandante había hablado diez días atrás. Fueron arduas jornadas a lo largo de cientos de días y noches.

    “El 26 de Julio de 1988, en Santiago de Cuba, el Jefe anunció la unión. Recuerdo que dijo más o menos así: “Calladamente, silenciosamente, en apenas 15 ó 16 meses, un puñado de trabajadores han empatado la costa por mares poco profundos, con una Isla que tiene grandes posibilidades turísticas, situada a más de 20 kilómetros de la costa.

    Capote, que no es muy dado a los elogios, comenzó a crecer, casi sin darse cuenta: “construir la obra de Fidel ha sido el mayor reto de mi vida, y pienso que también el de las mujeres y los hombres de El Vaquerito, quienes escribieron páginas bonitas, llenas de amor y heroísmo. ¡Imagínate emprenderla a piedras contra el mar, algo que en Cuba jamás se había hecho!”.

    Hay algunas anécdotas que nunca ha revelado a la prensa: “Un día adelantamos 56 metros y al otro solo llegamos a los 18, pese a que echamos más de 70 metros cúbicos de material. Aquello preocupó a todo el mundo

    “Alguien se lo informó a Fidel y él le respondió: Díganle a Capote que no se preocupe. Todavía le queda, más o menos, un kilómetro con esas características. Aunque no haya mucha profundidad, el fondo tiene mucho cieno. ¡Y quien te dice que a los 900 metros volvimos a la normalidad”! Fidel siempre con su visión de futuro.

    Capote no fue niño de pasar muchas escuelas, pero es un profesional insuperable de la honestidad y el trabajo. Una vez pensó…

    “Fue cuando estaba próximo a cumplir los 60 años. Conversaba yo con el Comandante en Jefe, sobre el futuro de la cayería norte de Cuba. Mi estado de ánimo no andaba bien. Parece que él me notó algo en el rostro y me preguntó: ¿Qué te pasa? Me encogí de hombros. Y acto seguido me dijo: ‘Tú no te vas a jubilar. Vas a trabajar hasta que tengas 80 años. Después, descansas un poquito’, pero ya tengo 84 y aquí estoy. Si la salud, que no anda muy bien, me acompaña, quiero ver si puedo tirar un poquito más.

    “Otro capítulo en la vida fue lo de la novela Por amor, que hicieron hace añosMe gustó mucho el título, pero en verdad el drama no me agradó. Me pusieron enamorando en el contingente. También en discrepancia con los técnicos e ingenieros. Y nada de eso fue verdad. Yo no entiendo mucho de cosas de ficción, porque el trabajo es vida y sacrificio.”

    A Fidel, con quien compartió en varias ocasiones, lo cataloga como un hombre con una visión más allá de cualquier límite humano. Imaginar la unión de todos estos cayos con tierra firme a cualquiera le hubiera resultado una utopía, pero el Comandante en Jefe tiene el don de convertir utopías en realidades.

    El viejo Capote no equivocó el camino. Él tiene la mayor riqueza de este mundo: el prestigio y la vergüenza de los que luchan por amor.

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    plataformaA los hombres no se les puede juzgar por la envoltura. Hay que ver de qué están hechos, y hurgar dentro de las fibras más íntimas; dentro del corazón, para imaginar su verdadera estatura.

    Y eso me sucedió con Pastor Rodríguez Luis (Tuto), el doble campeón panamericano en Winnipeg, Canadá ‘67; y en Cali, Colombia ’71, y el primer medallista de oro de la delegación del Cerro Pelado, que asistió a los X Juegos Centroamericanos y del Caribe de Puerto Rico, en 1966.

    Jamás se dio por vencido en una batalla. Tan así es que en sus 10 años como integrante de la selección nacional de pesas (63-73) siempre tuvo la presión arterial descompensada.

    “Aunque eso siempre se comentó, pocos tenían la certeza de cuánto me afectaba esa enfermedad. Solo lo sabían mi esposa Caridad y el médico. A veces querían que yo no levantara. Jamás les hice caso. Así, con la presión alta competí en los Centroamericanos de Puerto Rico ’66, y en Panamá ’70. En ambos eventos obtuve la medalla de oro. Pude morirme en la plataforma. Creo que lo hubiera hecho feliz, abrazado a ella.

    Pocas veces habla de su vida íntima, pero a los 78 años de edad “es  oportuno decir algo para que las nuevas generaciones de deportistas comprendan que sin sacrificio y dedicación no hay buenos resultados”.

    Y vuelve a soltar los recuerdos: “Cuando íbamos hacia Puerto Rico, en el buque Cerro Pelado, yo estaba convaleciente de una neumonía y en el barco tuvieron que inyectarme varios millones de unidades de penicilina. Entrenaba solo con 40 ó 50 kilogramos. No podía con mi alma. Hasta el equipaje tuvieron que ayudarme a bajar. Y, sin embargo, allá rompí las marcas en fuerza (120 kilogramos) y en envión (145) que, sumados al arranque, hizo un total de 375 kilogramos. Claro, alejado de los 392.5 que representaron mi mejor total en eventos oficiales”.

    Cuando competía en las modalidades de fuerza, arranque y envión llegó a tener el octavo mejor total del mundo en su división de los 67.5 kilogramos, en la cual siempre compitió, ¡y aún se mantiene!

    Su habilidad y fuerza inimaginable no nacieron en un día. “Yo entrenaba a toda hora. Fui disciplinado, al extremo que cuando venía de pase lo hacía en el cuarto del apartamento donde vivía. ¡Y nadie se enteraba!”

     Y es que este caballero de la plataforma jamás tiró las pesas, ni siquiera en las competencias. “Yo las alzaba con rabia y después las colocaba en el tablado con suavidad. Y decía para mis adentros: ‘Ya vencí este peso. Ahora iré por unos kilogramos de más’.”

    En los 10 años como deportista activo obtuvo nueve marcas nacionales, cinco centroamericanas y tres panamericanas. Quizás pocos conozcan que, de los cinco récords conseguidos por la delegación cubana en Winnipeg, tres fueron de este Caupolicán que ahora habla a la prensa. En Canadá hizo añicos la hegemonía norteamericana que tenía Anthony Garcy

    Su existencia modesta no le impide expresar que el dolor más grande de su vida lo sintió al ver el listado de los 100 mejores atletas del siglo XX en Cuba y él no aparecía, aun cuando su nombre figuró en la decena de los más destacados entre los años 60 y 70. “¡Fueron 10 años!”, afirma.

     "En verdad eran otros tiempos, pero creo que fuimos los iniciadores del deporte revolucionario, los que abrimos el camino. No olvides que, en el levantamiento de pesas, el primer campeón mundial fue Daniel Núñez, en 1977; y tuvimos que esperar hasta Moscú ’80 para que el propio Núñez se coronara en una olimpíada.

     Aunque ahora tenga tres arterias del corazón con problemas, manifiesta que hecho lo que quería con su vida y se siento feliz. Lo confirmó hace unos meses, cuando reconoció que en la época de joven inquieto se disfrazaba de indio y encima de patines le daba la vuelta a toda la ciudad con un amigo sobre los hombros, o cuando montaba karting, motos de carrera y de cross country. Pero nada lo regocijaba tanto como cuando pasaba como un bólido y alguien gritaba: “¡Ahí va Tuto!”

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    calveraLO VEO y se me ocurre pensar en los recitadores ambulantes que en la Grecia antigua iban de pueblo en pueblo, cantando poemas homéricos y poesías épicas, siempre con el acompañamiento de una vara.

    Como aquellos rapsodas anda el doctor Jorge Antonio Calvera Rosés, arqueólogo, licenciado en Historia, Máster en Ciencias Arqueológicas, Hijo Distinguido de Ciego de Ávila, Orden Carlos J. Finlay, Premio Nacional de Ciencias Sociales de la Academia de Ciencias de Cuba, en el 2005; y merecedor, recientemente, de la Réplica del Machete del Coronel Simón Reyes, la más alta distinción que confiere la Asamblea del Poder Popular en la provincia.

    El trashumante hombre de espíritu gitano decidió plantar para siempre en Ciego de Ávila la tienda de campaña de su vida, luego de haberla armado en Baracoa, donde nació; Santiago de Cuba, Ciudad de La Habana y en algunos otros lugares, obligado por el trabajo y por faldas provocadoras.

    Como resultado de esos andares silenciosos, le fueron naciendo hijos, hasta llegar a cinco, fruto de amores atrincherados, “vicio” que, aún hoy, a los 78 años, logra mantener a pura vista.

    Camina acompañado de su bastón, y todos los días le llegan alucinaciones de huellas aborígenes, digo yo; “Alucinaciones, no”, refuta. Y advierte: “Son evidencias claras y sostengo que existieron en Cuba cacicazgos Taínos, en las áreas de concentración aborigen en la Sierra de Cubitas y Caonao, en la provincia de Camagüey; y en la zona de Cunagua y Los Buchillones, en el norte de Ciego de Ávila.

    Y el plural de modestia es fiel a su humildad: “Durante siete lustros recolectamos evidencias en Cubitas, Caonao y, más acá en el tiempo, en Los Buchillones. En este último sitio hemos encontrado más de 1 500 piezas de madera, entre objetos y restos de edificaciones, la mayor muestra halladas en Cuba y en todo el Caribe insular. Esas casas tenían todas sus estructuras y los estudios revelaron que cada una de ellas era de propiedad comunal, porque vivía mucha gente unida por lazos consanguíneos.

    “Investigamos, analizamos las piezas y vimos que entre todas había similitudes. Las cerámicas tenían un modelado muy parecido, seña de que las hicieron personas que convivieron en el tiempo y eran de una misma variante cultural.”

    Sí hubo cacicazgos en Cuba fue la frase que destapó la caja de Pandora, cuando se la soltó a boca de jarro a Estrella Rey (hoy fallecida), una de las voces más autorizadas en el país desde los puntos de vista de estudios históricos y paleoetnográfico, quien siempre estuvo en contra de esa teoría.

    “Ella me pidió que le explicara. Y le hablé de las pruebas encontradas en las áreas estudiadas, de la organización que posibilitaba el equilibrio entre las aldeas que compartieron el mismo espacio, en un mismo tiempo.

    “Es mi opinión, le dije con total seguridad. Y le abundé sobre el tema: Son importantes determinadas características para que se diera un asentamiento de esta naturaleza: varias aldeas agrupadas, con zonas de caza, cultivo, pesca, y viviendas cercanas, y que hubiera intereses de unirse, porque si no, guerrearían entre sí. Me miró a los ojos y dijo: ‘Tienes razón, Calvera.’

    “No niego que es cierto que en su momento hubo dudas a la hora de afirmar que existieron esos cacicazgos. Además de Estrella, lo negaron, en sus respectivos momentos, los doctores Ernesto Tabío y José Manuel Guarch, aunque este último dejó el camino abierto en sus análisis, y por ahí he transitado hasta hoy para apuntalar mi criterio.”

    ¿Quién pudiera dudarlo?, menos cuando se conoce los aportes de este científico a la arqueología: Creador, junto al doctor Antonio Núñez Jiménez, de un método válido para asignar pictografías a un grupo cultural definido; demostró mediante el estudio estilístico de las pictografías, que existe coherencia en la evolución de las pinturas rupestres de Cuba, y, a la vez, descubrió el sistema de asentamiento de Taínos Occidentales en la zona Loma de Cunagua-Pesquería, el del Área de Concentración Arqueológica Agroalfarera Cunagua-Caonao, y otro similar en Romanillo, todos nuevos para la arqueología cubana.

    Calvera casi es un hombre feliz. Lo revela por primera vez. Si alguna zozobra alberga es que no tiene junto a él su gran familia de sangre.

    “Todos, incluidos mis padres, emigraron hace años. Dije que no abandonaría mi Patria y aquí me quedé, solo con la compañía de mi hijo José Luis, quien es médico y especialista en la especialidad de ortopedia. Me siento regocijado, además, porque me moriré con la seguridad de que en Cuba hubo cacicazgos Taínos.” 

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    boyeraEs de las mujeres que no descansa. Hacer su retrato resulta difícil, aunque a primera vista las manos la delatan. Su forma escapa a cualquier encasillamiento posible. Muestra una timidez que se transforma cuando habla del trabajo de campo, al que le ha dedicado casi toda la vida.

    Lucía López Santoya (o Lucía, la de Colorado, como suelen decir en la zona), alcanzó renombre desde que, en febrero del 2004, en un encuentro nacional de tracción animal, celebrado en el municipio habanero de Quivicán, dejó atónitos a 78 hombres que no podían creer lo que sus ojos veían.

    Allá llegó como lo que es hoy: La mejor boyera de la provincia de Ciego de Ávila, respetada por quienes desempeñan ese oficio, no solo en la UBPC 13 de octubre, perteneciente a la empresa agroindustrial azucarera Ecuador, donde ha laborado 30 de los 47 años de su vida.

    —¿No sintió miedo “escénico” aquella vez en Quivicán ante tantos observadores?

    —Qué miedo voy a sentir. Solamente expliqué cómo hacía el trabajo, mis métodos, mis mañas y… hombres al fin, enseguida me propusieron que hiciera una demostración. Yo andaba con zapatos blancos y así mismo me metí pa`l surco con una yunta que acababa de conocer. Me querían poner un narigonero y yo le dije que el verdadero bueyero, que es como yo digo, no necesitaba nada de eso.

    “Solo pregunté el nombre de los animales, agarré el arado y cuando iba por la mitad del campo ya me entendía con la yunta como si lo hubiera conocido de toda la vida. Al regreso me aplaudieron, y yo contenta, pero con los zapatos blancos pintados de tierra colorá. Usted sabe que cuando los guajiros vamos a La Habana nos ponemos lo mejorcito que tenemos.

    “Aquello fue bonito porque todos aprendimos y aportamos alguna experiencia. En el encuentro había varias comisiones, como las de los bueyeros, la de fabricación de implementos agrícolas, de útiles y accesorios, herrería y doma y atención a los animales. Es bueno que se repitan.”

    —¿Usted doma los bueyes con que trabaja?

    —¡Ufffffffff!. Claro.

     “Para seguir con el hilo de la conversación. El encuentro fue muy bueno, pero pasado tantos años, siento que en muchos lugares la tracción animal no se emplea bien. Todavía la gente piensa mucho en los tractores. No ven la utilidad del buey, o no quieren verla.

     “Lo que me preguntabas: el boyero que no sepa domar está frito, porque tiene que trabajar con lo que otro hizo. A mí me gusta que los animales se adapten a mi forma. A los 15 días los tengo trabajando, por bravos que sean. Coliblanco, uno que era muy rebelde, se quiso hacer el listo y a la semana lo metí en el surco. Por cierto, cuando único Antonio me ayuda a enyugar es en los dos o tres primeros días de formación de la yunta, porque sola es casi imposible hacerlo. ¡Y mire que lo he intentado!”

    —¿Es autoritaria?

     —Con los bueyes, no. En mi vida personal… (Antonio, su esposo, quien siempre la acompaña porque también es boyero en la misma unidad, abre los ojos).

    “Salí a mi padre, Rigo López, un isleño sin horas de descanso y de armas tomar; muy exigente. Él siempre andaba con animales y yo lo ayudaba. Desde pequeñita iba en la grupa de su caballo. También le servía de narigonera. El bichito se me fue metiendo en la sangre hasta hoy.

    ¿Qué es lo más importante a la hora de formar una yunta?

    Hacer una correcta selección de los animales antes de iniciar el proceso de doma, que tenga buenas características: salud, cuernos fuertes, patas gordas, que estén bien alimentados y tengan más de dos años de edad. Eso casi nunca se cumple. También se debe capacitar al boyero, para que pueda darle la correcta atención y cuidado. A veces forman bien a los animales y quien los guía es más bruto que ellos. Los pinchan, les dan palazos y aguijonazos. Son más animales que los propios bueyes.

    “Pero lo más importante es tratarlos con cariño. Yo siempre uso una vara o un gajo, pero les doy suave y ellos responden. Es como si me entendieran. El buey es conservacionista, porque no daña el medio ambiente, no compacta la tierra, no echa humo ni gases a la atmósfera. No acabamos de entender, bueno, yo si lo entiendo, las bondades que brindan.

    “En ocasiones no utilizan correctamente la tracción animal. Conozco gente que tienen dos o tres implementos por yuntas. Yo tengo como 15. No los he contado bien, pero puedo mencionar el multicultor, la grada de púas, el multiarado, el llamado arado americano de distintos números, la araña. Hasta un limpiador para combatir las malezas inventamos Antonio y yo.

    Con Lucía conversé durante más de dos horas y, terminada la entrevista, solo me sugirió que anotara el nombre de su yunta: “Azabache y Caoba. Son muy buenos, pero los mejores han sido Cartagena y Lucero, con los que estuve 11 años. Creamos algo así como… Todavía se me hace un nudo en la garganta de pensar que me los robaron del patio de la casa".

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    Héctor RodríguezEl método no es muy aconsejable, mas, esta vez, me arriesgué: —Mire, yo no me cuento entre sus admiradores, pero desde hace mucho tiempo quiero entrevistarlo.

    —Si eres de la gente que no me quiere, acepto. —El duelo lo pactamos para el próximo día.

    En el béisbol muchos lo acusan de ser un apasionado de los equipos de la capital. Incluso, cualquiera que lo escucha puede darse cuenta de esa afirmación. ¿Realidad o infundió?

    —No soy habanista, ni tampoco estoy contra La Habana. Me niego a ser antihabanista. No lo acepto de ninguna manera. Quienes viven allá no tienen otra etnia. Y si fueran de otra etnia tampoco sería antihabanista.

    He visto con amargura cómo algunos equipos se dejan derrotar para que industriales ocupe tal o más cual lugar, como si esa parte del territorio nacional fuera autónoma o de otro país. A la capital llegué muy joven y me abrió los brazos. Allí aprendí mucho. No sé por qué muchos fanáticos del deporte quieren que esa ciudad estalle.

    ¿Qué sucede? Como ese sentimiento es casi generalizado, cuando uno habla de determinados peloteros (Germán, Padilla, Vargas…) creen también que es porque yo soy de la capital. Nada más alejado de la verdad.

    Pero bueno, eso forma parte del folclor nuestro. Ocurre como un fenómeno social que fue heredado del capitalismo. En aquel sistema, todo el desarrollo se concentraba en la capital.

    En cualquier país la gente se solidariza con el más débil. Eso sucede en el fútbol, en el béisbol y en otros deportes. Los conjuntos de las grandes ciudades tienen muchos detractores.

    Cuando salí de Ciego de Ávila era un ferviente camagueyano porque viajaba con ellos. Iba a los entrenamientos y hasta dormía en los mismos albergues. Y eso, lógicamente, establece reglas de simpatías. Todo eso se me fui quitando y ahora veo las cosas con mayor objetividad.

    Aquí en mi Patria no tengo equipos preferidos, aunque en el extranjero le voy al cubano ciento por ciento.

    —¿La actual estructura de la Serie Nacional de Béisbol?

    —Me gusta, solo que la cantidad de juegos debe ser mayor

    —¿Su mejor narración?

    —Cuando en el año ’76, desde un estudio en Ciudad de La habana, describí la carrera de Juantorena. Corrí junto a él y terminé desfallecido.

    —¿Qué no le gustaría recordar?

    —Cuando fui a los Juegos Olímpicos de Barcelona, en 1992, y no trabajé porque casi no podía hablar. Hice un gran esfuerzo, pero todo fue en vano. Desde entonces fumo un poquitico menos.

    —¿Autobiografía?

    —Prefiero no hacerla, pero bueno, soy optimista, mesurado, genioso en ocasiones, y acepto cualquier crítica, siempre y cuando me ayude. Algunas ni las oigo.

    —¿Dicen que es adicto a las bebidas alcohólicas casi desde que nació?

    —No tanto. Me gustan, pero no me dominan. Puedo estar sin beber el tiempo que se me antoje. Cuando trabajo ni las huelo.

    —¿Hijos?

    —Tengo uno de 25 años que nació en la ciudad de Ciego de Ávila. Es ingeniero civil y se llama igual que yo.

    —Desde su óptica de habanero, ¿cómo recuerda a Ciego de Ávila?

    —No, no soy habanero. Soy avileño y tengo recuerdos muy lindos de este pueblo y de la calle Bembeta, casi en la esquina a Abrahan Delgado, donde nací y me crié. También me vienen a la mente las jodederas en el parque Martí hasta bien entrada la madrugada.

    De mi calle recuerdo con vehemencia los juegos de pelota; a Valentín, el negro zapatero que murió hace unos años; al limpiabotas de la antigua Casa Ávila. Nada se me ha olvidado ni se me va a olvidar. Esas imágenes las tengo claritas.

    —¿Oye música?

    —Disfruto la buena música

    —¿Tiene enemigos?

    —Enemigos profesionales tal vez tenga algunos. Enemigos políticos tengo muchos.

    —¿Lo han conminado a desertar alguna vez?

    —Directamente, no. Me han propuesto trabajar en otros países por varios meses. No he aceptado porque no imagino las secretas intenciones que pudieran esconderse tras eso. Además, soy muy apegado a mi familia y me cuesta trabajo salir por mucho tiempo. No estoy en contra de los que lo hacen, pero sí de quienes tratan de ir al extranjero para burlar las carencias actuales.

    —¿Cómo recuerda a Bobby Salamanca?

    —Como lo más grande del mundo. Es un recuerdo perenne. Era mi amigo, mi yunta, como se dice en buen cubano. Sentí muchísimo su muerte. Tenía el don de ser, al menos para mí, —y lo digo sin pasión— un comentarista y un periodista fuera de serie, con una agudeza increíble.

    La muerte le dio un gran golpe y lo hizo desaparecer demasiado rápido, en el justo momento en que ya había alcanzado su madurez profesional. La vida se comportó mal con él. ¡Hay golpes tan duros!, como dijo el poeta.

    —¿Habla el idioma inglés?

    —Lo suficiente para entender y que me entiendan.

    —¿Le gusta seguir el béisbol profesional?

    —Al dedillo, incluso, el de Japón. Recibo muchos materiales que hablan de esa pelota y puedo decirte que aquí en Cuba hay más de 100 peloteros que tienen condiciones para imponerse en esas ligas.

     —¿Qué es lo que más le gusta narrar?

    —Baloncesto y pelota.

    —¿Y usted sabe mucho de pelota?

    —Je, je, je.

    —Héctor, ¿cree que es la persona más ideal para conducir una de las partes del programa televisivo Hoy Mismo?

    —El ideal no. Realmente pienso que otros pudieran hacerlo mejor, por qué no. Lo que ocurrió fue que después de la experiencia de los Juegos Panamericanos celebrados en La habana en el ’91, me propusieron hacer un programa con pocos recursos y personal. Me gustan los retos y acepté. Quiero que sepas que para mí este es el reto más grande desde que trabajo en televisión. Estoy en la picota de millones de gente. De las que me quieren y de las que, como tú, no me soportan.

    —¿Ha hablado con Fidel?

    —Unas cuantas veces.

    —Discúlpeme por venir sin cuestionario.

    —Eso me gusta. Yo soy igual. No soporto los cuestionarios. Si el tema es muy complejo, hago anotaciones. Soy contrario al academicismo, más en el periodismo, porque pienso que es  un oficio, no una profesión.

    Chico, ahora se me ocurre una pregunta: ¿Tú eres de aquí de Ciego de Ávila?

    —Sí.

    ¿Dónde naciste?

    —En la calle Bembeta, muy cerca de donde usted nació y dio sus primeros pasos.

    —¡Coño, aunque no seas admirador de mi persona, de ninguna manera tú puedes ser mi enemigo!

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    el oficio dela palabraTeclea y teclea sin parar. Cuando se equivoca, medita, muerde los espejuelos, mira hacia arriba, manda a hacer silencio, pelea y… ¡rassss!, de un tirón saca la cuartilla de la máquina Robotrón, la echa al cesto. Pone otra. Repite el rito una, dos, tres, cuatro… infinidad de veces.

    Rodeado de papeles estrujados se levanta con la rapidez de un rayo y entrega el trabajo. Desaparece, siempre arrastrando los pies y con el bolso negro colgado en el hombro.

    Así lo describí, muchos años atrás, cuando obtenía su primer Premio Anual de Periodismo Juan Gualberto Gómez, de los cuales posee varios también. Del ayer al hoy, poco ha cambiado en este fotorreportero sesentón, de ojos saltones y cejas despobladas. Prefiero la retrospectiva en presente para, ¡si todavía hoy!, alguien desconoce a José Aurelio Paz Jiménez.

    Jubilado ya, tampoco descansa, solo que escribe desde su casa y desde una laptop, aunque manifiesta, socarronamente, que ha perdido un poco la magia por no escuchar el chachareo mecánico de las teclas, ni tiene frente a él esa cárcel de palabras que era la cuartilla de papel en blanco.

    Lo que permanece es la marca que definió un estilo poético dentro del periodismo, una crítica sutil, pero mordaz, en que unos lo quieren y otros lo aborrecen; incluso, un escritor llegó a bautizarlo con un mote con el que ya se muere: José Aurelio Paz “con nadie”, porque siempre el oficio de la palabra, defendido con él, lleva colgado un sutil hilillo de pólvora que a la más mínima lectura se enciende.

    ¿Naciste o te hiciste periodista?

    -Para cualquier oficio humano uno nace y, después, se hace. De lo contrario, la vida te demuestra luego que eres una mala copia o una copia falsa de pianista, carpintero, periodista…

    “Y te digo que uno nace con una vocación secreta que, con los años, descubres. De niño estaba seguro que sería médico y a estas alturas tendría un cementerio particular. Pero la vida te lleva por secretos caminos hasta donde ella quiere y allí plantas tu carpa.

    “Con la adolescencia me asaltó el arte. Era el activista cultural de mi CDR allá por los años 60, tiempos en que la cultura, verdaderamente, la hacían las masas y sin mucho asesoramiento que digamos.

    “Después vino el Servicio Militar. En la zafra del 70 comencé a escribir canciones, como manera de salvar mi espíritu de aquella dura experiencia, por los caminos polvorientos o en las interminables madrugadas, mientras computaba la caña que cortaba mi batallón. Cuando lo terminé, tenía solo tres opciones: agricultura, construcción o un técnico medio en Organización y Normación del Trabajo. Opté por la tercera y, poco a poco, me enamoré de una profesión que creí importantísima para la sociedad: organizar el lugar del trabajador para que fuera más productivo.

    “Con el tiempo la vida me enseñó la dimensión exacta entre teoría y práctica, entre el ideal y la realidad y me desenamoré. En los organismos donde trabajé no existían las condiciones materiales para aplicar lo estudiado y me convertí en un rumiante de números y modelos.

    “Así, dado mi perfil laboral, matriculé Veterinaria y creí que, en alguna medida, cumpliría mi vocación de médico, aunque fuera de animales. Momentos antes de hacer las primeras pruebas del semestre me hice un análisis de conciencia y llegué a la conclusión de que sería un pésimo profesional. Regresé a casa sin hacerlas. Pensaron que estaba loco. Pero la cordura me trajo a donde llegué.

    “Por aquellos tiempos estaban de moda los talleres literarios -muy del realismo socialista ese nombre para designar lo que pretendía ser una fábrica de poetas y narradores, como si los versos y las palabras fueran tuercas-, y luego de ganar un premio nacional en música infantil comencé a escribir. Después, yo mismo, me vi involucrado en aquello que tenía que ver más conmigo y comencé a trabajar como asesor literario. De esa etapa guardo, con mucho cariño, las experiencias que aprendí de los niños, la mejor escuela, y de la humildad de los grandes de las letras como Raúl Ferrer, Dora Alonso o el Indio Naborí.

    “Ahí comenzó el contagio del ‘virus’; el gusto por la prensa escrita como striptease del pensamiento; aprendí a valorar el poder de una metáfora e, irremediablemente, me hice filólogo. Mi estilo periodístico le debe mucho a esta etapa de mi vida”.

    ¿Y por qué no escritor?

    -Caíste en la trampa de otros muchos. Por hacer periodismo yo no dejo de considerarme un escritor, un escritor signado por la necesidad de comunicar la noticia y la premura del cierre, pero un escritor. Si uno pone vida y corazón a un artículo, si es capaz de fabular sin llegar a extraviar la verdad periodística, si logra conmover al lector y mejora las fibras de su espíritu, entonces la más sencilla crónica puede llegar a ser una obra de arte.

    ¿Cuál fue tu primer contacto electrizante con esta profesión?

    -La crítica a una cancioncilla de moda, allá por los 80, que, bajo la aparente simpatía de un título muy criollo, La Cantaleta, era el típico culto al más acendrado machismo latino. Después de este primer comentario nunca más me pude contener de hacer periodismo.

    ¿Crees en la objetividad periodística?

    -La objetividad periodística es como el agujero en la capa de ozono: todo el mundo habla de él, pero los humildes no lo hemos visto.

    “Yo me considero un pésimo reportero por la gelidez que implica defender una supuesta objetividad y porque -tal vez ‘deformado’ por mi vocación literaria- busco siempre la poesía de la noticia, ese lirismo de lo cotidiano que logra humanizar el hecho en sí; y ello, según los ‘doctores de ley’ de la información, es fatal”.

    ¿El hecho de ser religioso ha sido un obstáculo para el ejercicio del oficio?

    -Yo no soy religioso.

    ¡Ah!, ¿no?

    -Yo soy creyente, que es algo bien distinto. Religioso es el que hace de su vida un dogma. Creyente, el que verifica su fe en Dios en cada acto cotidiano que defiende al ser humano de las desigualdades y que toma parte en la construcción de la justicia social, lo que llamamos algunos la construcción del Reino de Dios aquí en la Tierra. Por eso no escondí mi fe ni en los momentos más difíciles de confrontación entre las iglesias y el Estado cubano, ya superados. Yo trato de estar en el bando de los que aman y construyen.

    “El hecho de profesar una creencia religiosa ha sido, para algunos revolucionarios, motivo de desconfianza; como también para algunos religiosos -aquí sí empleo el término en su exacta connotación- al defender, desde ambas perspectivas, el proyecto social que aquí se construye. Sin embargo, de ambas partes siempre he tenido personas que han creído en la transparencia de mi vocación y, en momentos difíciles, me han sostenido en la lucha contra quienes pretenden minimizarte y creen que el llamado a la unidad del pueblo cubano es solo un slogan coyuntural y no una realidad irreversible.

    ¿Cómo has conseguido desde un periódico de provincia tantos y tantos reconocimientos hasta llegar a la máxima distinción periodística?

    -No siendo provinciano. La universalidad -y eso no lo digo yo, lo han dicho importantes figuras del arte y la literatura- está en hacer trascender lo local, porque las historias que aquí nacen son la génesis de los grandes temas.

    “El problema está en que alguna prensa de provincia a veces se ‘amanera’ porque respira desde la piel de ese localismo chato y triunfalista que tanto gusta a algunos funcionarios, el cual se debate en la repetición de fórmulas trasnochadas de la comunicación social, en el acriticismo ultrajante, en la falta de imaginación; en el riesgo de destapar verdades, pero, sobre todo, en la ausencia de ese calor humano que hace creíble cada línea escrita”.

    Me gustaría, ahora, ir a un ‘tope’, cuerpo a cuerpo.

    -¡Presento pelea!

    Ética

    -Una actitud a defender hasta con los dientes y que, en ocasiones, dejamos podrir como fruta en el suelo.

    Honestidad

    -La vez que, sin tener qué comer en casa, jugando me encontré una piedra preciosa y mi madre anduvo conmigo todo el barrio donde nací, hasta encontrar a la persona que la había extraviado. Era del anillo regalado por su esposo, ya muerto, a una humilde costurera. Luego de agradecer el gesto infinitamente me premió con unas hermosas camisitas.

    Autosuficiencia

    -El vértigo de creerte Dios cuando, en realidad, eres ese grano de maíz del que Martí habló. Algo de lo que nadie se ha salvado en algún momento de su vida.

    Imaginación

    -Algo esencial, como la inocencia, que una vez perdida jamás se recupera. Sucede como con las neuronas.

    Envidia

    -La madre natural de la mediocridad y de todos los males.

    Daltonismo

    -Pregúntale al jefe en el Servicio Militar que me puso un reporte por pintar de lila las franjas de la bandera cubana y descubrir que la luz del semáforo era verde y no blanca como creía.

    Tú mayor defecto

    -La pasión que no he logrado domeñar y a veces me desboca como a un potro.

    Tú mejor virtud

    -Esa misma. La pasión que pongo en lo que hago.

    -El mayor elogio

    -Que me lean. La abuelita que una vez dijo que, después de Núñez Rodríguez, me leía a mí; el hombre que en plena calle el otro día me confesó coleccionar mis artículos durante más de 20 años, cuando yo no guardo ninguno.

    El momento más difícil

    -La entrevista hecha a un artesano en la que dije que podía morir de cualquier cosa menos del corazón, porque su corazón estaba atrapado en la madera. Y, mientras circulaba el periódico, al otro día, él estaba tendido en la funeraria a consecuencia de un infarto masivo.

    ¿Crítico?

    -Hasta la muerte, pero desde la vida, desde la raíz por salvar lo salvable; no desde las gradas, sino desde el ruedo.

    ¿La jubilación de las páginas entintadas?

    -Darte cuenta de que, como mismo hicieron otros, debes ceder tu espacio al ímpetu juvenil del presente, confiando en los que llegan, cuando tú ya vas siendo pasado, para no convertirte en freno ni en verdugo. Gozar el nuevo tiempo desde lo que no te permitió hacer la premura del cierre en la redacción. Tomarte un helado, un café, en plena calle, mientras la gente comparte contigo el último artículo de un joven, el que escribiste tú, o la crítica a los absurdos y las oscuras realidades que aún nos asedian.

    ¿Hiciste el periodismo que has querido?

    -Al menos lo intenté. Tuve la dicha de contar en el periódico Invasor con una directora con los “ovarios” bien puestos. Migdalia Utrera Peña. Una mujer, en todo el sentido de la palabra, que partió a destiempo, pero que fue mi amiga y mi mayor crítica, mas, también, mi más pasionaria defensora ante los burócratas de turno.

    “He tenido la posibilidad de conocer otras realidades y comparar la tan cacareada falta de libertad de prensa de la que se nos acusa; existe en todas partes del mundo si los medios responden siempre a intereses humanos, políticos y económicos de un grupo; aunque estoy consciente -y no estoy descubriendo el agua tibia cuando en tanto escenario se ha repetido- de que necesitamos un periodismo más apegado a nuestra verdad, no a la verdad construida que nos quieren imponer como falacia desde otros escenarios; un periodismo más profundo en sus esencias y en sus virtudes de descubrir, como el enanito de la canción de Silvio, lo sucio y ayudar a la sociedad a convertirlo en oro.

    “Aprender a no autocensurarnos, mas tampoco permitir que nos censuren cuando abordamos un tema difícil pero necesario para el país que amamos todos; a desterrar la noticia fría, el conformismo y la superficialidad buscando siempre por descubrir esa poética cotidiana que se esconde, a veces, en los barrios más insalubres y entre la gente más humilde.

    “No creo que he hecho el periodismo que he querido. Siempre me quedó algo en el tintero, por mí o por los demás, pero lo importante es que lo intenté, que dejé la lumbre de mis ojos, primero sobre la máquina de escribir y después en la computadora. Soñé y sigo soñando todos los días con una mejor nación, con todos y para el bien de todos, con un presente en modo de indicativo que, sin olvidar su pasado de historia, cierre resquicios de oscuridades y retorne a la fragua martiana, esa que, desde una luz cegadora, descubre y preserva los asombros del hierro”.

    Septiembre 2018. CUBADEBATE

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    wescCamina la floresta con cuidado y evita los pinchazos, a decir de él, espinas dolorosas, “porque por dondequiera que uno anda prolifera el marabú, que se ha adueñado de los campos de Cuba".

    Sin embargo, a Wenceslao Licea Escalona no le gusta probarse caminando por encima de la floresta, sino encima de un poderoso Komatsu de 54 toneladas de peso, capaz de arrancar de cuajo el tronco más grueso que haya sobre las tierras rojas de la empresa de cultivos varios La Cuba, donde se desarrolla uno de los planes de granos más ambiciosos del país.

    Desde el mismo comienzo, hace algunos años, él y su equipo forman un binomio que le mete miedo al monte, allá por la zona de Tres María, donde el marabú cede ante el empuje del potente equipo y de Wencesleao, que dedica horas, días y meses a liberar las áreas infestadas.

    “Salgo de la casa al amanecer y regreso de noche, agotado, pero no cansado porque sé de la utilidad de la labor que realizo”, afirma.

    “Tierra hay para buldocear en este reino verde que dicen cuida el suelo y lo protege, pero yo digo que lo bueno es poder sembrarlo todo de frijoles, un alimento que si lo producimos aquí el país ahorra divisas al no tener que comprarlo en el extranjero”.

    Wenceslao llegó hace años desde la provincia de Granma, empujado por la bonanza de los campos de La Cuba, la empresa donde, dice, permanecerá el resto de su vida, porque “es buena y si trabajas ves el resultado y ganas bastante dinero. Anteriormente yo jamás había visto en mi bolsillo 884 pesos en una quincena y fue eso lo que cobré en la pasada”, comenta entre el asombro y la alegría.

    Unos segundos para subir a la mole con esteras; Wenceslao acelera y explica, sin dejar de atender la altura de la cuchilla de 12 toneladas que, aliada de la fuerza de gravedad, tiende a acomodarse sobre el terreno.

    “Debes de estar al tanto del más mínimo detalle, porque el buldoceo no solo es bajar la cuchilla y darle pa`lante al equipo. Uno debe mantenerla a cuatro o cinco centímetros de altura para tumbar el marabú y no ocasionarle daño al terreno, al menos así lo hago, porque aquí nacerán los frijoles más lindos del mundo, como en las anteriores áreas que yo he buldoceado”.

    Y ese yo, pudiera malinterpretarse o, simplemente, interpretarse con algo de altisonancia, de gente autosuficiente acostumbrada más a decir que a hacer.

    Nada más alejado de la realidad, Wenceslao, como ya deben imaginar, es el rey del buldoceo y por su causa, todos los días, el monte recibe a la mañana con muchos metros cuadrados sin marabú. “Más de 300 hectáreas he liberado en todo este tiempo, según me dijo el otro día Carlos Blanco, director de la empresa.

    “Como te decía, buldocear no es tirar la cuchilla y darle pa’lante. Eso tiene su magia. Después que tumbas los arbustos, tienes que recogerlos con el buldócer y vas haciendo las pilas. A los cinco o seis días le das candela. Inmediatamente otro equipo de gran potencia pasa la picadora de 14 000 libras, o siete toneladas, que es lo mismo; se prepara el terreno y se siembra los frijoles”.

    Otros segundos para bajar de la mole de hierro, porque a Wenceslao le cuesta trabajo detenerse; él continúa y la emprende contra el monte, porque todavía queda mucho por hacer en las tierras de La Cuba.

    Tal vez cuando los frijoles estén sobre la mesa, pocos recuerden la lucha entre Wenceslao y el marabú; el uno tratando de exterminarlo, y el otro esquivando la cuchilla para sobrevivir en un cerco que cada vez se le hace más pequeño.

    Periódico Granma (1ro. de mayo de 2014)

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    guajiro cocoNo sé si Alexander Ramírez Marrero tiene alma aventurera, pero emprender camino, cruzar montañas y ríos, y llegarse hasta la misma ciudad de Baracoa, a más de 500 kilómetros de su finca es, de por sí, un lance de atrevimiento.

    Ni en los peores trances abandonó la idea de progreso, de construir la miniindustria La Candelaria para elaborar dulce de coco, única de su tipo en Ciego de Ávila, un territorio donde el cocotero abunda solo en los patios de las casas y en las riveras de algún río, que casi siempre muere antes de llegar al mar.

    Desde que comenzó, hace más de tres años, no fueron pocos los tropiezos que afrontó: falta de transporte, resistencia a venderle el coco en la Primada de Cuba, altos precios de la materia prima (hasta 1.80 pesos por cada coco), alquiler de camiones…

    «La idea me la dio Nelson Paz, antiguo director de la Empresa Agroindustrial Ceballos. La vi un poco descabellada al inicio, pero me agradan los retos y comencé con mucho trabajo. Hay gente por ahí que piensan, erróneamente, que nací en cuna de oro, pero alistar la miniindustria, que ya obtuvo la segunda corona que otorga el Grupo Nacional de la Agricultura Urbana y Suburbana, me costo trabajo, tanto que me empeñé, como se dice en buen cubano, con las mil vírgenes y me vi obligado a pedirle dinero a varios amigos. Afortunadamente, ya no tengo deudas, lo que tengo es ansia de trabajo».

    Lo dice antes del recorrido, porque «lo mejor de mi finca está allá atrás. Tengo en proyectos ponerla más bonita, pero lo primero es producir, porque de ahí sale lo demás”.

    Con sapiencia guajira, asegura que todo seguirá cambiando y tiene que prepararse para el futuro, pues en Baracoa Matthew dejó los cocales como agujas tendidas en las faldas de las lomas.

    «Eso me obligó a cambiar el rumbo y buscar el coco donde esté. Por esa razón estuve un tiempo sin hacer el dulce de coco, pero hace unos días volví, porque eso es lo que caracteriza a mi fabriquita. Ahora lo traigo de Caibarién, aunque la alternativa está en sembrarlo en la finca, donde tengo plantados 4 000 cocoteros en 27 hectáreas».

    Reconoce que en las tierras rojas de Ceballos ese cultivo no avanza como en otros lugares, ni tiene el mismo rendimiento, pero la esperanza se le rebosa porque, según dice, la vida útil de la planta se calcula en 50 años y puede rendir un fruto diario durante ese tiempo.

    Ello le hace pensar que, aunque dispone de otras producciones — chirimoya, acerola, pitanga, guayaba cotorrera, melocotón, aguacate, mandarina, mamey— jamás abandonará el procesamiento del coco, incluso, con aspiraciones de cerrar el ciclo, pues a esa planta la llaman el árbol de los 100 usos y él todavía no llega ni a tres, en lo fundamental por falta de tecnología.

    Así, ha intentado hacerse de un molino exprimidor, «a cualquier precio, aclara, pero no aparece. Eso me permitiría procesar la masa y extraerle el aceite, el agua; hacer horchata».

    Alexánder afirma que el cocotero es la planta cultivable más extendida en el mundo, según la bibliografía consultada por él; es, además, el principal suministrador de grasa vegetal, componente muy solicitado en la industria de jabonería y perfumería, mientras que la masa resulta ideal para la fabricación de conservas y horchatas.

    Lo sabe y por eso quiere cerrar el ciclo, «pero me falta el dichoso molino», comenta con cierta dosis de pesadumbre.

    «El trabajo con el coco es difícil; forma parte de una cadena que no puede permitirse eslabones flojos. Hay que trasladarlo, pelarlo, dejar la copra blanca, cocinarlo, envasarlo, sellarlo, someterlo al calor, enfriarlo, etiquetarlo y embalarlo.

    «Y todo se hace de forma manual, con cuchillos. Con un motorcito de lavadoras inventamos el aparato para eliminar todas las impurezas, después lo lavamos varias veces, porque la producción de aquí sale certificada».

    La producción diaria de La Candelaria, perteneciente a la Cooperativa de Crédito y Servicios Patricio Sierralta, puede sobrepasar las 700 latas de 3,2 kilogramos, o 2 500 de 0,5 kg. «En tiempo de proceso los trabajadores pueden ganar hasta 180.00 pesos en una jornada.

    Sin dar muchos detalles, Alexánder, un guajiro de tiempos modernos: celular, automóvil, sombrero de paño, buen hogar en medio del monte, parece adivinar la pregunta: «Los ingresos nuestros son significativos porque producimos mucho, pero cuando saco las cuentas, lo que gano por cada lata son kilos, no llega ni a un peso».

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    el virtuosoA Enrique Figuerola le hicieron desistir de sus sueños de pelotero y luego se convirtió en una figura legendaria en los 100 metros planos. Alberto Juantorena, desde pequeño, tuvo la ilusión de ser un gran baloncestista y después deslumbró a las multitudes en los 400 y 800 metros, al extremo de ser el primer humano en coronarse en ambas distancias, en la olimpíada de Montreal ’76.

    En 1982, a Jesús Echarte Leiva le dijeron que no podía integrar la escuadra avileña de béisbol. “Dedícate a otro deporte que tú no das pelotero”, fue la frase que le truncó sus aspiraciones.

    Cabizbajo se marchó del estadio, tal vez pensando que hasta ahí llegaría su vida como deportista.

    Por ese don de los hombres persistentes, de los que saben levantarse, volvió y se dedicó al softbol, el deporte de su vida, como él lo califica. Tan así es que militó durante durante 21 años en la selección nacional y para muchos ha sido el mejor bateador cubano de todos los tiempos.

    “Hay que oír a cuantos puedan enseñarte, incluso, a aquellos cuyas opiniones nada aportan. De cada situación uno debe sacar las mejores enseñanzas”. Esa es su filosofía y la respeta al pie de la letra.

    Chuchi, como se le conoce en los diamantes, dejó huellas en los terrenos por donde pasó y fue nueve veces líder de los bateadores en torneos del patio; internacionalmente participó en un campeonato mundial, cuatro Juegos Panamericanos y seis Centroamericanos, entre otras competiciones de gran relevancia.

    “Siempre me propuse metas superiores. Para mí, y lo digo con el riesgo de que me tilden de inmodesto, batear por debajo de los 300 en las competencias significaba haber ido a perder el tiempo. Esa era la mejor manera de ayudar a mi equipo: explotar mis potencialidades a la ofensiva.

    Los resultados no son solo del atleta. Los entrenadores y la familia influye en la formación y en este último aspecto le debo mucho a mi padre, quien siempre fue mi principal sensor, mi crítico, cuando algo no salía bien, porque él estaba al tanto de lo más mínimo, hasta de la forma en que me paraba en el home”.

    —¿Realmente le hubiera gustado ser pelotero?

    —En  un principio, sí; pero me obligaron a abandonar ese deporte. En el primer Campeonato Provincial en el que participé, allá por 1982, promedié 338, y 435 en los entrenamientos. Solo me llevaron a la preselección y yo quería más. Con esos truenos…

    —¿Entonces los truenos le abrieron el camino?

    —Fue una suerte, un privilegio, descubrir el softbol. Dicen que soy, junto al ciclista Eliecer Valdés, también retirado, el deportista avileño que más tiempo permaneció en un equipo nacional.

    —¿Cuánto bateó en los campeonatos nacionales de softbol?

    —No puedo decirte con exactitud, porque durante varios años no compilaban la actuación en el softbol. No llevaban las estadísticas.

    —Quienes le seguimos dentro de los diamantes, pudimos observar  que siempre andabas con el traje limpio, pulcro. ¿No sería este un signo de falta de entrega, de agresividad?

    —Para mí el juego constituía una fiesta, y a las fiestas vas con tus mejores atuendos. Dentro del juego fui agresivo cuando debía serlo. Fuera del juego soy pasivo, me llevo bien con todo el mundo. En mi posición, la primera base, es inusual que te ensucies mucho. Si eso sucedía, cuando terminaba el juego lo primero que yo hacía era lavar el uniforme para salir presentable  en la próxima jornada.

    —¿A qué crees se debió la longevidad deportiva?

    —A la exigencia conmigo mismo, al entrenamiento constante, a la preparación física y mental. Lo otro que me ayudó es que no fumo, y no bebo ni refrescos.

    —¿En cuántos eventos internacionales participó?

    —En más de 30, incluido el Campeonato Mundial de Canadá, en 1998, una experiencia única. Alcanzamos el cuarto lugar. Allí promedié 455 y quedé segundo en hits conectados”.

    —¿Cree que podrá repetirse la historia?

    —El deportes cubano jamás renuncia a los grandes empeños, pero creo que por ahora estamos distante de la élite mundial. Nos falta participar en más topes internacionales, chocar con los equipos grandes y seguir desarrollándonos.

    Padre de tres hijos (dos hembras y un varón que no le gusta el softbol), Echarte también estuvo cuatro años en la Liga Especial de Venezuela, con los Monstruos de Carabobo, subcampeón del país en el tiempo en que el cubano militó en sus filas.

    Guarda con especial satisfacción la victoria que obtuvieron los cubanos en un encuentro amistoso frente al equipo del Ejército, donde jugaba el presidente Hugo Chávez Frías. “Fue muy parejo, pero nos impusimos”, asevera.

    —¿Qué se siente cuando se es elegido para estar en el salón de la fama de las Grandes Ligas Norteamericana, donde han llegado pocos cubanos?

    —Me llena de alegría. No abundan los deportistas cubanos en algún salón de la fama; acogí la noticia con beneplácito y humildad. Sinceramente, eso de salón de la fama me suena extraño. Yo lo único que hice fue practicar con amor el deporte de mi vida.

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    corazon1

    Quién sabe cuánto de bueno habrá visto Álvaro Lagomasino, el renombrado cirujano del cardiocentro de Santa Clara, cuando le destapó el corazón guerrillero a Pablo Roberto León González, coronel (r) de las FAR, un hombre hecho para resistir emociones y guardar secretos.

    “Nadie. Nadie puede saberlo”, le dijo el comandante Raúl Díaz Argüelles un día de septiembre de 1973, cuando le daba instrucciones sobre la misión que cumpliría en Vietnam, al frente de otros 22 cubanos.

    Tal vez Argüelles no conocía que desde muchos años antes, en 1956, era el jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio en la ciudad de Ciego de Ávila. León estaba acostumbrado a fraguar los secretos, algo que sigue a pie juntillas y no le han cambiado los 78 años cumplidos.

    Además de su bien ganada fama como combatiente, tiene otras nada infundadas: valor a prueba de titanio, luchador incansable — de los imprescindibles, como diría el poeta—, y hombre que jamás deja la palabra empeñada.

    “Cuando el gobierno de Batista, el solo hecho de ser joven era ya subversivo. Te exponías a que te mataran  en cualquier revuelta. Reconozco que éramos muchachos muy arriesgados, sin una definición política en un principio, pero decididos a cambiar el sistema.

    “Y la mejor muestra es que en el parque Martí, donde nos reuníamos, lo mismo hablábamos mal de la religión que del comunismo. Aquellas inquietudes que debatíamos, casi siempre de noche, después nos ayudaron en el transcurso de la lucha.

    “Allí coincidíamos Juan Blas Rodríguez, Francisco Herrera Roque, Cloroberto Echemendía, Pedro Martínez Brito, Raúl Cervantes, Roberto Rivas Fraga, José El Moro Assef, Everildo Vigistaín, entre otros. El compromiso con muchos de esos compañeros que cayeron fue siempre nuestra bandera de combate.

    Habla con la misma reserva de cuando era estudiante del Instituto de Segunda Enseñanza de Ciego de Ávila y se enfrentaba a los guardias del dictador Fulgencio Batista: “Siempre fui de sangre fría. Al enemigo no se le puede mostrar preocupación ni miedo. Lo comprobé en mis tiempos de lucha urbana, donde fui encarcelado en más de 20 ocasiones, y Fidel me lo ratificó en la Sierra Maestra, cuando me integré a la columna Uno José Martí, bajo su mando”.

    Como parte de esa fuerza participó en los combates de Santo Domingo, El Jigüe, Sao Grande, Vegas de Jibacoa, El Meriño y, después, con la Columna 11 Cándido González, llega al llano de Camagüey, como Capitán del Ejército Rebelde.

    “Recuerdo que antes de entrar en acción, en Santo Domingo, Fidel nos dijo que en nada se parecía la lucha en la ciudad a la de la Sierra. Y en verdad tenía razón. En las montañas uno se siente más seguro”.

    Muchos secretos guardó, pero ninguno como el de su participación en la ampliación del Camino Ho Chi Minh, una de las obras más importante de Vietnam en los tiempos de guerra.

    “Ellos lo comenzaron en 1959 y durante 15 años lo convirtieron en un sistema de vías en medio de la selva, por el que transitaban los pelotones de soldados rumbo al sur, en su lucha por la reunificación del país.

    “Los yanquis hicieron cuanto pudieron para impedir el paso de las tropas, desde poner sensores térmicos en la selva para detectar el avance de los hombres, hasta el bombardeo de los bosques, pero nada impidió el avance. Vietnam fue mi segunda misión. Antes había estado en Guinea”.

    Si pudiera desandar de nuevo mi camino lo emprendería con la misma decisión de la vez en que mi madre me llevó a la Sierra Maestra a luchar por lo que soñamos aquel grupo de muchachos inquietos del parque José Martí, en Ciego de Ávila.

    Roberto León, ingeniero civil, es una de las personalidades avileñas que ostenta la réplica del machete de Simón Reyes, uno de los mayores reconocimientos que se entrega en la provincia de Ciego de Ávila a personas con una relevante trayectoria.

    Lo oyes y te das cuenta que pese a las palizas y torturas, jamás se arrepentiría de haber vivido su propia batalla. Es uno de esos hombres para quienes hasta morir se convierte en una manera de vivir.

    Si con 78 años de edad y la salud un poco menguada, las circunstancias de una agresión enemiga lo llevan de nuevo a las montañas…

    “Allá me iría contento, con la misma decisión de la primera vez. No olvides que soy un hombre de corazón guerrillero”.

     (Invasor, febrero de 2011) Roberto León falleció en octubre de 2018.

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    Alfredo Gutierrez LugonesCuando Alfredo Gutiérrez Lugones cayó fulminado por más de 30 balazos apenas tenía 20 años de edad. Antes había sido torturado con saña por los esbirros que no lograron que de sus labios brotara una sola palabra. Era el 9 de febrero de 1958. La tierra santiaguera acogía en su seno, orgullosa, la sangre del joven patriota.

    Quienes tuvieron el privilegio de verlo crecer, de compartir alegrías y desventuras, sueños e ilusiones, apuntan que era educado, decente, valiente hasta la temeridad; acérrimo defensor de causas justas, vibrante ante cualquier injusticia.

     

    Esas y otras cualidades colmaron el acogedor patio interior del Archivo Histórico Brigadier José Gómez Cardoso, en la ciudad capital de la central provincia cubana de Ciego de Ávila, donde se dieron cita, convocados por la historia, varios de sus hermanos, compañeros de luchas e ideales, dirigentes políticos, representantes de instituciones y de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, para compartir una jornada plena de recuerdos sobre Alfredo Gutiérrez Lugones.

    Antes, en el parque que lleva su nombre desde el 5 de febrero de 1960, al bajar el Puente Elevado, también retornaron al presente distintas facetas de la vida y obra del revolucionario avileño.

    Como parte del tributo, Reinaldo, uno de sus hermanos, leyó apuntes biográficos del mártir.
    Además, quedó abierta al público una exposición de fotos personales, de las cuales una treintena pasó a formar parte de la fototeca del Archivo, gracias a una donación familiar que incluyó fotocopias de documentos, recibida por la Máster Mayda Pérez, directora del Archivo; y fue expuesta la bandera del Movimiento 26 de Julio que cubrió el féretro que contenía sus restos cuando fue velado aquí en Ciego de Ávila el 8 de agosto de 1959.

    Valiosos testimonios fueron expuestos por vez primera, como el de Roberto León González, compañero de las luchas estudiantiles, quien narró la ocasión en que Ricardo Pérez Alemán le comunicó que le iban a dar a Alfredito el carné de alumno del Instituto de Segunda Enseñanza para que lo amparara en caso de que fuera detenido.

    Porque el Flaco Gutiérrez, como le decían dada la delgadez extrema y su elevada estatura, no era estudiante de ese centro, fragua de revolucionarios, pero siempre estaba al lado de la juventud en todas las actividades contra el régimen del dictador Fulgencio Batista. "Salíamos del Instituto y cuando uno menos lo esperaba él cogía los latones de basura, las sillas metálicas del parque y los tiraba para la calle. En ese medio, él y Roberto Rivas Fraga eran temerarios. Recuerdo que yo conseguí un cartucho de cohetes, y él me dijo: 'Yo los pongo'. Era un domingo. Y así lo hizo. Aquello parecía que era una ametralladora tirando."

    Everildo Vigistaín Morales, otro de los veteranos revolucionarios, apuntó lo audaz que era el Flaco. "Una vez lo sorprendieron a él y a Robertico Rivas, que se proponían quemar una casilla de ferrocarril y sin pensarlo dos veces le dijo a los policías: 'Huélanme las manos para que vean que no hemos hecho nada'. Y los soltaron a los dos.

    También narraron anécdotas Israel Romero Yánez, más conocido por Pacheco, quien fue compañero de estudios de Alfredo en la Enseñanza Primaria, y Albadio Pérez Segura, entonces de la dirección del 26 de Julio, entre otros.

    A manera de resumen Israel Sosa, miembro del Buró Municipal del Partido, catalogó como excelente la forma en que fue recordada la imagen viva de Alfredo y cuánto significaba el ejemplo legado por el revolucionario para las nuevas generaciones de trabajadores y estudiantes, sobre quienes recae la responsabilidad de mantener la continuidad de la Revolución y el recuerdo de sus mártires.

    En su corta, pero fecunda existencia, el joven Alfredo Gutiérrez Lugones supo ponerse del lado de los que aman y fundan; se entregó de lleno a la lucha revolucionaria, en la que hizo derroche de patriotismo, valentía y temeridad, que tuvo su clímax con la incorporación al Ejército Rebelde en noviembre de 1957. Participa en los combates de El Salto y Veguitas; también funge como mensajero.

    Aquejado de una hernia, es licenciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro y lo envían para Santiago de Cuba, con indicaciones de buscarle trabajo en lo que pudiera ser útil. Es detenido el 8 de febrero a causa de una delación. Su cadáver, con muestras visibles de tortura y acribillado a balazos —entre 30 y 40 impactos—, es hallado en la Avenida Yarayó. En el entierro solo permitieron que asistieran los familiares y algunas mujeres.

    El 8 de agosto de 1959 sus restos fueron trasladados a Ciego de Ávila, velados en el Aula Magna del Instituto de Segunda Enseñanza, y enterrado al día siguiente. Despidió el duelo el entonces capitán del Ejército Rebelde Roberto León González.